Mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador, durante la VI Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
18 de septiembre de 2021
Me da gusto encabezar esta reunión de la Celac.
Celebro la presencia de Charles Michel, presidente de la Comisión Europea; de Alicia Bárcena, de la Cepal; y de presidentes, ministras, ministros, representantes diplomáticos de América Latina, el Caribe. Amigas, amigos todos:
La Celac en estos tiempos puede convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías, es decir, construir en el continente americano algo parecido a lo que fue la comunidad económica que dio origen a la actual Unión Europea.
Es nuestro sentir que este ideal puede convertirse en realidad si pensamos y acordamos sobre tres cuestiones básicas:
La no intervención y la autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación.
En el terreno político podemos comprometernos a respetar las decisiones internas de los pueblos y que ningún gobierno se arrogue la facultad de someter a otro país bajo ningún motivo, causa o pretexto, o mediante la utilización del dinero, la propaganda, las sanciones económicas y diplomáticas, o el uso de la fuerza.
Que las controversias sobre democracia y derechos humanos se diriman a petición de las partes en instancias verdaderamente neutrales, creadas por los países de América, y que la última palabra la tengan las agencias especializadas de la Organización de las Naciones Unidas.
Dos. En cuanto a lo económico y comercial, propongo que junto con Estados Unidos y Canadá construyamos un acuerdo y firmemos un tratado para fortalecer el mercado interno en nuestro continente, que en la actualidad es deficitario en relación con Europa y sobre todo, con respecto a Asia.
Tengamos presente que en América contamos con apenas el 24 por ciento de la población de Asia; sin embargo, consumimos el 20 por ciento más que en aquel continente, es decir, el consumo per cápita de América es de 23 mil 347 dólares anuales, mientras en Asia es de cuatro mil 716 dólares, aunque esta proporción se ha venido reduciendo ante el estancamiento productivo en América y el impulso fabril y comercial de los países de Asia.
La propuesta es sencilla. Se trata de reactivar pronto la economía en nuestro continente para producir en América lo que consumimos.
Las ventajas son muchas. Entre otras, contamos con fuerza de trabajo joven y creativa; hay buen desarrollo tecnológico; somos un continente rico en recursos naturales, con una amplia diversidad cultural; las distancias entre nuestros países nos permiten ahorrar en fletes y, reitero, existe suficiente demanda de mercancías en nuestros mercados.
Sólo se requiere hacer una planeación conjunta con la participación de organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la Cepal; el Banco Interamericano de Desarrollo, el BID; y otros, y pedir a estas instituciones la elaboración de un plan con el objetivo superior de promover la comunidad económica, financiera y comercial de los países de América.
Tres. Por último, esta integración productiva con dimensión social debe contar con el componente de inversión para el bienestar de todos los pueblos de América bajo el criterio de que el progreso sin justicia es retroceso. Se trata de ir hacia la modernidad, pero forjada desde abajo y para todos.
Recordemos que el 13 de marzo de 1961´, el presidente John F. Kennedy dio a conocer en la Casa Blanca, ante embajadores de América Latina y el Caribe, el plan conocido como Alianza para el Progreso 1961-1969. Eran los tiempos de la Guerra Fría y se excluyó a Cuba y a la República Dominicana, pero aun con esa falla, el presidente Kennedy reconoció en su discurso que en América Latina, cito textualmente, ‘millones de hombres y mujeres sufren a diario la degradación del hambre y la pobreza, son millones los desprovistos de albergue adecuado y de protección contra la enfermedad, y sus hijos carecen de la instrucción o el empleo que les permita mejorar su vida y cada día el problema reviste mayor urgencia.
En ese entonces Estados Unidos invirtió, en 10 años, 10 mil millones de dólares, que a los precios de hoy serían 82 mil millones de dólares en beneficio de los pueblos de América Latina y el Caribe. Esa cantidad fue menor a lo destinado a Europa en el Plan Marshall, 13 mil 300 millones de dólares desde 1948 a 1951, que a los precios de hoy serían 140 mil 600 millones de dólares.
Sin embargo, lo destinado en ese entonces a América Latina y al Caribe ha sido lo único importante que se ha hecho en materia de cooperación para el desarrollo en nuestro continente en más de medio siglo.
Pienso, pues, que es el momento de terminar con el letargo y plantear una nueva y vigorosa relación entre los pueblos de América, me parece que es tiempo de sustituir la política de bloqueos y de malos tratos por la opción de respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América sin vulnerar nuestras soberanías.
¿Acaso no tendría el presidente Biden el apoyo del Congreso de Estados Unidos para destinar recursos en beneficio de los pueblos de nuestra América y reducir la desigualdad y la violencia en la región, causas principales de desasosiegos sociales y de flujos migratorios?
Imaginemos, por ejemplo, el gesto de buena voluntad que significaría otorgar vacunas a la mayoría de los países de América Latina y el Caribe que no han podido proteger a sus pueblos frente al COVID por falta de recursos económicos.
Estoy seguro que el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, así como el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, estarán atentos a las propuestas de consenso que logremos establecer en este foro para actuar en bien de nuestros respetables pueblos.
Bienvenidos y muchas gracias.
Palacio Nacional, 18 de septiembre de 2021.
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