8 jul 2015

Inclusión, diálogo y encuentro. Tres palabras clave para Ecuador

 Vatican Insider, 8 de julio de 2015
Durante un encuentro con exponentes de la sociedad civil, el Papa Francisco reconoció los profundos cambios que experimenta el país sudamericano e insistió una vez más en la necesidad del diálogo
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
Inclusión, diálogo y encuentro. Tres palabras clave para Ecuador. Sólo así se podrá dejar “en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades”. Lo dijo el Papa, la tarde de este martes al reunirse con exponentes de la sociedad civil en Quito. Un discurso que dejó en claro cómo Francisco está consciente que aún resta mucho trabajo por hacer para la política ecuatoriana, no obstante reconozca los cambios profundos impulsados por el gobierno de Rafael Correa.
 Tras un recorrido en papamóvil, la tarde de este martes, el pontífice llegó hasta la iglesia de San Francisco. Antes de ingresar, recibió las llaves de la ciudad de manos de Mauricio Rodas Espinel. Luego escuchó los testimonios de laicos empeñados en labor social, quienes contaron sus experiencias.

 Al tomar la palabra reconoció que el Ecuador, como otros pueblos latinoamericanos, experimenta hoy “profundos cambios sociales y culturales”, pero también nuevos retos que requieren la participación de todos los actores sociales. Entre ellos mencionó a la migración, el consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la convivencia social. “Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades. La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas, con un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien cohesionado”, insistió.
 Jorge Mario Bergoglio inició su mensaje confesando sentirse “como de casa”, por haber recibido poco antes las llaves de la ciudad. A partir de ahí desarrolló una profunda reflexión sobre la justicia social, la pobreza, la exclusión y la explotación de la naturaleza. Aseguró que la sociedad gana cuando cada persona y cada grupo social, se siente verdaderamente de casa; como ocurre en una familia donde los padres, los abuelos y los hijos son de casa, ninguno está excluido y si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; porque su dolor es de todos. “¿No debería ser así también en la sociedad?”, se preguntó. Pero constató que, en realidad, las relaciones sociales o el juego político muchas veces se basa en la confrontación y en el descarte. “Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme. ¿Es ser familia eso?”, ejemplificó. Destacó que, por el contrario, en las familias todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo sino al contrario, lo sostienen, lo promueven. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. “¡Eso es ser familia!: si pudiéramos ver al oponente político, al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas o esposos, padres o madres. ¿Amamos nuestra sociedad? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentado construir? ¿La amamos en los conceptos disertados, en el mundo de las ideas?, ¡Amémosla en las obras más que en las palabras! En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. El amor siempre tiende a la comunicación, nunca al aislamiento”, añadió.
 Según el líder católico, asumir que la propia opción no es necesariamente la única legítima es un “sano ejercicio de humildad” y al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso con sus limitaciones, se puede ver la riqueza que entraña la diversidad. Defendió que los hombres y los grupos tienen derecho a recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer errores. Asentó que en el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir desde su especificidad al bien común. Precisó que el diálogo es necesario, fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. “En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas imprescindibles en este diálogo”, ponderó.
 Advirtió que lo que cada uno es y tiene ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás, y la propia tarea consiste en que fructifique en obras de bien porque “los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, pesa sobre ellos una hipoteca social”. Constató que así se supera el concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, y se sustituye por el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna.Pidió que la explotación de los recursos naturales, tan abundantes en el Ecuador, no busque el beneficio inmediato porque ser administradores de esa riqueza recibida compromete con la sociedad en su conjunto y con las futuras generaciones, a las que no se podra legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del medio ambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la contemplación del mundo creado. “¡Nosotros hemos recibido como herencia de nuestros padres el mundo, pero también como préstamo de las generaciones futuras a las que se lo tenemos que devolver!”, exclamó.
 Y estableció: “De la fraternidad vivida en la familia nace la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, apartado. También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos, especialmente a los más necesitados”.
 Tras despedirse de la catedral, abordó de nuevo el papamóvil y afrontó otro baño de multitudes. El entusiasmo se desbordó por las calles de Quito, en su recorrido hasta la Iglesia de la Compañía, que visitó en privado para rezarle a la Virgen Dolorosa, imagen recordada porque lloró y parpadeó ante estudiantes del Colegio de los Jesuitas de San Gabriel, el 20 de abril de 1906.
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Vatican Insider. 07/ 8/2015
Francisco a los religiosos: «Gratuidad y no caigan en el alzheimer espiritual»
 El obispo de Roma se encuentra con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas en el Santuario Nacional Mariano “El Quinche” antes de partir hacia la capital de Bolivia, La Paz. “La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción”
