Revista
Proceso
# 2092, 24 de septiembre de 2016...
Sí fue un crimen
de Estado: Álvarez Icaza/JOSÉ GIL OLMOS
Concluida
su gestión en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Emilio Álvarez
Icaza define su postura sobre asuntos que confrontaron al organismo
internacional con el gobierno mexicano. Ahora dice con todas sus letras: el de
Ayotzinapa fue un crimen de Estado, la negación de la crisis de derechos
humanos ha llevado a una mayor descomposición del país, y la administración de
Peña Nieto ha establecido un sistema de complicidades con el Ejército, así como
otras autoridades lo hacen con el crimen organizado.
Más
que una crisis de derechos humanos, el gobierno de Enrique Peña Nieto sufre una
descomposición peligrosa en esa materia porque nada detiene el cáncer de la
violencia, la corrupción, la injusticia y la connivencia entre el crimen y
agentes del Estado, afirma el exsecretario ejecutivo de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Emilio Álvarez Icaza.
En
la primera entrevista a su regreso de Washington, donde está la sede de la
CIDH, Álvarez Icaza advierte que el gobierno peñanietista tiene una enorme
responsabilidad porque no atendió a fondo la crisis de derechos humanos que ya
se registraba hace dos años y porque ha sido evidente la incapacidad de las
autoridades y su colusión con el crimen organizado, como en el caso de
Ayotzinapa.
Además
sostiene que esta administración ha sido más opaca que las panistas en su
relación con el Ejército porque con Vicente Fox y Felipe Calderón el vínculo
era más institucional. Con Peña Nieto, señala, “el entendimiento del PRI y la
Secretaría de la Defensa Nacional es más próximo y de cuasi complicidad. El
Ejército ha ganado muchísimo espacio en esta administración y más peso en
algunos casos de ejecuciones y desapariciones, como la de los jóvenes de
Ayotzinapa.
“Esta
negativa de investigar qué pasó con el batallón en Iguala es insostenible. En
una regla democrática, el Ejército es una institución de la democracia y no se
puede seguir pensando y entendiendo bajo códigos de excepción. La normalidad
democrática presupone que, con respeto al principio de la Ley de Seguridad
Nacional, los militares también están sometidos al escrutinio y la revisión de
cuentas. Sin embargo, el Ejército sigue reproduciendo su estado de excepción
que está por encima de la Constitución. En esta administración se protege,
solapa y cubre al Ejército.”
Para
Álvarez Icaza es claro que el gobierno mexicano ha tratado de minimizar a nivel
internacional la dimensión del problema, como si pudiera resolverse con una
buena imagen oficial:
“La
cancillería ha actuado en pleno retroceso. No sólo no ha querido reconocer el
problema, sino que se ha dedicado a atacar todo cuestionamiento. El
subsecretario de Derechos Humanos, Miguel Ruiz Cabañas, es un hooligan con
corbata que se ha dedicado a atacar y amenazar como en los peores tiempos del
PRI; es un golpeador que intriga y miente pretendiendo construir una narrativa
oficial similar a lo que ahora vimos en el informe de gobierno de que las
buenas noticias no se cuentan.”
Sin
embargo, el exfuncionario de la CIDH señala que esta política internacional del
gobierno peñanietista ha fracasado, pues representantes diplomáticos en
derechos humanos de varios países tienen la información de sus inversionistas,
quienes denuncian las dificultades que tienen en México por la extorsión, el
pago de derecho de piso, las amenazas, el moche y los secuestros del crimen
organizado.
También
expresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF),
Álvarez Icaza observa que esta descomposición en materia de derechos humanos
coincide con que la administración de Peña Nieto se percibe anticipadamente en
su etapa final:
“Este
es el gobierno con los peores niveles de aceptación y de popularidad; un
gobierno que, faltándole un tercio, deja la sensación de que está de caída, de
bajada y de salida, y que en derechos humanos no resuelve la enorme crisis
porque ya no le alcanza el cosmético para cubrirse.”
