Revista
Proceso
# 2022, 1 de agosto de 2015...
BOGOTÁ.-
En su celda de la cárcel bogotana La Picota, el mexicano Juan Carlos Espinoza
de los Monteros del Rincón, Lacoste, un operador del Cártel de Sinaloa
capturado en Colombia el 19 de mayo último, se ufanó de la fuga del Chapo
Guzmán.
Su
teléfono celular estaba intervenido por la policía y eso le permitió a la
policía colombiana atraparlo en su austero departamento de clase media
localizado cerca del aeropuerto de Bogotá, desde donde Lacoste coordinaba el
envío de cargamentos de cocaína del Cártel de Sinaloa a Centroamérica, México,
Estados Unidos y Europa a través de avionetas, barcos, lanchas rápidas y
submarinos artesanales.
De
acuerdo con el expediente judicial del caso y con investigadores de la Policía
Nacional de Colombia (PNC) consultados por Proceso, Espinoza de los Monteros
fue durante el último año una “ficha clave” del cártel que lidera El Chapo
Guzmán en Colombia. Realizaba todas sus operaciones por medio de correos
electrónicos y mensajes de WhatsApp, dice uno de los agentes que participaron
en su captura.
Sus
discretos movimientos en Colombia llaman la atención a los investigadores,
quienes creen que el Cártel de Sinaloa ha instruido a sus operadores en el
extranjero a actuar con cautela para pasar inadvertidos.
“(Lacoste)
llevaba una vida muy tranquila, se movía en taxis y en Transmilenio (el
equivalente en Bogotá al Metrobús de la Ciudad de México) y casi no salía. Él
coordinaba todas las transacciones de droga desde su celular y desde su
habitación”, indica un agente antidrogas de la PNC. Al principio, aclara, eso
les complicó dar con su paradero.
Un
pez gordo
Lacoste,
apodado así por su afición a la ropa de esa marca cuyo emblema es un cocodrilo,
fue detectado en Colombia por un informante de la policía que le proporcionó a
una unidad antidrogas un dato certero sobre la ubicación del mexicano, así como
su número de celular, e incluso el sitio aproximado donde vivía, entre el
barrio Salitre y el aeropuerto internacional de Bogotá, en el occidente de la
ciudad.
Los
agentes de la PNC intervinieron su teléfono con una orden judicial y
descubrieron que el mexicano financiaba y controlaba diferentes eslabones del
tráfico de estupefacientes, desde la compra de cocaína y metanfetaminas hasta
su entrega final en México, Estados Unidos y Europa.
En
sus comunicaciones, Espinoza de los Monteros instruía a pilotos mexicanos que
esperaban cargamentos de droga en pistas clandestinas en el nororiente y el sur
de Colombia, así como en Venezuela. A uno de sus contactos en Ecuador le pidió
vender un predio de 500 hectáreas para financiar un embarque de cocaína.
Según
el expediente judicial, Lacoste se ufanaba de un cuantioso envío de droga que
había que colocar en el puerto mexicano de Lázaro Cárdenas, pero también se
quejaba de un robo que había sufrido la organización delictiva en Durango, lo
que iba a provocar, decía, “un barrido por allá”.
El
operador del Cártel de Sinaloa, de 36 años, era breve y conciso en sus
comunicaciones escritas y de voz, lo que impedía a los investigadores su
ubicación precisa. Comenzaron a recopilar información que les permitió conocer
los movimientos del narcotraficante, quien durante meses no veía a su familia,
que se encontraba en México, y su jerarquía en la estructura de la organización
criminal.
Lacoste
le rendía cuentas a Heriberto Zazueta Godoy, El Capi Beto, a quien el
Departamento de Justicia de Estados Unidos señala como uno de los principales
colaboradores de Ismael El Mayo Zambada, quien asumió el liderazgo de ese
cártel tras la captura del Chapo en febrero de 2014. Luego de la reciente fuga
del capo. El Mayo volvió a ubicarse como el número dos en la línea de mando.
“Esto
nos indicaba que era una persona importante dentro de ese cártel. Estaba en un
tercer nivel en la cúpula, como operador de uno de los brazos derechos del
Mayo”, refiere uno de los investigadores.
