El caso
Camacho Solís/ERNESTO
VILLANUEVA
Revista Proceso No. 2002, 14 de marzo de 2015
En
las páginas de Proceso he insistido sobre la salud de los gobernantes. En su
momento abordé los casos de Alonso Lujambio, del PAN (Proceso 1870), y de
Fausto Vallejo (Proceso 1868), del PRI. Ahora se trata de Manuel Camacho Solís,
senador, integrante de la fracción parlamentaria del PRD. En ninguna de estas
ocasiones he tratado el asunto como un tema personal, sino para exponer cómo
diversos personajes políticos privilegian su interés personal sobre el bien
común. Creo firmemente en la postura editorial de The New York Times: “La
sociedad tiene derecho a tener gobernantes sanos”. Veamos.
Primero.
Hay consenso doctrinal en que un servidor público que llega a su cargo por el
voto de los ciudadanos debe tener, además de la deseable idoneidad, que es sólo
deseable, con un estado de salud razonable que por lo menos le permita ejercer
sus atribuciones, como lo esperan los representados. Manuel Camacho Solís ha
sido un servidor público prácticamente su vida entera. En sus encargos ha
cumplido, al menos presencialmente, sus deberes frente al despacho de los
asuntos que ha tenido ante sí. Hoy las cosas para él han cambiado.
Segundo.
Los senadores del PRD pontificaron en torno a los merecimientos pasados de
Manuel Camacho. Nadie ha dicho nada, empero, sobre cómo ha violado la
Constitución, toda vez que: a) De junio de 2014 al día de hoy no se ha
presentado a trabajar, pero, eso sí, cobra puntualmente su quincena con las
prestaciones que implica ser senador de la República; b) No se ha llamado a su
suplente para que ocupe el cargo durante el tiempo que se recupera –si esto es
posible– de su enfermedad, que la sufre él y le cuesta a la sociedad; c)
Camacho Solís no ha tenido la mínima iniciativa personal de solicitar licencia
sin goce de sueldo por dignidad y ética política.
Podría
haber una segunda hipótesis en donde Manuel Camacho Solís supiera de antemano
que estaba enfermo y que esa enfermedad podría evolucionar hasta donde se
encuentra ahora. En este supuesto, el asunto es peor al dar gato por liebre a
la sociedad, ofreciendo el PRD y Manuel Camacho la mentira como sello
distintivo de campaña.
Tercero.
No faltará quien diga que intervengo en su “vida privada” y que no soy sensible
al dolor ajeno. De entrada hay que tener claro que la vida privada es, en
efecto, un derecho de las personas como regla general, pero hay excepciones. Es
el caso de Manuel Camacho Solís. Si tuviera un callo en el dedo izquierdo o una
quemada en la mano derecha, serían temas de su propia incumbencia. No es lo que
pasa aquí. La enfermedad de Manuel Camacho es de tal calado que lo ha dejado
postrado, incapaz de cumplir sus funciones de representación pública. En este
caso, el derecho a saber tiene preeminencia sobre el derecho a la vida privada
por tratarse de un tema de claro interés público y por ser un personaje de
trascendencia pública. Por supuesto, es lamentable lo que le pasa a él como a
muchos otros mexicanos que, por desgracia, en su inmensa mayoría no tienen
acceso a los médicos e instalaciones hospitalarias de los que, con cargo al
dinero de usted y al mío, dispone Camacho Solís. Paradójicamente, en el propio
PRD su coordinador Luis Miguel Barbosa hizo todo lo contrario. Habló a la
opinión pública con lujo de detalle sobre las consecuencias de su diabetes mal
tratada y su operación que lo puso al borde de la muerte. Todo fue rápido. Y me
consta personalmente que su agilidad mental y su sensibilidad humana cambiaron
para bien de todos.
Según
ciertos perredistas con los que he
hablado, el “buen” trato a Camacho Solís se debe a que prácticamente es un prócer
de la patria. No he visto ninguna evidencia documental de que se trate de un
prohombre, como lo señalan. Pero aceptemos que así sea y que Manuel Camacho
está a la altura de Benito Juárez o de José María Morelos. En esa lógica
tampoco debería seguir percibiendo un emolumento que no devenga. En todo caso,
por sus “grandes méritos a la nación”, el Congreso de la Unión podría aprobar
la “Ley Manuel Camacho Solís, primer prócer de la Patria”, y de ahí la Cámara
de Diputados podría incorporar un haber en el Presupuesto de Egresos para que
tenga una pensión vitalicia razonable, quizá un día nacional en su nombre y un
gran monumento para la posteridad acompañado de un museo que permita a los
niños y adolescentes conocer cómo gracias a él México ha cambiado profundamente
para bien. Pero, en ningún caso, conviene a los intereses de la nación la
opacidad y el desprecio por la sociedad de los que hace gala el PRD al tener
senadores como Camacho Solís que hieren los cimientos básicos de la democracia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario