Wallace:
la peligrosa línea entre opinar y acusar/Luis González Placencia
#lglzplacencia
Isabel Miranda de Wallace es una ciudadana, por ello puede opinar lo que quiera sobre el tema que quiera. Sin embargo, la publicidad que adquirió no se ha acompañado de la responsabilidad necesaria detrás de sus palabras: no se puede opinar públicamente, masivamente, sin tener capacidad para sostener lo que se dice.
Cualquier
persona, en su calidad de ciudadana o ciudadano, puede opinar lo que quiera
sobre el tema que quiera. Es su derecho expresarse libremente. En algunos
casos, las calidades que se obtienen debidas a la notoriedad adquirida por
razones buscadas o fortuitas, que esas opiniones sean públicas forma parte
también de ese derecho. Sin embargo, la posibilidad de hacer pública la voz de
cualquier persona es inversamente proporcional a la responsabilidad que ella
adquiere por lo que dice, especialmente si el medio de publicidad es masivo.
Como es natural, la responsabilidad se incrementa si se pasa de la opinión a la
acusación, porque además se adquiere la carga de la prueba.
Por
eso lamento, pero no juzgo, su opinión sobre la forma de trabajar de Juan
Méndez, el relator de la ONU sobre tortura acerca de que su informe no tiene
metodología. No la juzgo porque discutir la metodología de un informe, el que
sea, requiere de un estándar académico que la señora Wallace no tiene y tampoco
tiene por qué poseer. Lo lamento porque, al opinar pública y masivamente sin
argumentos, contribuye a la desinformación y al muy vergonzoso ambiente que el
estado mexicano ha creado alrededor de la credibilidad de organismos
internacionales, relatores y expertos a los que el propio gobierno invitó y sin
embargo descalifica por que no comparte las conclusiones de sus informes.
Pero
a la ignorancia se suma la malicia cuando se cruza la línea entre la opinión y
la acusación. Isabel ha cruzado esa línea y lo sabe. Por eso se ha esforzado en
construir esquemas donde relaciona nombres y posiciones que supuestamente ligan
a personas, organismos y organizaciones, para hacerlos pasar como prueba de lo
que, ella dice, es una red de corrupción que lucra obteniendo reparaciones a secuestradores
que alegan tortura. En todo caso, esos esquemas solo prueban relaciones entre
personas, forzadas por argumentos ad hominem, pero nada más. La red está sólo
en su imaginación.
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