19 sept 2014

El Papa a los obispos: nada de cortes, grupúsculos o coros de consenso

Vatican Insider, 09/18/2014
El Papa a los obispos: nada de cortes, grupúsculos o coros de consenso
    

Obispos(©LaPresse)
(©LAPRESSE) OBISPOS
Audiencia a los religiosos nombrados este año: dialoguen sin fronteras, no sean pesimistas y cultiven la “evangelii gaudium”. No cambien al pueblo, sino condúzcanlo hacia Dios
 IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
Los obispos no deben ser «apagados o pesimistas», sino, por el contrario, deben cultivar y defender la “evangelii gaudium”. No deben tener «fecha de caducidad», como «medicinas que pierden la capacidad de curar». Deben dialogar con las «grandes tradiciones» en las que se encuentran sumergidos, sin necesidad de defender las propias fronteras. Que no crean que deben «cambiar al pueblo»; deben conducirlo, introducirlo a Dios, sobre todo a los jóvenes y a los ancianos. Los obispos deben acompañar a los sacerdotes, incluso a aquellos que acaban en los bajos fondos de la existencia. Tampoco deben caer en la “tentación” de sacrificar la propia libertad rodeándose de «cortes, grupúsculos o coros de consenso»; deben, en cambio, ejercer una «paternidad» firme y dulce. Papa Francisco dirigió estos consejos a los obispos nombrados durante el año, a quienes recibió esta mañana en audiencia.

 «Me da mucho gusto encontrarme con ustedes ahora, personalmente, porque, de verdad, debo decir que, de alguna manera, ya los conocía», dijo el Papa. «Hace no mucho tiempo, ustedes fueron me fueron presentados por la Congregación para los Obispos o por la de las Iglesias Orientales», prosiguió Bergoglio. «Conozco sus curricula y tengo grandes esperanzas en sus potencialidades. Ahora puedo finalmente asociar el primer conocimiento, mediante documentos, a sus rostros, y, después de haber esuchado hablar sobre ustedes, puedo escuchar personalmente el corazón del corazón de cada uno y fijar la mirada en cada uno para descubrir todas las esperanzas pastorales que Cristo y su Iglesia han puesto en ustedes», dijo el Papa, invitando a los obispos a «nunca dar por descontado» el misterio los ha investido, a «no perder el estupor frente al plan de Dios, ni el temor de caminar en consciencia hacia su presencia y hacia la presencia de la Iglesia, que, antes que nada, es suya».
 Papa Francisco quiso dirigirse con sencillez a los obispos, sobre todo para reflexionar sobre algunos temas que le interesan, empezando por el inseparable «vínculo entre la estable presencia del Obispo y el crecimiento del rebaño». «Cualquier reforma auténtica de la Iglesia de Cristo comienza con la presencia» y «cuando falta el Pastor o no es posible encontrarlo, están en juego el cuidado pastoral y la salvación de las almas». Dicen, prosiguió Bergoglio, «que después de años de intensa comunión de vida y de fidelidad, incluso en las parejas humanas las huellas de la fisionomía de los esposos gradualmente se comunican recíprocamente, y ambos acaban por parecerse»; de la misma manera, el amor del obispo por la Iglesia que le ha sido encomendada «gradualmente permite imprimir la huella de ustedes en su rostro y, al mismo tiempo, que ustedes lleven los rasgos de su fisionomía. Por ello se requiere la intimidad, la asiduidad, la constancia y la paciencia». En este sentido, «no sirven los Obispos contentos en la superficie»: «No sean Obispos con fecha de caducidad, que necesitan cambiar siempre dirección, como medicinas que pierden la capacidad de curar, o como los insípidos alimentos» que hay que tirar, porque se han vuelto inútiles. Por consecuencia, no sirven obispos «apagados o pesimistas, que, apoyados solo en sí mismos y, por tanto, rendidos a la oscuridad del mundo o resignados a la aparente derrota del bien, gritan en vano que el fuerte ha sido tomado. Su vocación –prosiguió Bergoglio– no es la de ser guardianes de una masa fracasada, sino custodios de la “Evangelii gaudium”, por lo que ustedes no pueden no tener la única riqueza que podemos dar verdaderamente y que el mundo no puede darse a sí mismo: la alegría del amor de Dios».
 «Además, les ruego –prosiguió Francisco– que no se dejen ilusionar por la tentación de cambiar al pueblo. Amen al pueblo que Dios les ha dado, aunque cuando haya “cometido grandes pecados”, sin cansarse nunca de “elevarse hacia el Señor” para obtener perdón y un nuevo inicio». Hay que «imitar la paciencia de Moisés para poder guiar a la gente, sin miedo de morir como exiliados, sino consumando hasta la última energía, no por ustedes, sino para hacer que entren en Dios todos los que guían. ¡No hay nada más importante que introducir a las personas en Dios! Les encomiendo sobre todo a los jóvenes y a los ancianos. Los primeros porque son nuestras alas, los segundos porque son nuestras raíces. Alas y raíces sin las cuales no sabríamos lo que somos ni hacia dónde debemos ir».
 El Papa dedicó una reflexión particular a los sacerdotes de los que cada obispo se debe encargar: «Hay muchos que ya no buscan en donde Él vive, o que moran en otra slatitudes existenciales, algunos en los bajos fondos. Otros, olvidando la paternidad episcopal o, tal vez, cansados de buscarla en vano, ahora viven como si ya no fueran padres o creen que no necesitan padres. Los exhorto a cultivar en ustedes, Padres y Pastores, un tiempo interior en el que puedan encontrar espacio para sus sacerdotes: recibirlos, escucharlos, guiarlos. Quisiera que ustedes fueran Obispos disponibles no por la cantidad de medios de comunicación a disposición, sino por el espacio interior que ofrecen para acoger a las personas y sus necesidades concretas, ofreciéndoles la enseñanza competa de la Iglesia, y no un catálogo de remordimientos. Y que esta acogida sea para todos, sin discriminación, ofreciendo la firmeza de la autoridad que hace crecer y la dulzura de la paternidad que genera. Y, por favor, no caigan en la tentación de sacrificar su libertad reodeándose de cortes, grupúsculos o coros de consenso, puesto que en los labios del Obispo la Iglesia y el mundo tienen siempre el derecho de encontrar el Evangelio que nos hace libres. Y luego está el Pueblo de Dios quel es ha sido encomendado. Cuando, al momento de su consagración, el nombre de su Iglesia fue proclamado, reverberaba el rostro de todos aquellos que Dios les estaba donando».
Al final de nuestro encuentro –concluyó el Papa– permitan al Sucesor de Pedro que los mire profundamente desde lo alto del Misterio que nos une de manera irrevocable. Hoy, al verlos en sus diferentes fisonomías, que reflejan la inexaurible riqueza de la Iglesia difundida en toda la tierra, el Obispo de Roma abraza la Iglesia Católica. No es necesario recordar las singulares y dramáticas situaciones de nuestros días. Cuánto me gustaría, pues, que resonara, mediante ustedes, en cada Iglesia un mensaje de ánimo».


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