 PABLO LOMBÓ
 “Las dos columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa son el sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder la memoria de dónde nos sacaron”. Papa Francisco se dirige de esta manera a los numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas que lo esperaron en el Santuario Mariano más importante de Ecuador, El Quinche, después de haber visitado la casa de reposo de las Misioneras de la Caridad. Estaban presentes también, además de los obispos locales, los obispos que integran el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
Este Santuario mariano fue construido en 1928 y hace treinta años proclamado santuario mariano nacional de Ecuador, y en él se venera una estatuita de 60 centímetros de la Virgen Niña, esculpida en 1586 por don Diego de Robles, artista de la escuela de Quito. Fue un encargo de los indígenas Lumbicí, pero como no lograron pagarle al escultor, la cedió a los Oyacachi, que la quisieron porque era idéntica a la Virgen que se les apareció en varias ocasiones.
Papa Francisco abandonó el discurso que había preparado ("Tengo que decirles algo, tengo un discurso preparado, pero no tengo gana de leer. Así que se lo doy al presidente de la conferencia de religiosos para que lo haga público después"), y reflexionó con ideas semejantes a las que expresó durante el encuentro mundial de los sacerdotes en Roma el pasado 11 de junio, en la Basílica Vaticana.
“Pensaba en la Virgen -comenzó Papa Francisco-, pensaba en María. Dos palabras de María… ya me está fallando la memoria, pero no sé si dijo alguna otra: ‘Hágase en mí’. Bueno, sí, pidió explicaciones: por qué la elegían a ella. Y la otra: ‘Hagan lo que Él les diga’. María no protagonizó nada. Discipuleó toda su vida. La primera discípula de su Hijo y tenía consciencia de que todo lo que ella había traído era pura gratuidad de Dios, consciencia de gratuidad. Por eso esta es la gratuidad de Dios, religiosas, religiosos, seminaristas, consagrados y consagradas, todos los días vuelvan hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió”.
Y después recordó que nadie pagó “entrada para entrar al seminario, a la vida religiosa; no se lo merecieron. Si algún religioso o religiosa cree que se lo mereció, que levante la mano. Todo gratuito y toda la vida de un religioso, de una religiosa, de un consagrado, de una consagrada, de un seminarista que va por ese camino (y ya que estamos digamos y de los obispos), tiene que ir por este camino de la gratuidad volver todos los días: ‘Me salió bien esto, tuve esta dificultad, pero todo viene de Vos’. Todo es gratis”.
Si olvidamos que somos objeto de la gratuidad de Dios, continuó el Papa, “lentamente nos vamos haciendo importantes. ‘Y mirá vos a este, qué obras que está haciendo. Lo hicieron obispo de tal, ay qué importante’.  Y ahí, lentamente nos vamos apartando de esto que es la base de lo que María nunca se apartó: la gratuidad de Dios. Consejo de hermano: todos los días, a la noche quizás, es lo mejor antes de irse a dormir, una mirada a Jesús y decirle: “Todo me lo diste gratis”. Y volverse a situar entonces: cuando me cambian de destino no pataleo, porque todo es gratis, no merezco nada. Eso hizo María”. Después, el Papa recomendó leer la “Redemptoris mater” de Juan Pablo II, en donde dice que “Quizá María, no recuerdo, en el momento de la Cruz su fidelidad hubiera tenido ganas de decir: ‘¿Y este, me dijeron que iba a salvar a Israel? ¡Me engañaron!’. No lo dijo, porque era la mujer que sabía que todo lo había recibido gratuitamente”.
 San Pablo, según el Papa, “intuía este peligro de perder la memoria, y a su hijo más querido el obispo Timoteo, a quien el ordenó, le da consejos pastorales, pero hay uno que toca el corazón: no te olvides de la fe que tenían tu abuela y tu madre, es decir no te olvides de dónde te sacaron, no te sientas promovido, no te olvides de tus raíces. La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción, y cuando un sacerdote, un seminarista, una consagrada, un consagrado entra en carrera, no digo mal, carrera humana, empieza a enfermarse de alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de dónde me sacaron”.
“Dos principios para ustedes: todos los días -aconsejó Papa Francisco- renueven el sentimiento de que todo es gratis, el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de ustedes; ninguno la merecimos, y pídanle la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más importante. Y es muy triste cuando uno ve a un sacerdote, a una religiosa, a un religioso, a un consagrado, a una consagrada que en su casa hablaba el dialecto o hablaba otra lengua, una de esas nobles lenguas antiguas que tienen los pueblos (Ecuador cuántas tiene), y es muy triste cuando se olvidan de la lengua, es muy triste cuando no la quieren hablar, significa que se olvidaron de dónde los sacaron”.
“Que nuestra pastoral -concluyó entre los aplausos de los presentes- sea gratuita. Y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido de gratuidad y se transforma… sí hace cosas buenas, pero ha perdido eso. Y lo segundo, la segunda actitud que se ve en un consagrado, en una consagrada, en un religioso, en una religiosa, en un seminarista, que vive esta gratuidad y esta memoria es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús ese. Es un regalo que Él nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de esas dos columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa que son el sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder la memoria de dónde nos sacaron. Yo les deseo esto. ‘Sí, padre usted nos habló que la receta de nuestro pueblo era… somos así por lo del Sagrado Corazón’. Pero yo les propongo otra receta: el sentido de la gratuidad Él se hizo nada, se abajó, se humilló, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Pura gratuidad”.



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