Recuerda
que al inicio del sexenio Peña Nieto mandó una serie de mensajes que fueron
bienvenidos, como la publicación de la Ley General de Víctimas, la puesta en
marcha de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), el Fondo de
Atención a Familiares de Víctimas y el Programa Nacional de Derechos Humanos.
No
obstante, indica, fueron señales de carácter “cosmético” porque la CEAV se
convirtió en una de las grandes falsedades del Estado mexicano y resultó un
absoluto fracaso.
“Tanto
se luchó por la creación de esa instancia como parte de una política de Estado,
y no llega ni a ser una aspirina para atender a las víctimas. Mientras que el
Fondo de Atención a Familiares de Víctimas, con un presupuesto de mil 400 millones
de pesos, es una burocracia que se pelea entre sí para saber quién es víctima.”
Según
Álvarez Icaza, el gobierno de Peña Nieto tiene la idea de que garantizar los
derechos humanos no es una obligación, sino una concesión gratuita que cuesta
mucho dinero: “No se acaba de entender que los derechos humanos no son una
bandera política para ganar o quitar votos ni una estrategia de control de
daños, sino el centro de la gobernabilidad democrática”.
Simbiosis
crimen-autoridades
A
dos años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural
Isidro Burgos de Ayotzinapa, el exsecretario ejecutivo de la CIDH sostiene que
el caso ya es un ejemplo emblemático, no sólo de la crisis de derechos humanos
en México, sino de la descomposición política.
“Ayotzinapa
evidencia y concretiza la incapacidad del aparato de justicia de Peña Nieto,
refleja esa intención del gobierno de querer minimizar el problema a un tema
municipal, encapsularlo y reducirlo, no sólo atentando en contra del derecho a
la verdad, sino contando mentiras.”
Señala
que, a dos años de lo ocurrido y tras el enorme gasto del Estado mexicano, el
resultado es vergonzoso y lamentable, pues lo único que se ha demostrado es que
prevalecen la impunidad y la complicidad institucionalizada.
Ejemplo
de ello, dice, es el caso de Tomás Zerón, quien renunció a la dirección de la
Agencia de Investigación Criminal tras ser acusado de sembrar restos de un
estudiante en el río de Cocula:
“En
la PGR intentaron sacar tres veces a Zerón, y una de las razones por las que no
salió era que hasta que tuviera trabajo. Así fue: salió de la PGR y de
inmediato anunciaron que entraba al Consejo Nacional de Seguridad. Hubo quien
se sintió obligado a darle cobijo.”
Recuerda
que el primer informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
(GIEI) mostró elementos para investigar a Zerón porque, bajo su
responsabilidad, varios detenidos fueron torturados, lo cual es constitutivo de
delito.
“Los
entramados inconfesables los tienen amarrados. Hay elementos por lo menos para
pensar que este señor pudo haber sembrado evidencias y lo premian. De ese
tamaño es la complicidad”, reitera.
Indica
que todo esto crea una atmósfera de violencia social porque muchas cosas se
están resolviendo fuera del cauce institucional:
“En
algunos lugares de la República pareciera que se construyen estados paralelos.
Hay gente que cobra derecho de piso, que vende seguridad, y empresarios que
tienen que pagar sin que se haga justicia. En algunas ocasiones ha quedado en
evidencia la connivencia de autoridades locales con los delincuentes. Es la
simbiosis del crimen.”
Desde
ese punto de vista, indica: “Ayotzinapa es tan importante porque es clara esta
simbiosis entre el crimen y autoridades. Es, como lo expuso el GIEI, la clara
existencia de la multicriminalidad en los distintos niveles de gobierno que
supieron lo que pasaba.