Según
una acusación radicada en Estados Unidos, El Capi Beto figura entre los
principales blanqueadores de activos del Mayo Zambada y ha estado involucrado
en actividades de narcotráfico desde mediados de los ochenta. Ahora enfrenta
cargos por lavado de dinero y tráfico de drogas en la corte federal
estadunidense del distrito norte de Illinois.
En
abril pasado, ese mismo tribunal pidió a México por la vía diplomática la
extradición de Espinoza de los Monteros. Las autoridades mexicanas, a su vez,
divulgaron una circular roja de Interpol solicitando su captura internacional,
y alertaron a las autoridades colombianas.
Un
tipo tranquilo
A
principios de mayo último, los altos mandos de la PNC pidieron a sus
investigadores acelerar la captura de Lacoste para extraditarlo a Estados
Unidos. El problema era que desconocían su ubicación. El informante que había
proporcionado su número de celular no sabía dónde vivía.
En
abril de 2014, la PNC había detenido en la suroccidental Cali a Héctor Coronel,
Rincón, otro enlace del Cártel de Sinaloa, quien llevaba una vida dispendiosa,
conducía carros lujosos, se rodeaba de hermosas mujeres y solía organizar
ruidosas fiestas en un exclusivo sector de esa ciudad. Eso, dijeron los
agentes, facilitó su captura.
Cuando
la búsqueda de Lacoste parecía estancada, el mexicano cometió el error de subir
a su cuenta de WhatsApp una fotografía en la que aparecía en el ventanal de un
departamento en un conjunto habitacional.
Los
agentes, que tenían clonado su celular, concluyeron que esa fotografía
correspondía al edificio donde vivía. Era un conjunto habitacional con fachadas
de ladrillos –un estilo arquitectónico característico de Bogotá– que
localizaron a los pocos días.
La
fotografía y una inspección en el edificio de seis módulos les permitieron
ubicar el departamento donde vivía Lacoste. Luego de un discreto operativo de
vigilancia, el 19 de mayo, mientras esperaban una orden judicial para ingresar
al inmueble, Lacoste salió a la calle. Y ahí lo arrestaron. Era la una de la
tarde.
Sus
captores le comunicaron que estaba detenido con fines de extradición a Estados
Unidos bajo cargos de transportar cocaína y metanfetaminas a gran escala.
“Él
se mostró extremadamente tranquilo. Nos dijo que seguramente había un error,
que se dedicaba a comprar ropa en Colombia para venderla en México. En ningún
momento opuso resistencia”, dice uno de los agentes que participó en el
operativo.
Más
tarde, la señora del departamento donde vivía llevó a la policía una credencial
del IFE y un pasaporte mexicano que lo identificaban como Juan Carlos Espinoza
de los Monteros del Rincón. Este último documento había sido expedido en la
Embajada de México en Bogotá el pasado 20 de enero.
Dos
días después de su captura, un funcionario judicial estadunidense le pidió a
Lacoste aceptar los cargos. Le propuso su extradición a cambio de una rebaja de
pena. El detenido aceptó, pero al día siguiente lo visitó un conocido abogado
penalista colombiano que se presentó como su defensor.
Tras
la entrevista con el litigante, Lacoste se desistió del trato, por lo que la
Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de Colombia debe determinar si la
extradición es procedente y emitir su fallo a finales de este año.
El
director general de la PNC, general Rodolfo Palomino, comenta a Proceso que la
captura de Espinoza de los Monteros desequilibra la estructura del Cártel de
Sinaloa, pues esa organización pierde a un operador importante que tenía
contacto directo con la cúpula.
“Pero
esto no significa que la organización haya sido desmantelada en Colombia. Ellos
(sus integrantes) tienen enviados para hacer negocios y sabemos que cuando una
organización criminal de este nivel pierde a una cabeza, de inmediato la
sustituye”, asegura el jefe policiaco.
De
acuerdo con Palomino, la presencia cada vez mayor de cárteles de la droga de
México en Colombia, a través de delegados, obliga a las policías de los dos
países a estar muy articuladas en la investigación de ese tipo de alianzas
trasnacionales. “Y eso es lo que estamos haciendo”, comenta. l
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