Jorge
Carpizo demandó a la periodista Anabel Hernández por haberle causado daño moral
con su libro “Los señores del narco”, editado en 2010 por la editorial Random
House Mondadori, que es codemandada.
La defensora de Carpizo es Perla Gómez Gallardo, coordinadora del proyecto académico Todos Por el Derecho a la Información, auspiciado por la UAM Cuajimalpa, y quien ha defendido a periodistas como Miguel Angel Granados Chapa, Alfredo Rivera, Lorenzo Meyer y Eduardo Huchim.
Carpizo, presentó
la demanda el 10 de enero de este año, dos años después de que el libro “Los señores
del narco” fue editado.
“Con plena convicción de que el periodismo de
investigación debe defenderse en México”, expone Carpizo en el comunicado, es
que presentó demanda de daño moral en contra de la periodista Anabel Hernández,
“en virtud de que con el pretexto de la libertad de expresión, calumnia y
miente” en su libro “Los señores del narco” en lo referente a él.
“Sin validar fuente alguna, teniendo a la mano
diversos documentos públicos y libros, la periodista hizo una serie de
afirmaciones que carecen de verdad y sustento en contra de Jorge Carpizo, quien
en uso legítimo de sus derechos defiende su honor”.
Carpizo, solicita
al juez sexagésimo quinto de lo Civil, Julián Enríquez Escobedo, “emita una
sentencia que permita resarcir el daño causado, y que propicie la buena
investigación periodística”.
Radicada en ese juzgado, con el número de expediente 64/2012 Secretaría B, la demanda
de Carpizo exige que el juez ordene a Hernández y a la editorial que en los
libros en circulación les sea insertada “una aclaración” sobre las imputaciones
que se le hacen, lo mismo que en las futuras ediciones.
Además, el
exprocurador pide que se inserte también un extracto de la sentencia en los
ejemplares del libro, pero que además la periodista y la editorial se hagan
cargo de las costa del juicio.
En la
demanda, Carpizo invoca la Ley de Responsabilidad Civil para la Protección del
Derecho a la Vida Privada, el Honor y la Propia Imagen en el Distrito Federal
para solicitarle al Tribunal de Justicia emita la sentencia por daño moral.
El
comunicado de Carpizo proclama: “Por la defensa responsable y ético de la
libertad de expresión en México. Por un periodismo de investigación que
realmente sea tal”.
La revista
Proceso
publica este texto de Ernesto Villanueva
Jorge Carpizo vs. Anabel Hernández/
Revista Proceso # 1844, 4 de marzo de 2012
Entre el ejercicio de la libertad de expresión y la
protección de los derechos al honor, a la vida privada y a la propia imagen
hay, con cierta frecuencia, una línea tenue que requiere un análisis caso por
caso. Para saber qué derecho prevalece debe hacerse un estudio ponderando los
derechos en pugna bajo un juicio de proporcionalidad. Es lo que ahora sucederá con la
demanda por daño moral que ha
interpuesto, en días pasados, Jorge Carpizo (teniendo como abogada a la doctora
Perla Gómez Gallardo, defensora reconocida de la libertad de expresión
responsable) contra Anabel Hernández,
autora de la obra Los señores del narco,
editada por Random House Mondadori.
El caso fue
turnado al juez Sexagésimo Quinto de lo Civil, Julián Enríquez Escobedo, con el
número de expediente 64/2012. Dicho litigio es importante porque
podrá arrojar nuevas definiciones o confirmar las existentes por lo que hace a
los criterios judiciales sobre los alcances y los límites de la libertad de
expresión. Veamos por qué.
