12 oct 2015

Chihuahua, tierra de guerrillas/Marco Rascón

Revista Proceso # 2032, 10 de octubre de 2015-10-12
Chihuahua, tierra de guerrillas/MARCO RASCÓN
A 50 años del ataque al cuartel de Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965, sus repercusiones siguen presentes en el país. Particularmente en la década posterior, Chihuahua fue escenario de por lo menos cuatro movimientos guerrilleros que trazan una línea continua a partir de esa fecha:
 –La guerrilla de Óscar González Eguiarte, que se verificó entre 1967 y 1968 con la participación del preparatoriano Carlos Armendáriz. Ambos fueron muertos por el Ejército Mexicano, que los perseguía y los cercó en Tepozaco, Sonora, tras el derribo de un helicóptero y la toma de un aserradero en Tomochi, Chihuahua.
 –El Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), que actuó de 1969 a 1974. Sus miembros eran maestros y estudiantes normalistas, entre los que se encontraban Alma Gómez, hija del doctor Pablo Gómez –quien participó en el asalto al cuartel de Madera–, y Minerva Armendáriz, hermana de Carlos Armendáriz. Ellas, junto con Juan Chávez y José María Casavantes (prófugo), fueron detenidas cuando se hallaban en proceso de organización después de consumar diversas acciones armadas. Se les perseguía por el entrenamiento de sus fundadores en Corea del Norte.

 –El grupo llamado “Los Guajiros” (1970-72), que bajo la dirección de Diego Lucero incursionó como guerrilla urbana asaltando tres bancos en la ciudad de Chihuahua el 15 de enero de 1972 y desató amplias movilizaciones en la universidad del estado, en sindicatos y colonias populares que dieron origen al Comité de Defensa Popular. Este grupo, ligado a la guerrilla de Lucio Cabañas, del Partido de los Pobres, tenía por objetivo el abastecimiento de armas desde la frontera y abrir un nuevo foco guerrillero como parte de un plan estratégico que se proponía dar carácter nacional a la lucha armada. Sus integrantes, básicamente preparatorianos y universitarios de Chihuahua, Jalisco, Nayarit y Baja California, fueron el núcleo de donde nacieron, en mayo de 1973, las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP). Éstas, luego de un canje por el cónsul estadunidense en Guadalajara, lograron la liberación y el transporte a Cuba de 30 guerrilleros presos en Chihuahua, Lecumberri, Guerrero y Sonora. Posteriormente dicho grupo efectuó el secuestro espectacular de José Guadalupe Zuno, suegro del entonces presidente Luis Echeverría, generando una violenta reacción del gobierno.
 –La Liga Comunista 23 de Septiembre, que se desarrolló en Chihuahua de 1973 a 1979 y estaba conformada por católicos radicalizados y segmentos del grupo “Los Enfermos” provenientes de la Universidad de Sinaloa. La Liga 23 de Septiembre, creada a raíz del intento de secuestro y muerte de Eugenio Garza Sada, originó la práctica de las desapariciones de guerrilleros, que entre 1973 y 1982 superaron la cantidad de 650. Su nombre fue adoptado como homenaje al asalto al cuartel de Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965.
 La combinación de luchas sociales y armadas en el estado de Chihuahua marcó la evolución de la izquierda regional, que se planteó objetivos claramente insurreccionales y revolucionarios. La lucha político-electoral siempre estuvo en un relegado segundo y tardío lugar, lo cual permitió al PAN, a partir de los años ochenta, llenar el vacío opositor en las urnas y crecer frente al PRI como un bipartidismo que representa hasta ahora a las diversas facciones de la oligarquía, sin amenazas electorales desde la izquierda.

A Chihuahua, cuna de la Revolución Mexicana, regresaron a gobernar, como parte de un pacto posrevolucionario, las viejas familias de la oligarquía porfiriana, reconstruyendo, con sus descendientes y herederos de militares que pasaron del villismo al carrancismo y al callismo, los viejos latifundios, la posesión de bosques y minas, o dedicadas a la ganadería de exportación.

Los latifundios al estilo de Luis Terrazas no sólo sobrevivieron, sino que se convirtieron en la base económica de Chihuahua y el norte bajo la discrecionalidad y el apoyo del poder federal. De ahí nació la nueva oligarquía norteña propietaria de aserraderos, plantas de celulosa, acero, bancos e inmobiliarias, imponiendo a la propuesta ejidal una estructura neolatifundista.

