27 may 2019

¿La fiesta en paz?

¿La fiesta en paz?/ Leonardo Páez
El desconocido encuentro de Rodolfo Gaona y Amado Nervo en Vida, ¿nada me debes?, novela próxima

Quiero corresponder a ese elogio diciendo que usted, maestro Nervo, vino a escribir a la tierra de Cervantes ¡y se ha hecho valer!, soltó a voz en cuello Rodolfo Gaona al bardo nayarita.Foto Archivo
Dos mujeres fueron determinantes en la existencia de Amado Nervo: su compañera Ana Cecilia Dailliez y la hija de ésta, Margarita Elisa, a cuyas desconocidas vidas se acerca Vida, ¿nada me debes?, novela de próxima aparición. Con autorización del autor –nuestro compañero Hernán González–, transcribimos el paréntesis taurino de la misma.

“El segundo encuentro, éste perturbador e impactante, ocurrió cuando cumplí diecisiete años, en un restaurante de la Carrera de San Jerónimo, donde el señor Nervo y yo nos disponíamos a comer, con la condición de no abordar el tema que tanto me incomodaba y a él tanto lo obsesionaba. De pronto, frente a nosotros apareció un pequeño grupo encabezado por un hombre elegantemente vestido, de tez morena, mirada intensa y gallarda figura, tan esbelta como proporcionada, que dirigiéndose directamente a nuestra mesa exclamó: ¡don Amado Nervo, por fin puedo saludarlo!, al tiempo que el poeta se ponía de pie y se fundía en un efusivo abrazo con el para mí desconocido. Margarita, mi hija, indicó cuando por fin se pudo soltar, y agregó: quiero presentarte al famoso torero mexicano Rodolfo Gaona, auténtico ídolo de los públicos españoles y a quien admiro hace muchos años. El hombre sonrió, tomó mi mano con fuerza, la besó y dijo: a los pies de usted, señorita, tan bella e inolvidable como lo que su señor padre puso en El Imparcial, en 1908, con motivo de la inauguración de la plaza de Vista Alegre, aquí en Madrid, al escribir entre otras cosas: ‘Rodolfo Gaona fue a vender cajetas a Celaya… ¡y las hizo valer!’
“Como lo mirara boquiabierta y sin entender nada, soltó mi mano y dirigiéndose al Señorín expresó con sonora voz: pues hoy que tengo la oportunidad, quiero corresponder a ese elogio diciendo que usted, maestro Nervo, vino a escribir a la tierra de Cervantes ¡y se ha hecho valer! Mientras los comensales prorrumpían en una espontánea, sonora y unánime ovación, volvieron a abrazarse y se despidieron. “Pocas veces en mi vida vi al poeta más emocionado y en la mirada de ambos alcancé a vislumbrar la tremenda fuerza que manaba de un pueblo como el mexicano, aún desconocido para mí, al tiempo que caía en la cuenta de que nunca antes la presencia de un varón había provocado en mi interior tal agitación. Por periódicos y revistas me enteraba de los constantes triunfos del torero en todas las plazas, luego supe de su matrimonio con la actriz española Carmen Ruiz Moragas, el 13 de octubre de ese 1917, en la iglesia de la Virgen de las Angustias, en Granada, y de su separación sólo tres meses después.
“Lucía, que se enteraba de todo no por lo que leía, sino a través de amistades y conocidos, me dijo que desde el año anterior la señora Carmen era amante del mismísimo rey Alfonso XIII y que el último en enterarse había sido el torero mexicano, utilizado como desesperada e inútil tapadera por los padres de la actriz y, según rumores, por el propio monarca. Pobre Gaona, tan apuesto y exitoso, me dije, cómo no hubo alguien que le explicara lo del ‘fuego cruel’ que arrastran los varones y la conveniencia de permanecer alertas. Creo recordar que esta fue la primera Carmen que aborrecí y desde entonces comencé a desarrollar una Carmenfobia que me acompañaría a lo largo de mi vida….
Conocería por fin la tierra del señor Nervo y de Sor Juana y de don Porfirio y de Madero y de Carranza y de Gaona, desde luego, y de otros esforzados hombres en pugnas interminables y la gran ciudad donde había vivido, ocultada casi un año, mi madre, tan ausente y tan presente siempre.

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