Primero. Nadie puede estar en contra del periodismo
de investigación, que permite ensanchar el derecho a saber de los
gobernados y a poner bajo el escrutinio público hechos que pueden constituir
delitos o faltas a la ley. Daniel Santoro, uno de los periodistas de
investigación con mayor prestigio en el hemisferio, señala a sus colegas que
“nuestro mejor arsenal serán las entrevistas grabadas, el chequeo de datos en
otras fuentes y los documentos. Así blindaremos la nota…” (Técnicas de
investigación, FCE, México, 2004, página 124). Ese blindaje es fundamental para
librarse de demandas civiles o denuncias penales, o bien, para enfrentar tales
procesos judiciales con las pruebas en la mano. Lo peor que puede hacer uno es
imputar la comisión de delitos a una persona sin asideros probatorios que
eviten, por un lado, enfrentar procesos legales y, por otro, perder la
credibilidad, que es el mayor capital de un periodista y/o de un medio de
comunicación. Por supuesto, a mayores afirmaciones de que alguien actuó al
margen de la ley, mayores datos probatorios deben mostrarse para no dejar
aspectos que pongan en riesgo la calidad de la investigación.
Segundo. En el
Distrito Federal existe desde 2006 la Ley de Responsabilidad Civil para la
Protección del Derecho a la Vida Privada, el Honor y la Propia Imagen en el
Distrito Federal, que protege los derechos citados y tiene la bondad de no ser
penal; es decir, no incluye sanciones con penas privativas de la libertad, ni
deja al criterio del juez establecer castigos de grandes sumas de dinero que
podrían dejar al periodista en la calle.
Lo que hace, eso sí, es fincar responsabilidades a través del mismo instrumento
mediante el cual se hubieran lesionado algunos de los derechos de la
personalidad: los medios de comunicación.
En su obra, Los
señores del narco, Anabel Hernández realiza una compleja investigación
sobre las relaciones entre el narco, los políticos y los empresarios. Hay, en efecto, porciones de la obra
documentadas, pero otras carecen de fuentes, lo cual nunca es aconsejable,
menos aún cuando se trata de un tema tan delicado. En su obra, Anabel formula,
en esencia, tres imputaciones que podrían caber en lo que la ley en cuestión
llama “insinuaciones insidiosas”. Así, por ejemplo, afirma que con motivo de la
captura de Joaquín Guzmán Loera se distribuyó la suma de un millón de dólares
de recompensa, de los cuales fueron repartidos 600 mil dólares. “Sin embargo –asegura Anabel–, nadie sabe
qué pasó con los otros 400 mil dólares de la recompensa. Hay quienes insinúan
que Jorge Carpizo se los quedó” (páginas 45 y 46). Es de llamar la atención
que una periodista con amplia experiencia como Anabel Hernández no hubiera
revisado el boletín 269/93 de la PGR, del 1 de julio de 1993, titulado Pagos de la recompensa ofrecida por la
captura de Joaquín Guzmán Loera, en el cual se detalla el destino de todos los
recursos erogados.
Tercero. En la
obra referida, la periodista formula dos afirmaciones más que buscan involucrar
al exrector de la UNAM en actos violatorios de la ley. En ambos casos, Carpizo
refuta las afirmaciones que lo denuestan, con documentos oficiales hechos
públicos en su momento y que actualmente obran en la biblioteca de la propia
Procuraduría General de la República. Es de esperar que Anabel Hernández
explique a las autoridades judiciales cómo pudo llegar a elementos de
convicción sin haber contrastado sus datos con lo que tuviera que decir en su
descargo el afectado, Jorge Carpizo, quien podría haberle proporcionado la
orientación necesaria y/o los documentos oficiales que sustentaran sus dichos.
Estos documentos forman parte de los anexos y copias certificadas de esta
demanda.
La práctica de contrastar fuentes no es una ocurrencia
mía. Está prevista como un deber en todo código de ética periodística. Así, por
ejemplo, el Código Ético de la
Federación de Asociaciones Periodísticas de España dispone que: “13. El
compromiso con la búsqueda de la verdad llevará siempre al periodista a
informar sólo sobre hechos de los cuales conozca su origen, sin falsificar
documentos ni omitir informaciones esenciales, así como a no publicar material
informativo falso, engañoso o deformado. En consecuencia: a) Deberá fundamentar
las informaciones que difunda, lo que incluye el deber de contrastar las
fuentes y el de dar la oportunidad a la persona afectada de ofrecer su propia
versión de los hechos”.
Habrá que ver con qué pruebas de sus dichos cuenta Anabel
Hernández y por qué no fueron citadas en su obra. Será, por supuesto, la
autoridad judicial la que tenga la última palabra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario