Revista
Proceso
# 2092, 24 de septiembre de 2016...
México,
en un vacío de poder que llena la delincuencia/
JESUSA
CERVANTES
Durante
su gestión, el panista Felipe Calderón Hinojosa pretendió combatir la
delincuencia organizada con un Estado sucio y corrupto. Contó para ello con un
gran presupuesto para instrumentar una “represión sucia con desapariciones
forzadas”.
E
insiste: las desapariciones forzadas empiezan a darse de manera fragmentada en
todo el país. “A veces son periodistas; otras, activistas sociales: otras,
empresarios que se niegan a ser extorsionados, otras pueden ser entre los
mismos delincuentes”.
En
junio de 2013 la Comisión Nacional de los Derechos Humanos contabilizó 27 mil
243, cifra similar a la que reportó la Secretaría de Gobernación: 27 mil 523.
En
marzo de 2016, el gobierno de Enrique Peña Nieto, por medio del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, admitió que la cifra
creció a 28 mil 161 personas. A ellas habría que sumar las 43 desapariciones
forzadas de los estudiantes de Ayotzinapa.
Ellos
fueron calcinados por el grupo criminal Guerreros Unidos, según “la verdad
histórica” construida por Tomás Zerón cuando fue titular de la Agencia de
Investigación Criminal de la Procuraduría General de la República. Hoy, este
personaje es secretario técnico del secretariado encargado de contabilizar a
los desaparecidos.
“Pax”
mafiosa
Edgardo
Buscaglia sostiene que, antes de combatir a la delincuencia organizada y
“lanzar a las Fuerzas Armadas o policiacas a la calle, primero se debe limpiar
mínimamente al Estado”, algo que no hizo Calderón. Y, añade, deben establecerse
controles patrimoniales democráticos a funcionarios y policías, así como una
ley de extinción de dominio que apliquen las unidades de investigación
patrimonial autónomas en cada entidad federativa que trabajen en red.
Asimismo,
dice, debe haber una prevención social y una prevención de corrupción política
para evitar la filtración del crimen organizado en las listas de candidatos a
cargos de elección popular en todos los niveles.
Si
no se limpia el Estado sucio, advierte, la corrupción aumenta exponencialmente
a nivel operativo. Y pone un ejemplo: cuando Genaro García Luna estuvo al
frente de la Agencia Federal de Investigación, los policías federales ya
estaban corrompidos.
Así,
cuando Calderón lo nombró titular de la Secretaría de Seguridad Pública y le
otorgó un presupuesto 20 veces superior, la corrupción se incrementó; peor aún,
los delitos y violaciones a los derechos humanos se dispararon, explica.
Y
puntualiza: Al incrementar el presupuesto a la Policía Federal (PF), Calderón
sólo le echó gasolina al fuego. Además, indica, lo hizo contar con
instituciones de prevención social en medio de vacíos de Estado, sin someter a
la policía a una auditoría social.
“¿Cómo
pudo ocurrírsele aumentar la capacidad represiva a través de presupuestos
altos? Lo único que hizo fue crear este tsunami de más de 27 mil
desaparecidos.”
Lo
que hoy tiene México es represión sucia con desapariciones forzadas, gente
colgada en las calles, comandos de la PF secuestrando a sus propios compañeros,
activistas sociales. Calderón nunca entendió que con un Estado fragmentado y
sucio era imposible combatir a la delincuencia organizada, sostiene Buscaglia.
Abunda:
en este clima de impunidad y corrupción, pequeños pedazos de la PF trabajan
para grupos criminales, como el Cártel de Sinaloa; otros se alinean con Los
Zetas o con La Familia Michoacana, etcétera. Hoy, ellos mismos comienzan a
limpiar sus territorios para los grupos criminales. En ese proceso de limpia
caen ángeles y demonios.
Ante
la impunidad –99.9% de las
desapariciones jamás se resuelven–, los grupos criminales piensan en los costos
y beneficios: si no hay sanción por asesinar a alguien o enterrarlo en una
fosa, las cosas pueden seguir.
En
su reporte entregado al Senado en febrero último, la Procuraduría General de la
República (PGR) indica que de agosto de 2006 a octubre de 2015 el gobierno
localizó 662 cuerpos en 201 fosas.
El
año más crítico fue 2011, cuando se detectaron 26 fosas en Veracruz, Tamaulipas
y Durango. En la última entidad había 53 cuerpos, según la PGR. Sin embargo, la
prensa local reportó 231, la mayoría no identificados, y denunció que las
autoridades estatales exhumaron los cadáveres con trascabos y retroexcavadoras,
“como si se tratara de cascajo”.
Según
el reporte de la procuraduría, entre octubre de 2014 y junio de 2015 en Iguala,
Guerrero, se descubrieron 63 fosas con 133 cuerpos: ninguno era de los
estudiantes de Ayotzinapa.
Buscaglia
comenta al respecto: Las desapariciones donde participa el crimen organizado
son por disputas territoriales, como en Durango. Cuando ello sucede, las
convenciones internaciones lo consideran
“un conflicto armado”, pues algunos elementos del Estado se alinean con
alguno de los bandos, mientras la población civil queda en medio de los
enfrentamientos.
“Durango
sufrió uno de los más altos índices de desapariciones forzadas; luego se
colapsa ese índice una vez que el Cártel de Sinaloa toma el territorio y
establece a sus funcionarios”, señala el especialista.
Explica:
dada la crónica incapacidad del Estado mexicano para procesar casos, imponer
castigos y desmantelar redes criminales por falta de controles patrimoniales,
la tasa de homicidios se reduce porque un grupo criminal se adueña del
territorio, desplaza a sus rivales y hace alianzas con el gobierno. Esa es la
pax mafiosa.
Comisión
de la verdad
Los
tsunami de desapariciones forzadas y homicidios obedecen sólo a los conflictos,
aleatorios o no, entre las redes criminales. Cuando un grupo triunfa, va en pos
de otro territorio. Ante el vacío de poder del Estado, las bandas criminales
son las que imponen las tasas de desapariciones, no el Estado.
Buscaglia,
presidente del Instituto de Acción Ciudadana en México, recuerda que en los
ochenta había una “pirámide de comando y control” del gobierno federal. El
crimen organizado formaba parte de ella, pero durante la pretendida “transición
democrática” se desmantelaron las instituciones autoritarias. Lo grave es que
no se sustituyeron.
Y
pone un ejemplo: Lo que hizo Vicente Fox con el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional no fue sustituirlo por una policía democrática. Además, en
las entidades siguen los mismos jueces. “Con esa pirámide de comando de control
desquebrajada, el crimen organizado comenzó a financiar a los políticos y a
imponer policías y funcionarios.
También
hay grupos que cometen desapariciones forzadas. “Forman parte del Estado y los
conforman policías estatales. Ellos son los que cavan las fosas, extorsionan
gente, asesinan”.
Cita
el caso de Chiapas, donde, como sucedió en Afganistán, “un pedazo del Estado
trata de imponer la ley a otro pedazo del Estado, asediando a fiscales y
deteniéndolos. Eso me tocó verlo. Y esto es difícil de resolver porque no está
sujeto a una orden de Los Pinos, Hoy, el presidente Peña Nieto es un cero a la
izquierda, una figura simbólica con menos poder que la reina de Inglaterra”.
Buscaglia
insiste: Peña Nieto continuó con los errores de Calderón en la persecución al
crimen organizado, y además lo hizo sin implementar ninguna medida de control
patrimonial ni de prevención para atacar la corrupción política.
Peor
aún, “se metió a negociar con los grupos criminales, como en Michoacán. Ahí
neutralizó a los grupos sociales que defendían a la población. Con ello agregó
a los errores de Calderón la represión a los grupos sociales y la entrega
incondicional de territorio (a los criminales)”.
También
habla de otros estados, como Chihuahua, donde ese mismo esquema se aplicó pero
no de manera pública. Afirma que hoy el control de esa entidad lo tienen los
grupos criminales.
Buscaglia
también menciona el caso de Cherán, donde Peña Nieto ha enviado a la PF y al
Ejército para fragmentar a esa comunidad indígena y reprimirla. Al mismo tiempo
empieza a incrementarse la violencia, la violación a los derechos humanos, las
desapariciones forzadas y el descubrimiento de fosas clandestinas.
Frente
a esa realidad oprobiosa, dice, los familiares de víctimas y desaparecidos
deben crear una sola agrupación, una Comisión de la Verdad, y elaborar una
agenda nacional; deben buscar el respaldo y financiamiento de organismos
internacionales, como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para
Desapariciones, invitar a técnicos extranjeros para organizar sus
descubrimientos y testimonios, y pedir asesoría a jueces o exjueces
extranjeros.
Recomienda
que, una vez organizados, deben “rodear el Congreso”, ejercer presión para que
las autoridades respondan por los desaparecidos. Dice que un ejemplo digno es
el de los padres de los normalistas de Ayotzinapa, a quienes el gobierno de
Peña Nieto no ha podido dividir.
“Ellos
han tenido la mejor práctica internacional, apoyo en Europa. Han hecho
escándalo mediático. Ya pusieron en jaque al gobierno. Tarde o temprano su caso
va a llegar a la Corte Penal Internacional.”
Advierte
que cuando las organizaciones de víctimas empiezan a aglutinarse, el gobierno
trata de cooptarlas, bloquearlas, meterles miedo, darles dinero. “Nunca había
visto tanto reparto de dinero como en México. En Brasil, Colombia o Argentina
nunca vi algo así”.
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