Seguridad
para proteger la libertad/Mariano Rajoy es presidente del Gobierno.
El
Mundo | 30 de septiembre de 2015
Son
muchas las misiones que tiene encomendadas un Estado, pero ninguna más básica
–ni más noble– que la de garantizar la seguridad de los ciudadanos, proteger
sus derechos y libertades y, en definitiva, salvaguardar su bienestar. La
seguridad es la condición necesaria para apuntalar la forma de vida,
democrática y libre, que los españoles nos hemos dado. Y, como presidente del
Gobierno, no puedo pensar en ninguna empresa más estimulante que esta: saber
valorar lo que tenemos –un país y una sociedad extraordinarios– para protegerlo
en consecuencia. Nuestra Constitución así lo reconoce, al proclamar «la
libertad y la seguridad» como derechos fundamentales de la persona y encomendar
al Gobierno la garantía de su pleno ejercicio.
Al
entrar hoy en vigor la Ley de Seguridad Nacional, quiero poner de manifiesto
que el nuevo texto legal nace para dar cumplimiento efectivo a este mandato
constitucional. A nadie se le oculta que el mundo cambia, que cambian los
riesgos y amenazas que afrontamos y que –por eso mismo– también debemos ir actualizando
tanto nuestra cultura de seguridad como sus estructuras operativas.
El actual
escenario geoestratégico nos sitúa ante desafíos que antes, simplemente, no
existían: ¿Quién iba a pensar, en tiempos de la Guerra Fría, en las
ciberamenazas? ¿Quién iba a pensar que, en pleno siglo XXI, veríamos
recrudecerse un fenómeno tan antiguo como la piratería a la que se han
enfrentado nuestros barcos en el Índico? De la vulnerabilidad energética a la
proliferación de armas de destrucción masiva, los enemigos de nuestras
sociedades abiertas adquieren nuevos rostros. Y junto a estos novedosos riesgos
y amenazas, tampoco nos vemos libres de otros peligros bien conocidos: el
fanatismo terrorista o los daños causados por los desastres naturales siguen
siendo, lamentablemente, parte de nuestro presente.
Los
españoles vivimos, es cierto, en un país seguro. Así lo corroboran, con su
trabajo diario, nuestras Fuerzas Armadas y nuestras Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado, así como nuestros equipos de emergencias y Protección
Civil, admirados todos ellos en todo el mundo. Así se reconoce globalmente con
la actuación responsable de España a la hora de contribuir a la seguridad
internacional. Y así lo afirman también las estadísticas oficiales: España es
el tercer país más seguro de la Unión Europea, y el séptimo a nivel mundial.
Sin
embargo, por mucho que estemos a la vanguardia, ni existe la seguridad absoluta
ni podemos pensar que vivimos en un escenario de riesgo cero. Por eso el Estado
debe mejorar sus capacidades de prevención, protección y respuesta. Por eso
debemos actualizar nuestro entendimiento de la seguridad. Por eso debemos
abandonar viejas rigideces y optar por un modelo que permita el uso eficaz y
flexible de los recursos del Estado a la hora de proteger ese pilar fundamental
de las libertades que es la seguridad de las personas.
Estos
son los principios que han guiado la actuación del Gobierno en la materia desde
que, ya en 2012, decidimos impulsar con determinación lo que era un compromiso
electoral. Hoy, por fin, vemos el mayor de sus frutos: la nueva Ley de
Seguridad Nacional. Con esta norma, España se equipara a los países más
avanzados en este campo. Y, lo que es más importante, nuestro país está más y
mejor preparado para poner en práctica los fines de la Seguridad Nacional según
se conceptúan en la Ley: proteger la libertad y el bienestar de sus ciudadanos,
garantizar la defensa de España y sus principios y valores constitucionales,
así como contribuir junto a nuestros socios y aliados a la seguridad
internacional en el cumplimiento de los compromisos adquiridos. La Seguridad
Nacional se erige, así, en Política de Estado. Y el amplio consenso
parlamentario –con el voto favorable del principal partido de la oposición– no
hace sino refrendar este carácter.
Me
gustaría subrayar que esta Ley no representa un esfuerzo aislado. Del mismo
modo que a partir de hoy la nueva norma comienza a desplegar sus efectos, este
texto legal es también la coronación de los numerosos trabajos y actuaciones
concretas realizadas, como ya se ha indicado, desde el principio de la
legislatura.
