Vatican Insider, 08/22/2015
El
Papa reza entre los fieles ante el altar de San Pío X
Ayer
por la mañana Francisco rezó de rodillas ante el cuerpo del predecesor véneto,
recordado por su Catequismo y por la eucaristía a los niños. «Soy un devoto
suyo», ha confesado Bergoglio, que ha hecho cambiar el Belén en San Pedro para
no cubrir la tumba del santo
ANDREA
TORNIELLI
“Soy
un devoto de San Pío X...”. Con estas palabras Francisco ha explicado a
monseñor Lucio Bonora –prelado de Treviso de la Secretaría de Estado y
estudioso de la figura del Papa Sastre-- su presencia entre los fieles en la
capilla de San Pedro donde están expustas las reliquias del Pontífice véneto.
Bergoglio el viernes 21 de agosto, día en el que la Iglesia celebra la memoria
de San Pío X, después de haber celebrado de manera privada durante la mañana temprano
la misa, ha bajado hasta la basílica para rezar ante el cuerpo de su
predecesor. Mientras se encontraba arrodillado delante del altar, a las 7, ha
iniciado la misa, celebrada por don Bonora, que se ha encontrado en la capilla
una cincuentena de fieles, entre los cuales estaba el Papa. Francisco, como
recoge el sitio web del semanal diocesano de Treviso, 'La vita del popolo', ha
decidido quedarse y participar en la celebración litúrgica. Se ha levantado del
banco para recibir el abrazo de paz y se ha puesto en fila para recibir la
comunión, siguiendo el momento de adoración y agradecimiento de rodillas. “Al
final el celebrante –escribe 'La vita del popolo'-- ha invitado a los presentes
que estaban reunidos en la capilla, a confiar a San Pío X todas las necesidades
de las propias familias y de la Iglesia, y en especial, la persona de su
sucesor, Papa Francisco”. Bergoglio al final de la misa ha confiado a monseñor
Bonora que había rezado especialmente por los catequistas. En Argentina San Pío
X, el “Papa del catequismo” es el patrón de los catequistas, y como arzobispo
de Buenos Aires, en el día de la fiesta de San Pío X, el Papa encontraba a los
catequistas de las diócesis. “He venido para rezar –ha dicho Francisco a
Bonora-- porque había celebrado ya la misa temprano, pero después te he visto
que venías al altar y entonces me he quedado... Te lo había dicho que soy un
devoto de San Pío X”.
La
devoción del Papa por San Pío X está confirmada por otro detalle particular: la
primera Navidad desde su elección, en diciembre de 2013, Francisco dio la orden
para que el Belén que está dentro de la basílica de San Pedro no fuera colocado
en la capilla dedicada al Papa Sastre. Una tradición que de hecho impedía
durante meses a los fieles –entre
preparación y duración de la exposición-- rezar delante del cuerpo del santo,
que quedaba escondido detrás de la estructura del Belén. El Nacimiento en San
Pedro desde entonces ha sido colocado en la capilla del Baptisterio, y así
ahora el altar de Pío X está siempre accesible.
Hombre
del pueblo, Pío X, Giuseppe Melchiorre Sarto, rehuía los formalismos y después
de ser nombrado canónico de Treviso no se puso nunca la túnica con el
dobladillo rojo que era privilegio de los monseñores. Sus viejos feligreses
decían de él: “El xe vegnuo con la veste sbrisa – el xe partio senza la camisa”
(“ha llegado con la túnica remendada, se ha marchado sin la camisa”). Nombrado
obispo de Mantua y patriarca de Venecia, repetía: “Yo no soy más que un pobre
cardenal de campo”. Generosísimo con los pobres, había dado su reloj de oro al
Monte de Piedad y había renunciado a comprar la capa magna cardenalicia,
prefiriendo adaptar, gracias a los remiendos de las monjas, la de su
predecesor. Llegó hasta a empeñar el anillo episcopal para conseguir monedas
que regalar a quien tenía necesidad.
Elegido
Papa en 1903, tras un difícil cónclave, a penas dos meses después se puso a
enseñar el catequismo incluso como Pontífice, reuniendo a los fieles romanos
los domingos por la tarde en el patio de la Pigna. Esta sensibilidad pastoral
lo hizo posicionarse contra las prédicas largas. Bromeando llegó a decir que
una homilía que pasase los diez minutos era un pecado mortal. Quiso cortar con
la costumbre de los aplausos dirigidos al Pontífice mientras recorría en silla
la nave central de San Pedro: “No es justo aplaudir al siervo en la casa del
padrón”.
Pío
X escribió: “Echar en cara demasiado duramente los errores, culpabilizar los
vicios, a menudo produce más mal que bien”. Nada más ser elegido devolvió la cruz
del pecho para mantener la que llevaba antes y durante los primeros meses de su
pontificado inició una profunda reforma de la Curia romana. Estudió como
reducir sensiblemente el número de las diócesis italianas, inaugurando un
estilo más sobrio, deseando que los curas fueran pastores del alma con un
interés especial por los últimos, los más necesitados. Presentó la eucaristía
no como un premio para quienes son perfectos sino un apoyo diario para estar
cerca de Dios, estableciendo que fuese dado también a los niños. Redimensionó
el papel de la Secretaría de Estado, quería tener a los obispos y curas lejos
de la política”.
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