“En
distintos momentos lo supieron la policía municipal, la estatal, la federal, el
Ejército, y todos participaron. El GIEI mostró que la noche del 26 de septiembre
(de 2014) hubo un operativo concertado para detener a los muchachos. Balearon
al equipo de futbol Los Avispones porque estaba en el lugar y el momento
equivocados. Ese día hubo nueve incidentes de fuego armado.”
–¿Es
un crimen de Estado?
–El
caso de Ayotzinapa, yo creo que sí. Los componentes de participación estatal
así lo comprueban; la dilación de justicia hace pensar cada vez más en esa
posibilidad. El broche de oro es lo de Zerón. Dos años después, con los
recursos que el gobierno ha gastado, es increíble que no tenga la capacidad de
explicar lo que pasó. Su “verdad histórica” no solo voló por los aires, sino
que es insostenible científica, lógica y jurídicamente.
Añade
que hay indicios para pensar que Tomás Zerón sembró los restos en el río de
Cocula. “Si eso es así –comenta–, quiere decir que alguien proporcionó esos
restos óseos y supo dónde estaban los restos de uno de los muchachos. De ese
tamaño es el drama”.
Además,
para Álvarez Icaza los mensajes de las autoridades federales no sólo son de
indolencia ante la tragedia, sino también comunican que están dispuestas a
asumir los costos. Y se pregunta: “¿Qué habrá detrás que están dispuestos a
asumir esos costos?”
–¿Esta
descomposición lleva hacia la ingobernabilidad?
–Hay
algunos lugares donde el Estado está presente de distinta manera porque el
crimen controla territorio y las personas no pueden ejercer sus derechos, o
bien porque viven en condiciones de exclusión y pobreza tales que no hay manera
de ejercer los derechos.
“Esas
condiciones ya existían, pero se han agravado, en Michoacán, en Tamaulipas, en
partes de Guerrero y del norte del país. Existen zonas en donde incuso para
realizar procesos electorales o encuestas se tiene que pedir permiso al cacique
o al jefe de la zona.”
–¿Vamos
hacia la ingobernabilidad?
–Nadie
quiere que esto empeore, porque es un pierde-pierde. El gobierno no quiere que
esto pase porque afecta las inversiones y la confianza, se genera una espiral
de desconfianza, zozobra y violencia. Además, la economía está descompuesta y
eso generaría mayor inconformidad social y que la gente resuelva el problema de
la inseguridad autoprotegiéndose como mejor lo considere.
A
pesar de ello, aclara que no comparte la afirmación de que ya exista
ingobernabilidad o un Estado fallido en el país, ya que siguen vigentes
elementos de gobernabilidad por la fuerza y presión de la sociedad civil,
además de que algunas instituciones continúan operando.
Pero
advierte que sí existe el riesgo de que ocurra una pérdida de gobernabilidad por
la grave descomposición de los poderes del Estado, en los que ha ido avanzando
“la lógica de cuotas y cuates”:
“Todo
lo que se había avanzado en el fenómeno de ciudadanización y democratización
está en franco retroceso y pérdida. Los órganos autónomos están secuestrados
por la partidocracia; los órganos de los gobiernos de los estados se han
perdido y se han corrompido con los grupos delincuenciales, que imponen a los
jefes de la policía, presidentes municipales, etcétera.”
En
2011 Álvarez Icaza recorrió el país junto con el activista Javier Sicilia en
las caravanas que organizó el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad. Desde
entonces ya señalaban las alarmantes cifras de delitos, de falta de seguridad
pública, así como de complicidades entre el crimen organizado y los poderes
estatales, que propiciaban las desapariciones forzadas. En cinco años, afirma,
este deterioro se ha profundizado.
Recapitula
que este proceso se debe a que la respuesta del Estado mexicano no ha estado a
la altura del problema, parece indolente y, además, manda mensajes casi de
complicidad, como en el nombramiento de Tomás Zerón en el Consejo Nacional de
Seguridad: “Esa es la cereza del pastel del entramado de complicidades y de
cómo se premia la ineficacia”, insiste Álvarez Icaza.
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