Son
muchos los hitos que jalonan ya nuestro camino. En este sentido, se hace
inexcusable mencionar la redacción, en 2013, de la Estrategia de Seguridad
Nacional, acordada también con los principales grupos de la oposición, y que
vino a impulsar la creación de lo que es la piedra angular del nuevo Sistema de
Seguridad Nacional: el Consejo de Seguridad Nacional. Hablamos de un órgano
colegiado que, bajo presidencia del Rey o del Presidente del Gobierno,
representa una suma de esfuerzos entre instancias como la vicepresidencia, 11
ministerios y los principales secretarios de Estado de la materia. Su
composición, en todo caso, es flexible, y puede enriquecerse con la participación
de otros ministerios y comunidades autónomas, así como con la colaboración de
todo experto cuya voz se considere relevante.
Las
reuniones del Consejo de Seguridad Nacional han tenido propósitos ambiciosos y
–me atrevo a decir– también han tenido ya resultados importantes, empezando por
la propia Ley. Sin afán de ser exhaustivo, bajo impulso del Consejo, España ha
aprobado Estrategias Sectoriales –con sus correspondientes Comités
Especializados– en ámbitos tan sensibles para nuestros intereses como son la
ciberseguridad, la seguridad energética o la seguridad marítima, esta última
pionera en Europa y seguida ya por, entre otros países, Reino Unido. Y, sin
duda alguna, el impulso en 2012 del Departamento de Seguridad Nacional como
órgano de asesoramiento al presidente y unidad de acción ante situaciones de
crisis ha representado un espectacular avance a la hora de enfrentar la gestión
de crisis de una manera transversal, coordinada, flexible y eficiente. Algunas
de las crisis vividas estos años –del Ébola a los trágicos accidentes del tren
Alvia en Santiago y el avión de Germanwings– dejan clara la necesidad de tener
estructuras operativas ya previstas para estos casos.
Entrando
de lleno en las aportaciones de la nueva Ley, cabe resaltar su regulación de
las llamadas situaciones de interés para la seguridad nacional. Hasta ahora,
nuestra legislación padecía de un vacío normativo: entre las crisis que se
afrontan con los medios habituales y la anomalía constitucional de los estados
de alarma, excepción y sitio, no contábamos con ninguna figura intermedia.
Desde ahora, con la nueva regulación de las situaciones de interés para la
seguridad nacional, se contemplan por fin todas aquellas situaciones en las
que, sin verse afectados los derechos fundamentales y las libertades públicas,
se precisa de una cooperación reforzada de todos los instrumentos del Estado.
Junto
A este importante progreso, la Ley destaca también por constituir un inédito
ejercicio de transparencia y acercamiento de la seguridad nacional tanto a la
sociedad en general como a sus representantes en las Cortes Generales. La
presentación de los Informes Anuales de Seguridad Nacional en el Congreso de
los Diputados ya ha sido una novedad en este ámbito. Y la nueva Ley confirma el
carácter participativo y abierto que se quiere dar a la materia, en el
entendido de que es algo que a todos nos concierne.
Hablamos
de hechos, no de palabras. En su articulado, la Ley prevé una Comisión Mixta
Congreso/Senado para seguir todos los extremos atinentes a la seguridad
nacional. Y asimismo, también está previsto el impulso de una conferencia
sectorial que permitirá aunar esfuerzos entre la Administración central y las
comunidades autónomas, en atención al papel imprescindible que estas han de
jugar en la prevención, protección y respuesta a los desafíos en materia de
seguridad nacional. Si las crisis nos afectan a todos, es lógico que –como en
otras tantas áreas– las Administraciones Públicas colaboremos codo con codo y
coordinemos con eficiencia los recursos disponibles. Y por esta misma razón, la
nueva Ley también fomenta la necesaria colaboración público-privada en este
ámbito.
Creo
sinceramente que la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional,
enriquecida con la contribución de todos, y muy especialmente de los
ministerios de Defensa, Interior y Asuntos Exteriores y Cooperación, es una
excelente noticia para todos. Los españoles podemos felicitarnos de contar, por
fin, con un instrumento legal que nos equipara a los países más avanzados en la
esfera internacional a la hora de garantizar la seguridad de nuestros
ciudadanos. Con todo, lo más importante de la herramienta jurídica que hoy
entra en vigor es que redunda en una España mucho mejor preparada para proteger
lo que más queremos: nuestra democracia y los derechos y libertades de los
españoles. Porque no otro es el ideal último de esta ley: tener una sociedad
más segura y más libre para forjar entre todos una España más próspera.
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