Dentro de poco más de un mes, el papa Francisco visitará la sede de las Naciones Unidas de Nueva York.
Trata
como delito de lesa humanidad, la apuesta del Papa
En
entrevista con el Vatican Insider Alicia Peressutti, activista por los derechos
humanos y amiga de vieja data de Francisco, explica por qué el Papa insiste
tanto en denunciar la trata de personas
ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ, periodista especialista en temas vayicanos.
Una
apuesta concreta. El Papa busca empujar un paso histórico: Que la Organización
de las Naciones Unidas declare a la trata de personas como un crimen de lesa
humanidad. Pero muchos Estados se niegan porque “no es conveniente” e, incluso,
la mayoría carece de programas serios de combate a ese flagelo. El tráfico
humano (sobre todo para explotación sexual) es todavía “un tabú” y millones de
víctimas padecen vejaciones, torturas y violencias de todo tipo, en medio de la
indiferencia colectiva.
De
todo eso está convencida Alicia Peressutti. Argentina, desde hace casi dos
décadas lucha contra ese tráfico, cuando el tema era totalmente invisible. En
la ciudad cordobesa de Villa María fundó la organización no gubernamental
Vínculos en Red. Gracias a ese trabajo conoció, hace muchos años, a Jorge Mario
Bergoglio. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, él apoyó no sólo
espiritualmente su lucha, también consiguió financiamientos y firmó cartas de
aval. Ahora, como Papa, puso al combate a la trata entre una de sus prioridades.
“Francisco
pide que la trata de personas sea declarada delito de lesa humanidad, pero los
estados no lo quieren. ¿Por qué? Porque si se declara así las víctimas, que
tienen secuelas de por vida por la tortura que sufren, podrán exigir que los
países paguen los tratamientos. Por eso no quieren la declaratoria, pero ellos
han permitido y también son cómplices, por no controlar ni vigilar”, explicó
Peressutti en entrevista con el Vatican Insider.
“El
Papa quiere que el tema esté en la agenda pública, porque los países no se
juntan para coordinar programas anti trata. El cambio climático a nivel
internacional es un tema considerado, pero el tráfico de personas es un ‘no
tema’, incluso socialmente. La gente dice: a mi esto no me va a pasar, es
doloroso, es peligroso, yo no quiero saber nada”, agregó.
Ella
no tiene dudas: fueron las víctimas las que “convirtieron” a Bergoglio. Sus
relatos, algunos muy crudos y gráficos, le tocaron el alma. Su testimonio lo
sensibilizó sobre la importancia de actuar. Lo hizo como arzobispo en Buenos
Aires y, una vez elegido como guía de la Iglesia universal, pidió a la
Pontificia Academia para las Ciencias ocuparse del tema. Desde entonces ese
ente ha multiplicado sus actividades, llegando a dedicarle hasta cuatro encuentros
por año.
Sostuvo
que, pese a los pronunciamientos de Francisco, todavía el tráfico de personas
es una deuda pendiente para los políticos. Escasas instituciones en el mundo
están dispuestas a convocar encuentros al respecto y no está en la agenda pública.
“Muchos
hablan de trata para explotación sexual, pero se tiene que hablar de
prostitución que es la madre de todo el daño y la violencia hacia las mujeres.
Los políticos nunca hablan ni de trata ni de explotación, o tocan genéricamente
el tema, porque no saben qué hacer con las cadenas prostibularias que tienen en
sus países. No saben qué hacer con la cantidad de migrantes esclavizados”,
denunció.
Y
lamentó: “En Argentina, cuando hablás de trata laboral tenés que decir:
‘nuestras empresas’ y cuando hablás de explotación sexual tenés que decir:
‘nuestros maridos, nuestros padres y nuestros hijos’. Esos son los que
consumen, no el vecino”.
Según
Peressutti si el combate a la trata estuviese en la agenda política los
Estados, los gobernantes no temerían a las organizaciones sociales y se
sentarían a dialogar con ellas. Y estableció que excepto Francia y Suecia, que
tienen programas de reparación de los derechos de las víctimas a largo plazo,
el resto de los países carecen de programas de asistencia.
Ella
ha tocado con mano la tragedia de estas víctimas silenciadas. Su organización
constantemente realiza charlas y talleres, especialmente en escuelas. Además de
la prevención ha desarrollado un programa de “madrinazgo”, a través del cual
quienes han padecido de trata pueden reconstruir su vida, en medio de problemas
y contradicciones.
La
mayoría de ellas han sido introducidas en el mundo de la explotación sexual
desde niñas o adolescentes y cuando logran liberarse necesitan algo más que
reintegrarse a la sociedad, requieren directamente iniciar una nueva
existencia. Muchas han sido vendidas por sus familias y no saben lo que es el
amor.
“No
hay persona más buena que una víctima, con todo lo enferma que está. A nivel
afectos no podría ser más sana: No te va a mentir amor, no te va a engañar,
necesita una oportunidad, te va a ser leal, te va a corresponder en todo porque
no tuvo oportunidades. Al principio va a desconfiar, incluso te puede decir que
la ayudás porque le pedís algo a cambio, porque toda la vida se aprovecharon de
ella”, estableció.
Para
ayudar a estas personas, la organización que preside se alista a inaugurar una
casa de 700 metros cuadrados que funcionará a en forma de albergue. Será una
modesta contribución, pero concreta. Un apoyo real mientras las redes
internacionales del crimen siguen cuidando su negocio multimillonario a costa
de personas inocentes.
La
obsesión de Peressutti es que no baje la atención sobre el crimen de la trata,
como ella misma lo explicó: “Si hablamos de este tema hay esperanza para muchas
víctimas, porque todos los días se muere de trata de personas. Cientos mueren,
mientras nosotros hablamos otros sufren, están siendo torturados. Por las
noches no puedo dormir y en mi cabeza retumban los gritos de dolor de estos
Cristos rotos”.
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