El
órdago griego/Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y autor de Superpower: Three Choices for America’s Role in the World. Pueden seguirle en Twitter @ianbremmer.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
El
País |8 de julio de 2015..
Después
del órdago griego, debemos examinar la amenaza al proyecto europeo desde una
perspectiva más amplia. Están en marcha muchas negociaciones multinacionales
importantes. Irán, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia y
China tratan de llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní. Rusia, la
UE y Estados Unidos se pelean por el futuro de Ucrania. Los gobiernos del
Pacífico afrontan críticas internas mientras intentan forjar un inmenso acuerdo
comercial, el Partenariado Transpacífico.
En
todas estas disputas, es fácil atribuir a un bando el papel del malo o rebelde.
Sin embargo, para entenderlas bien y prever sus resultados, debemos tener en
cuenta todas las posturas. El mejor ejemplo es el constante tira y afloja entre
Grecia y sus acreedores.
Para
muchos europeos es fácil condenar al gobierno de Syriza. Grecia ha acumulado
una deuda enorme que debe pagar. Si se resiste al cambio, en el futuro
necesitará más rescates. Pero no pensemos en el gobierno, sino en el
sufrimiento de sus ciudadanos.
España,
Portugal e Irlanda han perdido menos del 7% del PIB desde que comenzó la crisis
de la eurozona. Grecia, el 26%. Los sueldos han bajado un 14%. Es el único país
de la UE en el que ha bajado el salario mínimo. El desempleo está en el 26%, y
más del 75% de los parados lleva más de un año sin trabajar. El paro juvenil
supera el 50%. Según la OCDE, casi uno de cada cinco griegos no puede pagarse
una comida decente. Hay mucha más gente sin hogar. El índice de pobreza
infantil ha subido al 40,5%. El British Medical Journal habla de “un aumento
significativo, marcado y sostenido” de los suicidios.
En
los últimos cinco años, Grecia ha recortado el gasto y subido los impuestos en
un 30% del PIB. Más que cualquier otro gobierno de la eurozona. Ha recortado
las pensiones. Ha subido la edad de jubilación a 67 años. Y, de cada euro de
los fondos de rescate, el gobierno recibe menos del 20%. El resto va a los
banqueros y portadores de bonos.
Las
ásperas excentricidades de Tsipras y sus ministros han endurecido la postura
europea. Es una tontería exigir más indemnizaciones a Alemania por la Segunda
Guerra Mundial o acusar al FMI de “saquear” el país. Grecia queda mal cuando
Syriza ofrece una nueva propuesta a los acreedores y luego dice que se ha
equivocado de documentos. A Europa le molesta ver a Tsipras coqueteando con
Putin.
Pero
veamos las cosas desde la otra parte. La austeridad ha causado sufrimiento a
millones de personas que no son responsables de la política griega. No es
extraño que los votantes eligieran a un partido que prometía aliviar su
situación, y Tsipras quiere cumplir todas las promesas posibles. Tiene un
margen de maniobra limitado, debido a los sondeos que indican que el 70% de los
griegos quiere permanecer en el euro, la unidad de los acreedores y las
acusaciones de traidor procedentes de la izquierda con cada concesión. Se le
puede acusar de torpe, pero no de no intentar lograr el mejor acuerdo. Para eso
le eligieron los griegos.
Algunos
dirán que, si Grecia logra más flexibilidad, España, Portugal y tal vez Italia
también querrán “concesiones”. Pero Grecia es un caso especial. La situación de
los otros es mucho más firme, y tampoco puede esperarse el perdón de la deuda
ni el fin de la austeridad. Pasarán muchos años hasta que el país sea un modelo
digno de imitar. Los acreedores tienen razón: debe pagar su deuda. Pero solo
podrá hacerlo si empieza a crecer. Y si la medicina empleada deja tumbada a
toda una generación, ¿cómo van a aprender la lección y volver a trabajar?
Hay
que verlo todo en su contexto. El mayor peligro para Europa no es que Grecia
eluda sus responsabilidades y otros países puedan tratar de hacer lo mismo. Es
que esta lucha y la ira que despierta alimenten aún más el sentimiento que ha
generado tantos partidos antieuropeos de izquierda y derecha en todo el
continente. La frustración por la incapacidad de las instituciones europeas de
satisfacer las necesidades de los ciudadanos es el motivo de que en Gran
Bretaña se vaya a celebrar un referéndum sobre la permanencia y en Francia el
Frente Nacional encabece las encuestas.
Eso,
y no los detalles del próximo rescate griego, es lo que amenaza el futuro de
Europa.
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