Revista
Proceso
# 2021, 25 de julio de 2015..’’
Todo
el poder militar contra las autodefensas/GLORIA LETICIA DÍAZ Y FRANCISCO
CASTELLANOS
Una
vez más el Ejército mexicano ataca a civiles desarmados. Ahora, en Ostula,
Michoacán, policías y militares disolvieron a tiros un plantón. Un niño de
apenas 12 años murió. El motivo del bloqueo ciudadano fue la detención de Semeí
Verdía, líder de autodefensas que combatía con denuedo a Los Caballeros
Templarios, esos mismos que las fuerzas federales no logran ver por ningún lado
y a quienes incluso vitorearon mientras disparaban contra la población
indefensa.
XAYAKALAN,
MICH.- A un año de que se perpetraron las ejecuciones extrajudiciales de al
menos 15 personas en Tlatlaya, Estado de México, tropas del Ejército son
señaladas una vez más por atacar a población indefensa, con saldo de un niño
muerto y seis personas lesionadas, entre ellas una niña de seis años.
Otro
comunero resalta que los vehículos militares no se detuvieron pese a los gritos
de dolor de los heridos y de espanto de los pobladores. “Se cruzaron con un
cortejo fúnebre, eran como 80 personas en unas camionetas, y les gritaron que
se detuvieran, que había balazos.
“Con
un altavoz gritaron: ‘¡Arriba Los Caballeros Templarios!’. Los que acompañaban
al muertito se asustaron y dejaron pasar las camionetas. Cuando pasaron por
aquí ya estábamos levantando a los heridos”.
La
fachada de unos cuatro metros del restaurante hotel La Costa de Michoacán está
marcada con 11 letras que indican los impactos que dañaron el inmueble; siete
se incrustaron en la pared del fondo del local. Uno de esos tiros atravesó la
cabeza de Edilberto e hirió a Nataly y a Edith.
Edilberto,
el menor de ocho hijos de Miguel Reyes y Emilia García, llegó a refugiarse al
restaurante donde había dejado resguardadas a su sobrina Nataly y a otra
pequeña, antes de pasar a la miscelánea a comprar pañales. No libró las balas
de los militares.
Emilia
García expresa a los reporteros su coraje y dolor por la muerte del menor de
sus hijos por las balas del Ejército, sobre todo porque la primera versión
oficial sobre el deceso alegaba que Edilberto estaba entre los manifestantes.
Además exige la libertad de Verdía, su compadre.
Acompañada
de sus hijas, una de ellas Ernestina, madre de Nataly, truena contra los
soldados: “Yo sé que no voy a ganar nada, que no voy a revivir a mi hijo, pero
quiero justicia, que digan la verdad, ¿qué delito cometió mi hijo? Manden a la
chingada a los soldados, nomás vinieron a matar a mi hijo”.
Cansada
de llorar, la mujer repite “fueron los soldados” cuando recuerda que desde su
local, una palapa a unos 150 metros, pudo observar el paso de los vehículos
militares y cómo a cuatro tronidos de pistola le siguieron las ráfagas.
Niega
que la presencia de tropas hayan significado para la zona seguridad, lo que,
sostiene, sí se advertía en los últimos dos años que Verdía estuvo al frente de
la policía comunitaria.
Los
testigos recuerdan que después de los hechos empezaron a recoger los casquillos
percutidos de ambos lados de la carretera. Algunos fueron recuperados por los
visitadores de la CNDH y otros los tiene la Fuerza Rural. Los calibres son 7.62
X 89, de FAL, .223 y .9 mm, todos de uso exclusivo de las fuerzas armadas y
policiacas.
La
captura de Verdía
Antes
de los disparos, del otro lado del puente, en el Duin, Germán Ramírez Sánchez,
lugarteniente de Verdía, discutió con quien se presentó como el coronel Samuel
Nares Hernández, responsable del operativo.
“Me
dijo que pertenecía al 65 Batallón de Infantería, pero su uniforme clarito
decía que era del 86 –cuenta–; que venía de Coalcomán, pero sabemos que
procedían de Morelia. También negó que hubiera ordenado la detención del
comandante Semeí, sino que ellos habían recibido órdenes de acompañar a la
Fuerza Ciudadana (policía estatal) para hacer la detención.”
El
86 Batallón de Infantería tiene sede en Acaponeta, Nayarit, en tanto que el 65
está en Coalcomán y fue inaugurado el 24 de febrero de este año por Peña Nieto.
Nares
no es extraño en Michoacán. Formaba parte del equipo del exsecretario de
Seguridad Pública estatal, Alberto Reyes Vaca, quien estuvo al frente de la
dependencia entre el 15 de mayo de 2013 y el 14 de enero del año siguiente.
Nares fue nombrado subsecretario de Prevención y Readaptación.
Según
fuentes oficiales, las tropas del 86 Batallón llegaron cuatro días antes a la
zona indígena de la costa michoacana “para la detención de Semeí Verdía”, en
apego a una decisión de los gobiernos estatal y federal tomada por lo menos dos
semanas antes.
Maestro
de primaria, Ramírez Sánchez, nombrado por asamblea de pueblos el martes 21 con
los mismos cargos de Verdía, confía en entrevista: “En la sierra los
malandrines celebraron anticipadamente el arresto de Semeí. Gritaban: ‘¡No que
no se podía, hijos de la chingada!’, y accionaron sus armas, ya sabían de la
detención”.