El agrarismo cardenista permaneció refugiado desde los años treinta, y resurgió organizando luchas campesinas desde las normales rurales de Salaices y Saucillo, donde la tarea magisterial y agrarista fueron la base de formación crítica y militante contra esa nueva oligarquía chihuahuense.

Desde la Revolución, el estado de Chihuahua nunca ha dejado de estar polarizado. El antivillismo y el anticardenismo se convirtieron, a partir de los años de la Guerra Fría (1950-1970), en un profundo anticomunismo y en una visión reaccionaria dominada por latifundistas, ganaderos y banqueros.

Investidos de un supuesto orgullo norteño, en el fondo tienen ellos un viejo resentimiento regionalista frente “al centro”, y de ahí su identificación plena con el macarthismo y las derechas, llegando hasta la histeria ante la amenaza comunista. Ese delirio reac­cionario en la tierra de los defensores de la República liberal y que fue cuna de la Revolución Mexicana fue creciendo frente a la simpatía de normalistas, agraristas, sindicalistas, maestros, universitarios y profesionistas, muchos de ellos unidos al Movimiento de Liberación Nacional (MLN), convocado por el general Lázaro Cárdenas durante 1962 en defensa de la Revolución Cubana, que también alteraba a los reaccionarios.

En el terreno de la lucha social, éste fue un factor para el desarrollo de las ideas y las exigencias de derechos agrarios contra los viejos latifundios en manos de extranjeros y caciques, particularmente en la sierra de Chihuahua. Esto implicó el desarrollo del lombardismo y su Partido Popular Socialista (PPS), del Partido Comunista y su Central Campesina Independiente (CCI), así como de otras corrientes campesinas provenientes de Sonora, de los valles del Yaqui y de la región lagunera en Coahuila y Durango, donde se dio una fuerte influencia cardenista.

Sin duda, este fue el contexto social, político e ideológico que inspiró el ataque al cuartel de Madera en la sierra de Chihuahua el 23 de septiembre de 1965, marcado por la espiral de represión y el amasiato entre la oligarquía norteña y sus gobiernos.

Ese día cayeron en combate Arturo Gámiz García, profesor rural y principal dirigente de la guerrilla; Pablo Gómez Ramírez, médico y profesor de la Escuela Normal Rural “Ricardo Flores Magón” de Saucillo, Chihuahua; Emilio Gámiz García, estudiante y hermano de Arturo; Antonio Scobell, campesino; Óscar Sandoval Salinas, estudiante de la Escuela Normal del Estado; Miguel Quiñones Pedroza, profesor rural y egresado de la Escuela Normal Rural “Abraham González” de Salaices; Rafael Martínez Valdivia, profesor rural, y Salomón Gaytán, campesino de Dolores, Madera.

Tras el asalto al cuartel de Madera, cuando los guerrilleros muertos iban a ser sepultados, el cura del lugar se negó a bendecir a los caídos por ser comunistas, y, a manera de oratorio, al pie de la fosa común, el gobernador Práxedes Giner Durán pronunció aquella célebre frase neoporfiriana: “Querían tierra… ¡denles hasta que se harten!”.

Gustavo Díaz Ordaz, siendo presidente de la República, solicitó al general Lázaro Cárdenas encabezar una comisión para determinar las causas de la rebelión encabezada por Arturo Gámiz que había cimbrado al estado y al país.

El diagnóstico no se hizo esperar y fue contundente: La causa social era sin duda la injusticia agraria y la existencia de grandes latifundios disfrazados de pequeña propiedad ganadera y protegidos por grupos paramilitares. La causa política e ideológica: El asalto al cuartel era el anuncio de una nueva Revolución.

Por ello, para la izquierda mexicana Madera significa un parteaguas y un deslinde profundo de las tesis insurreccionales contra el camino al socialismo vía los procesos electorales, el cual reaparece en 1988, uniendo muchas raíces políticas e ideológicas, así como distintas formas de lucha desarrolladas desde la izquierda. Es un trazo de acontecimientos que pasaron de lo social a la lucha armada y política, ante la cerrazón y la aplicación de políticas represivas por parte del régimen contra sus opositores.

Es ahí, entre estas experiencias históricas, donde se halla la consistencia de la izquierda mexicana, pues abarca al 68, a las guerrillas urbanas y rurales posteriores a 1971, las movilizaciones contra la austeridad, las originadas por el sismo de 1985, las derivadas del fraude electoral de1988, hasta llegar a la insurrección del EZLN en 1994.


A 50 años del asalto al Cuartel de Madera, ese trazo continúa como perspectiva de una ideología de liberación nacional que busca nuevos proyectos de nación.  l

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