22 sept 2008

Para entender el narcoterror

Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Apuntes para entender el narcoterrorismo
El gobierno mexicano parece tener dudas en cómo calificar los atentados del pasado 15 de septiembre en Morelia. Algunos funcionarios rehúsan llamarlos como actos terroristas o, para ser más exactos, de narcoterrorismo. Más claro ha sido el embajador estadunidense quien dijo: “Creo que los narcoterroristas han subestimado terriblemente la valentía y fuerza de los mexicanos”. Como deja entrever Antonio O. Garza, que algo sabrá, el narcoterror ha llegado a México. Y en este sentido, tenemos que entender este fenómeno inédito en nuestro país. Al
respecto, presento siete apuntes.
1. De acuerdo con el sitio narcoterror.org, Fernando Belaúnde Terry fue el primero en utilizar el concepto de narcoterrorismo en 1983. El ex presidente peruano se refería a los ataques terroristas en contra de la policía antinarcóticos en su país. Sin embargo, hoy en día el concepto tiene una definición más amplia. Se trata del uso sistemático de amenazas y actos violentos en contra de la población civil por parte de los traficantes de droga para influir en las políticas gubernamentales relacionadas con este negocio ilegal.
2. El mayor narcoterrorista de la historia ha sido, hasta ahora, el colombiano Pablo Escobar Gaviria. El jefe del cártel de Medellín, el principal en la década de los ochenta en Colombia, comenzó a intimidar al gobierno que combatía su negocio. Lo primero que hizo fue asesinar a personajes de alto perfil. El conflicto escaló. El gobierno anunció que extraditaría a los jefes del narcotráfico, incluido Escobar quien le tenía pánico a terminar en una cárcel de Estados Unidos. Decía que prefería una tumba en Colombia. Vino entonces la mayor ola de narcoterrorismo de la historia. Todo para presionar al gobierno colombiano para que Escobar y los otros extraditables no fueran entregados a la justicia estadunidense. El recuento de aquellos años arroja cientos de secuestros y miles de ejecuciones incluidas la de un ministro de Justicia, un procurador general, dos candidatos presidenciales, el director del periódico El Espectador y varios periodistas más. También explotaron bombas por toda Colombia. Las más mortíferas fueron las que detonaron a las afueras del edificio del DAS, el órgano de inteligencia colombiano, que dejaron más de setenta muertos y la que explotó en un avión de pasajeros en pleno vuelo que mató a 107 personas.
3. El narcoterrorismo se trata de una vil extorsión. El narcotraficante realiza actos de terror en contra de la población civil para generar miedo. La población, en un primer momento, cierra filas en torno a su gobierno pero luego comienza a presionarlo producto de la desesperación. Los narcotraficantes prometen al gobierno que cesarán los actos de terror si acceden a sus demandas, en particular que los dejen operar con toda libertad su negocio ilegal. Si el gobierno negocia y accede, se consuma la extorsión.
4. La historia de Escobar sugiere, sin embargo, que al gobierno, y en última instancia a la sociedad, no le convienen acceder a la extorsión. El capo de Medellín efectivamente logró amedrentar al gobierno de Virgilio Barco. Hubo una negociación en la que el narcotraficante se entregó a la justicia a cambio de que no lo extraditaran a Estados Unidos y lo encerraran en una cárcel que él mismo construyó. ¿Y qué ocurrió? Pues que Escobar siguió operando su negocio desde una jaula de oro. La violencia continuó en Colombia. Cuando el gobierno se dio cuenta de que el narcotraficante no estaba cumpliendo con su palabra, se dio la orden de trasladarlo a una cárcel verdadera. Pero Escobar se fugó. Estuvo a salto de mata durante algún tiempo hasta que la Policía Nacional lo encontró. Ese día, murió. La lección es muy clara: el gobierno no puede dejarse extorsionar por un criminal que está dispuesto a matar a civiles inocentes. Los narcoterroristas no son caballeros ingleses que cumplen con su palabra.
5. En el caso de Morelia existe la hipótesis de que un grupo de narcos (Los Zetas) realizó el atentado para que el gobierno reaccionara con severidad en contra de otro grupo de narcos (La Familia) que son quienes controlan esa plaza. En este sentido, el acto terrorista no se trataría de una extorsión sino de una táctica maquiavélica para combatir a una banda rival. Pero, de comprobarse esta hipótesis, de ninguna manera puede considerarse como un paliativo. Lo cierto es que, independientemente de las causas, un grupo de criminales atentó en contra de la población civil para infundir miedo y eso se llama terrorismo.
6. En un libro sobre Sendero Luminoso, Gabriela Tarrazona argumenta que el terrorismo, incluido el narcoterrorismo, no debe tratarse como un acto criminal común. De acuerdo con la abogada, en el caso peruano “mientras que las tácticas gubernamentales llevaron a una gran cantidad de arrestos y encarcelamientos, a los magistrados (del Poder Judicial) les faltaba la protección y el entrenamiento personal para manejar eficazmente los casos terroristas”. Además, según Tarrazona, las constantes disputas entre la policía y el ejército sólo fortalecieron la posición de los narcoterroristas en Perú.
7. De estas reflexiones se infiere que el narcoterrorismo es un fenómeno diferente al combate al crimen organizado. Que implica una estrategia distinta del Estado. Una estrategia que requiere la participación activa de los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial); que demanda que la policía y las fuerzas armadas dejen a un lado sus diferencias; y que necesita del apoyo inequívoco de la sociedad. Lo ocurrido en Morelia no puede considerarse como un simple acto más en la guerra en contra del crimen organizado. Es el principio de una nueva etapa en la que ya se hizo presente el execrable fenómeno del narcoterrorismo en México.

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