Insiste
en que la detención fue una “traición”, porque las armas que portaba Verdía se
las otorgó el gobierno estatal y tenía las licencias correspondientes de la
Secretaría de la Defensa y de la Secretaría de Seguridad Pública estatal.
Verdía
no era el único objetivo. También el comandante de Coahuayana, Héctor Zepeda
Navarrete, de la Fuerza Rural.
En
entrevista, Zepeda resalta que, en la víspera de la detención de Verdía, éste
se comunicó con él para que asistiera a una reunión en La Placita, convocada
por el subsecretario de Seguridad Pública, Adolfo Eloy Peralta, para “validar
las camionetas blindadas que nos dieron a él y a mí, después de la última
emboscada”.
“El
subsecretario de Seguridad Pública de Michoacán nos estaba pidiendo que le
lleváramos las camionetas blindadas a Morelia –añade–, supuestamente para que
la nueva administración viera dónde estaban. Semeí les dijo que no, que iba a
hablar con unas personas de la nueva administración, no sé con quiénes, para
que vinieran a checarlas aquí. Me dijo que tenía que estar en La Placita a las
10:00, pero por mi seguridad no le dije que no iba a ir.”
Verdía
fue detenido mientras almorzaba en uno de los puestos del centro del pueblo.
Cuando los integrantes de Fuerza Ciudadana llegaron, acompañados por la
psicóloga cubana María Emilse Arrue Hernández –que a instancias de Alfredo
Castillo participa como intermediaria con los autodefensas–, Verdía los invitó
a almorzar. Un hombre alto, moreno y fornido se acercó a saludar y de repente
lo tomó por el cuello con el brazo izquierdo y con la derecha lo encañonó con
una pistola en el cuello. Los dos escoltas que en ese momento acompañaban al
comandante en la mesa fueron sometidos por soldados que los tiraron al suelo.
De
la detención el gobierno del estado dijo en un boletín que Verdía fue detenido
durante “un recorrido” de prevención de delito, asegurándole “un fusil AR-15,
calibre .223 milímetros, con un cargador abastecido con 27 cartuchos útiles, un
fusil AK-47, con un cargador abastecido con 30 cartuchos útiles calibre 7.62X39
milímetros y un arma de fuego tipo escuadra, calibre .9 milímetros, con un
cargador abastecido con 12 cartuchos útiles”.
Para
Zepeda, la detención de Verdía es una evidencia de que “el Ejército está
coludido con Los Caballeros Templarios. Ellos saben qué armas tenemos porque
ellos nos dieron los permisos. ¿Por qué no van a Apatzingán con los Blancos de
Troya que hasta lanzacohetes tienen? ¿Dónde están las armas que se robaron Los
Viagras? Van contra la comunidad indígena de Ostula porque no les generamos
dinero. Nosotros sacamos a los templarios y ahora el gobierno los quiere de
vuelta”.
El
trato de la Policía Comunitaria de Ostula con el Ejército, la Marina y la
Policía Federal (PF) no ha sido terso.
En
mayo de 2010, luego de la formación de la organización en 2009, militares
allanaron el domicilio donde los comunitarios guardaban sus armas, para
asegurarlas, y un convoy de la Marina los desarmó, además de que, en diciembre
de 2012, un grupo de la PF que acompañaba por la región a miembros del
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad los abandonó a su suerte en las
inmediaciones de Xayakalan. Fueron secuestrados por hombres armados y Trinidad
de la Cruz, líder comunitario, fue torturado y asesinado. (Proceso 1646 y
1832).
Hijo
de Diego Ramírez, secuestrado, torturado y asesinado el 26 de julio de 2008 –el
primero en la lista de 33 líderes comunitarios indígenas ejecutados hasta la
fecha, además de seis desaparecidos–, Germán resalta que la comunidad tiene
como pruebas contundentes de la colaboración del Ejército y la Marina con los
templarios “a nuestros muertos y desaparecidos, hechos que pasaron enfrente de
sus narices”.
Recuerda
que cuando la comunidad indígena se organizó para defender sus tierras de manos
del jefe de plaza del narcotráfico, Federico González, y del cacique Mario
Álvarez, en 2009, “logramos que se instalara un retén de la Marina, pero en los
últimos seis años sólo han protegido a los delincuentes”.
La
zona recuperada, Xayakalan, “era un refugio de los malandrines, y los marinos
no entraban a detenerlos porque decían que era un terreno en litigio. Había
gente armada que entraba al pueblo y hacía desmanes, y ellos (los marinos)
venían sólo a recoger a los muertos.
“Cuando
la última emboscada al comandante Semeí, pedimos apoyo a la Marina y al
Ejército, que estaban alojados en un inmueble asegurado a Felipe González, pero
nunca llegaron. Nosotros nos organizamos y perseguimos a los agresores por la
sierra; fue un enfrentamiento de cuatro horas, murieron cuatro de ellos, a
nosotros nos mataron a dos y nos hirieron a cuatro; y ya que todo había acabado
llegaron marinos y soldados a levantar los cuerpos”, sostiene.
Ante
la actuación de las fuerzas armadas, pide “que se vaya el Ejército de tierras
indígenas de Ostula, que se vayan los marinos, son unos flojos incompetentes
que han dejado pasar 33 muertes y seis desapariciones en sus
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