Los riesgos de crecimiento
crecientes de China/ Yao Yang, director del Centro China de
Investigación Económica de la Universidad de Pekín.
Traducción
de Kena Nequiz
Project
Syndicate, 28/02/12.
Si las
cosas siguen bien, para 2021 China superará a los Estados Unidos como la
economía más grande del mundo, medido en dólares corrientes (y aun más rápido
si hablamos en términos reales). Su ingreso per cápita llegará al mismo nivel
que el del umbral más bajo de los países de altos ingresos. Sin embargo, a pesar
de este impulso hacia adelante, la economía china se enfrentará a riesgos
inminentes en la próxima década.
El riesgo
inmediato es estancamiento continuo o recesión en Europa. En la pasada década,
el crecimiento de las exportaciones representó aproximadamente una tercera
parte del crecimiento económico global de China, y alrededor de una tercera
parte de las exportaciones de este país fueron para la Unión Europea. Si
continua deteriorándose la situación en Europa, el crecimiento de China estará
afectado.
Un
endurecimiento excesivo de las políticas macroeconómicas nacionales, en
especial las que están destinadas al mercado inmobiliario, podría aumentar el
riesgo de una desaceleración en un contexto en el que los precios de las
viviendas ya están disminuyendo por toda China, debido a las medidas severas
del gobierno. En efecto, la situación se parece mucho a la de la crisis
financiera asiática de 1997. Varios años antes de que estallara dicha crisis,
China había estado luchando contra la inflación y parecía tener las cosas bajo
control. No obstante, la combinación de crisis y austeridad condenó a China a
varios años de deflación y a un crecimiento considerablemente más lento.
Actualmente,
mientras China se enfoca en el mediano plazo, el gobierno tiene que hacer
frente a los problemas originados por su participación dominante en la
economía. Un nuevo informe del Banco Mundial destaca la falta de reformas de
las empresas estatales como el principal impedimento para el crecimiento
económico del país. Sin embargo, ese es solo un síntoma de un problema más
grave: el papel omnipresente del gobierno en los asuntos económicos.
Además de
controlar directamente entre el 25% y 30% del PIB, el gobierno también se queda
con una gran parte de los recursos financieros. En años recientes, más de una
tercera parte de los créditos bancarios se han destinado a la infraestructura,
construida principalmente por entidades gubernamentales. De hecho, como
reconocimiento de su excesiva inversión en infraestructura, hace poco el gobierno
abandonó varios proyectos que ya estaban en construcción de ferrocarriles de
alta velocidad. No obstante, la excesiva inversión gubernamental es evidente en
numerosos parques industriales y zonas de alta tecnología.
El frenesí
de inversión de China recuerda a muchos el Japón de los años ochenta cuando las
conexiones de ferrocarril de alta velocidad se extendieron a los lugares más
remotos de ese país. A la fecha, la mayoría dependen de los subsidios
gubernamentales. Si bien los subsidios pueden mejorar la calidad de vida de las
personas en algunos aspectos, también pueden deteriorarla mediante una
supresión del consumo interno.
La
inversión en infraestructura inevitablemente se topará con la ley de
rendimientos marginales decrecientes, pero el aumento del consumo no tiene
límites. Así pues, reprimir el consumo asfixia el crecimiento futuro, y la
participación del consumo de los hogares en el PIB ha disminuido del 67% a
mediados de los 50% en años recientes; la mayoría de esa caída refleja
distorsiones creadas por las políticas públicas.
Por
naturaleza el gobierno chino está orientado hacia la producción. La ventaja es
que eso ha ayudado a mantener tasas elevadas de crecimiento del PIB, pero las
desventajas son igualmente pronunciadas. Una de las consecuencias negativas es
el persistente aumento de la desigualdad del ingreso. El coeficiente de Gini de
ingreso per cápita ya es de más de 50 (100 representa la desigualdad máxima),
con lo que China se encuentra en el cuartil superior de desigualdad a nivel
mundial.
Puede ser
que el problema no sea la desigualdad en sí, sino sus consecuencias, una de las
cuales es la bifurcación del capital humano. Los beneficios de la educación
están aumentando en China, pero el acceso a ella se está dividiendo cada vez
más en términos sociales y geográficos. Si bien la educación está mejorando en
las zonas urbanas, los niños de las áreas rurales se enfrentan a una caída en
la calidad de la educación porque los mejores maestros se van a las ciudades.
Además, la educación resulta más cara para ellos que para las familias urbanas
debido a las disparidades de ingresos entre las ciudades y el campo.
Como
resultado, la mayoría de los niños de las zonas rurales entran al mercado
laboral sin título universitario. De los 140 millones de trabajadores migrantes
de China, el 80% tiene únicamente 9 años o menos de educación formal –mucho
menos de lo que requieren los países del altos ingresos.
A pesar
del aparente deseo de los funcionarios de reducir la desigualdad de los
ingresos, el gobierno de China la está agravando – mediante, entre otras cosas,
subsidios a los productores, condiciones más favorables para las industrias
intensivas en capital y el mantenimiento de un sector financiero extremadamente
ineficiente. No obstante, también hay señales prometedoras de crecimiento
económico. El gobierno acaba de anunciar nuevas reglas para el registro de los
lugares de residencia, conocidos como hukou. Salvo en las grandes ciudades,
ahora las personas pueden elegir libremente su hukou tras tres años de
residencia. Esto ayudará mucho a los migrantes pues garantizará un acceso igual
a la educación para sus hijos.
Sin embargo,
para cambiar completamente el comportamiento distorsionador del gobierno se
necesitan cambios políticos más drásticos. La reforma del hukou es un buen
principio puesto que fortalecerá los derechos políticos de los migrantes en las
comunidades locales. Puesto que son tan numerosos, su participación política
podría obligar a los gobiernos locales a prestar más atención a las necesidades
de la gente común y corriente. Además, cabría esperar que si los gobiernos de
bajo nivel comienzan a responder mejor, a la larga los de nivel superior lo
hagan también.
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