Palabras
del papa Francisco a las autoridades civiles de Bolivia
El Alto, Bolivia a 8 de julio de 23015
Después de encontrar a las autoridades políticas en el
Palacio de Gobierno, estuvo con los representantes de la sociedad civil en la
catedral en donde pronunció un discurso…
Terminado
el evento regreso al aeropuerto de El Alto y desde allí en avión a
la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
En
el trayecto hacia la catedral he podido admirarme de las cumbres del Hayna
Potosí y del Illimani, de ese «cerro joven» y de aquel que indica «el lugar por
donde sale el sol». También he visto cómo de manera artesanal muchas casas y
barrios se confunden con las laderas y me he maravillado de algunas obras de su
arquitectura. El ambiente natural y el ambiente social, político y económico
están íntimamente relacionados. Nos urge poner las bases de una ecología
integral, que incorpore claramente todas las dimensiones humanas en la
resolución de las graves cuestiones socioambientales de nuestros días... si no
los glaciares de esos montes seguirán retrocediendo... y la lógica de la
recepción, la conciencia del mundo que queremos dejar a los que nos sucedan, su
orientación general, su sentido, sus valores también se derretirán como esos
hielos (cf. Laudato si’ 159-160).
Como
todo está relacionado, nos necesitamos unos a otros.
Si la política se deja
dominar por la especulación financiera o la economía se rige únicamente por el
paradigma tecnocrático y utilitarista de la máxima producción, no podrán ni
siquiera comprender, y menos aún resolver, los grandes problemas que afectan a
la humanidad. Es necesaria también la cultura, de la que forma parte no solo el
desarrollo de la capacidad intelectual del ser humano en las ciencias y de la
capacidad de generar belleza en las artes, sino también las tradiciones
populares locales, con su particular sensibilidad al medio de donde han surgido
y al que dan sentido.
Se requiere de igual forma una educación ética y moral,
que cultive actitudes de solidaridad y corresponsabilidad entre las personas.
Debemos reconocer el papel específico de las religiones en el desarrollo de la cultura
y los beneficios que pueden aportar a la sociedad. Los cristianos, en
particular, como discípulos de la Buena Noticia, son portadores de un mensaje
de salvación que tiene en sí mismo la capacidad de ennoblecer a las personas,
de inspirar grandes ideales capaces de impulsar líneas de acción que vayan más
allá del interés individual, posibilitando la capacidad de renuncia en favor de
los demás, la sobriedad y las demás virtudes que nos contienen y nos unen.
Nos
habituamos tan fácilmente al ambiente de inequidad que nos rodea, que nos
volvemos insensibles a sus manifestaciones. Y así confundimos sin darnos cuenta
el «bien común» con el «bien- estar», sobre todo cuando somos nosotros quienes
lo disfrutamos. El bienestar que se refiere solo a la abundancia material
tiende a ser egoísta, a defender los intereses de parte, a no pensar en los
demás, y a dejarse llevar por la tentación del consumismo. Así entendido, el
bienestar, en vez de ayudar, incuba posibles conflictos y disgregación social;
instalado como la perspectiva dominante, genera el mal de la corrupción que
cuánto desalienta y tanto mal hace. El bien común, en cambio, es algo más que
la suma de intereses individuales; es un pasar de lo que «es mejor para mí» a
lo que «es mejor para todos», e incluye todo aquello que da cohesión a un
pueblo: metas comunes, valores compartidos, ideales que ayudan a levantar la
mirada, más allá de los horizontes particulares.
Los
diferentes agentes sociales tienen la responsabilidad de contribuir a la
construcción de la unidad y el desarrollo de la sociedad. La libertad siempre
es el mejor ámbito para que los pensadores, las asociaciones ciudadanas, los
medios de comunicación desarrollen su función, con pasión y creatividad, al
servicio del bien común. También los cristianos, llamados a ser fermento en el
pueblo, aportan su propio mensaje a la sociedad. La luz del Evangelio de Cristo
no es propiedad de la Iglesia; ella es su servidora, para que llegue hasta los
extremos del mundo. La fe es una luz que no encandila, que no obnubila, sino
que alumbra y guía con respeto la conciencia y la historia de cada persona y de
cada convivencia humana. El cristianismo ha tenido un papel importante en la
formación de la identidad del pueblo boliviano. La libertad religiosa –como es
acuñada habitualmente esa expresión en el fuero civil– es quien también nos
recuerda que la fe no puede reducirse al ámbito puramente subjetivo. Será
nuestro desafío alentar y favorecer que germinen la espiritualidad y el
compromiso cristiano en obras sociales.
Entre
los diversos actores sociales, quisiera destacar la familia, amenazada en todas
partes por la violencia doméstica, el alcoholismo, el machismo, la drogadicción,
la falta de trabajo, la inseguridad ciudadana, el abandono de los ancianos, los
niños de la calle y recibiendo pseudo-soluciones desde perspectivas que
evidencian una clara colonización ideológica... Son tantos los problemas
sociales que resuelve la familia en silencio, que no promoverla es dejar
desamparados a los más desprotegidos.
Una
nación que busca el bien común no se puede cerrar en sí misma; las redes de
relaciones afianzan a las sociedades. El problema de la inmigración en nuestros
días nos lo demuestra. El desarrollo de la diplomacia con los países del
entorno, que evite los conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al
diálogo franco y abierto de los problemas, es hoy indispensable. Hay que
construir puentes en vez de levantar muros. Todos los temas, por más espinosos
que sean, tienen soluciones compartidas, razonables, equitativas y duraderas.
Y, en todo caso, nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o enemistad que
agravan más la situación y hacen más difícil su resolución.
Bolivia
transita un momento histórico: la política, el mundo de la cultura, las
religiones son parte de este hermoso desafío de la unidad.
En esta tierra donde
la explotación, la avaricia y múltiples egoísmos y perspectivas sectarias han
dado sombra a su historia, hoy puede ser el tiempo de la integración. Hoy
Bolivia puede «crear nuevas síntesis culturales». ¡Qué hermosos son los países
que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen
de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindos cuando están
llenos de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del
otro! (cf. Evangelii gaudium 210). Bolivia, en la integración y en su búsqueda
de la unidad, está llamada a ser «esa multiforme armonía que atrae» (Evangelii
gaudium 117).
Muchas
gracias por su atención. Pido al Señor que Bolivia, «esta tierra inocente y
hermosa» siga progresando cada vez más para que sea esa «patria feliz donde el
hombre vive el bien de la dicha y la paz». Que la Virgen santa los cuide y el
Señor los bendiga abundantemente. No olviden rezar por mí, pues lo
necesito".
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