Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Soberanes: un conservador sin argumentos
Soberanes: un conservador sin argumentos
Excelsior, 29/02/2008;
En una entrevista que le hicieron a Steven Spielberg le preguntaron cuál era la palabra que más detestaba. “No”, contestó sin parpadear. Fue la aguda respuesta de un genio cinematográfico que sacudió las estructuras tradicionales de Hollywood. Y es que “no” es la palabra favorita de los conservadores que rehúsan desafiar el orden establecido. “No” es precisamente lo que dice el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) cuando se trata de reformas trascendentales.
José Luis Soberanes, conservador de pura cepa, tiene el “no” en la punta de la lengua. Sobre la eventual instauración de los juicios orales en México, el ombudsman nacional dijo, con aires de superioridad, que era “realmente una tomadura de pelo”. Y sus argumentos para sustentar esta afirmación fueron los siguientes: “En México no hay las condiciones ni los recursos humanos y financieros para un proyecto de esta naturaleza”. Predijo, por tanto, que dentro de “ocho años vamos a ver cómo se echan para atrás”.
El argumento de Soberanes es no porque no, y punto. ¿Que no hay las condiciones para que tengan éxito los juicios orales? Pues vamos construyéndolas; la reforma constitucional le da hasta ocho años a los estados y la Federación para hacerlo. ¿Que no hay los recursos humanos? Pues, doctor Soberanes, para eso están las universidades y los cursos de capacitación: para entrenar a la gente en el nuevo sistema penal. ¿Y los recursos financieros? Pues ya los poderes legislativos y ejecutivos se encargarán de asignarlos a los poderes judiciales. Francamente los argumentos de Soberanes son absurdos. No porque no. El “no” como impulso reflexivo de la mente conservadora.
Ya el conservador Soberanes había presentado argumentos endebles para oponerse a otra reforma trascendental. Hace unos meses, cuando el Gobierno del Distrito Federal despenalizó el aborto, el ombudsman nacional también dijo que “no”. Por sus pistolas, sin consultar al Consejo Consultivo de la CNDH, presentó una demanda de inconstitucionalidad de esta ley ante la Suprema Corte de Justicia argumentando un derecho a la vida que no está explícito en ninguna parte de la Constitución. Sin embargo, en la demanda de la CNDH se argumenta que “al prohibirse la pena de muerte de manera absoluta, es dable interpretar en sentido contrario que se está salvaguardando la vida, pues donde no hay muerte sólo cabe la vida”. Sesudo argumento, de la misma calaña que los esgrimidos en contra de los juicios orales.
En una sociedad es muy legítimo y sano que existan conservadores que se opongan a modificar el orden establecido. Pero que lo hagan con argumentos lógicos y evidencia empírica sólida. Lo que no se vale es decir que “no” por sistema sacándose razonamientos de la manga como hace Soberanes.
Dice el ombudsman que aquí no se puede. ¿Acaso los mexicanos somos inferiores a los chilenos y los colombianos que implementaron los juicios orales con gran éxito? Imagino al doctor Soberanes en 1821 afirmando que eso de la Independencia es “una tomadura de pelo” porque “en México no hay las condiciones ni los recursos humanos y financieros para un proyecto de esta naturaleza”. Mejor seguir dependiendo de España. Mejor no atreverse a cambiar. Mejor quedarse con el sistema imperante aunque ya no funcione.
Al mismo tiempo que el conservador mexicano José Luis Soberanes recetaba otro “no” sin argumentos, en Estados Unidos fallecía un conservador que dedicó su vida a elaborar argumentos brillantes: William F. Buckley Jr. Cuando escuché las declaraciones del ombudsman nacional sobre los juicios orales recordé una frase célebre de Buckley Jr.: “Me gustaría tomarlo en serio pero hacerlo sería una afrenta a su inteligencia.
En una entrevista que le hicieron a Steven Spielberg le preguntaron cuál era la palabra que más detestaba. “No”, contestó sin parpadear. Fue la aguda respuesta de un genio cinematográfico que sacudió las estructuras tradicionales de Hollywood. Y es que “no” es la palabra favorita de los conservadores que rehúsan desafiar el orden establecido. “No” es precisamente lo que dice el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) cuando se trata de reformas trascendentales.
José Luis Soberanes, conservador de pura cepa, tiene el “no” en la punta de la lengua. Sobre la eventual instauración de los juicios orales en México, el ombudsman nacional dijo, con aires de superioridad, que era “realmente una tomadura de pelo”. Y sus argumentos para sustentar esta afirmación fueron los siguientes: “En México no hay las condiciones ni los recursos humanos y financieros para un proyecto de esta naturaleza”. Predijo, por tanto, que dentro de “ocho años vamos a ver cómo se echan para atrás”.
El argumento de Soberanes es no porque no, y punto. ¿Que no hay las condiciones para que tengan éxito los juicios orales? Pues vamos construyéndolas; la reforma constitucional le da hasta ocho años a los estados y la Federación para hacerlo. ¿Que no hay los recursos humanos? Pues, doctor Soberanes, para eso están las universidades y los cursos de capacitación: para entrenar a la gente en el nuevo sistema penal. ¿Y los recursos financieros? Pues ya los poderes legislativos y ejecutivos se encargarán de asignarlos a los poderes judiciales. Francamente los argumentos de Soberanes son absurdos. No porque no. El “no” como impulso reflexivo de la mente conservadora.
Ya el conservador Soberanes había presentado argumentos endebles para oponerse a otra reforma trascendental. Hace unos meses, cuando el Gobierno del Distrito Federal despenalizó el aborto, el ombudsman nacional también dijo que “no”. Por sus pistolas, sin consultar al Consejo Consultivo de la CNDH, presentó una demanda de inconstitucionalidad de esta ley ante la Suprema Corte de Justicia argumentando un derecho a la vida que no está explícito en ninguna parte de la Constitución. Sin embargo, en la demanda de la CNDH se argumenta que “al prohibirse la pena de muerte de manera absoluta, es dable interpretar en sentido contrario que se está salvaguardando la vida, pues donde no hay muerte sólo cabe la vida”. Sesudo argumento, de la misma calaña que los esgrimidos en contra de los juicios orales.
En una sociedad es muy legítimo y sano que existan conservadores que se opongan a modificar el orden establecido. Pero que lo hagan con argumentos lógicos y evidencia empírica sólida. Lo que no se vale es decir que “no” por sistema sacándose razonamientos de la manga como hace Soberanes.
Dice el ombudsman que aquí no se puede. ¿Acaso los mexicanos somos inferiores a los chilenos y los colombianos que implementaron los juicios orales con gran éxito? Imagino al doctor Soberanes en 1821 afirmando que eso de la Independencia es “una tomadura de pelo” porque “en México no hay las condiciones ni los recursos humanos y financieros para un proyecto de esta naturaleza”. Mejor seguir dependiendo de España. Mejor no atreverse a cambiar. Mejor quedarse con el sistema imperante aunque ya no funcione.
Al mismo tiempo que el conservador mexicano José Luis Soberanes recetaba otro “no” sin argumentos, en Estados Unidos fallecía un conservador que dedicó su vida a elaborar argumentos brillantes: William F. Buckley Jr. Cuando escuché las declaraciones del ombudsman nacional sobre los juicios orales recordé una frase célebre de Buckley Jr.: “Me gustaría tomarlo en serio pero hacerlo sería una afrenta a su inteligencia.
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