Revista
Proceso
# 2052, 27 de febrero de 2016-02-28
Ni
las sucesivas crisis económicas que mantienen empobrecida a la mayoría de los
mexicanos ni los inacabables casos de corrupción que han exhibido al gobierno
en todo el mundo ni las políticas de “austeridad” implantadas ante estos
escenarios se han traducido en una voluntad política dispuesta a acabar con los
privilegios de los expresidentes de la República, la mayor parte de los cuales
son, en dinero y en especie, de los más altos del mundo. En su libro Los
parásitos del poder, que acaba de ser puesto en circulación por Ediciones
Proceso, los investigadores Ernesto Villanueva e Hilda Nucci aportan los
elementos nodales para comprender por qué buena parte de esos beneficios son
ilegales, además de escandalosamente desproporcionados.
Pensionados
de por vida con cientos de miles de pesos mensuales por unos cuantos años de
trabajo, agraciados para siempre con seguro social y seguro de gastos médicos
mayores para ellos y sus familias, asistidos y protegidos por centenares de
empleados públicos, favorecidos con subvenciones y apoyos de todo género, los
expresidentes mexicanos forman una casta insólita, única en el mundo por sus
privilegios casi monárquicos y los multimillonarios recursos que consumen del
erario, muy superiores incluso a los de los países más ricos.
“Sólo
México –destacan– cuenta con servicios de salud totalmente pagados en los
hospitales militares, y el importe total de los seguros de gastos médicos
privados son con cargo al erario.”
Las
pensiones como regalo
En
su edición 1742, Proceso publicó que para pertenecer a la socialité mexicana
hay tres maneras: tener un apellido de abolengo que venga desde principios del
siglo pasado, formar parte de las familias de empresarios poderosos o estar
bajo el cobijo de la nobleza política, compuesta por las familias de los
expresidentes.
El
mismo reportaje indicaba que hasta 2010 la manutención del expresidente Luis
Echeverría Álvarez había significado 133 millones 605 mil 541 pesos,
distribuidos entre sueldos (81 millones 228 mil pesos), aguinaldos (1 millón
443 mil pesos) y nómina de 23 empleados (50 millones 933 mil pesos).
Hasta
su muerte, en febrero de 2004, José López Portillo obtuvo del erario por lo
menos 52 millones 609 mil 494 pesos entre salarios y aguinaldos, además de un
seguro de vida –que pudo cobrar su familia– estimado en 8 millones 204 mil
pesos.
“Sin
embargo, el fallecimiento del expresidente no significó que desapareciera el
apoyo a su familia. Su segunda esposa, Alejandra Acimovic Popovic (conocida como
Sasha Montenegro, una estrella del cine de ficheras), percibe una pensión de
102 mil 561 pesos y un aguinaldo de 21 mil 875 pesos, además de los seguros de
vida y de gastos médicos mayores. En seis años –y hasta el cierre de 2010–,
ella habría recibido 8 millones 553 mil pesos de pensión, de acuerdo con cifras
proporcionadas a Proceso por la Presidencia, a través de la Ley Federal de
Transparencia.”
Volviendo
al trabajo de investigación de Villanueva y Nucci, éste indica que en cuanto a
pensiones para descendientes, “Chile es el único país de la muestra donde ni el
cónyuge supérstite ni los hijos tienen derecho a ningún beneficio”.
Por
lo demás, en los 20 países restantes hay beneficios para los descendientes,
pero varían de una nación a otra. Los autores refieren que en Italia y Costa
Rica los descendientes y cónyuges supérstites sólo perciben los montos
autorizados por la ley de seguridad social, sin ningún privilegio adicional.
“En
México, sin embargo, además de otorgar una pensión a la viuda de un expresidente,
se le siguen otorgando elementos de apoyo por concepto de seguridad”, afirman.
Para
Villanueva, colaborador de Proceso con doctorados en derecho y en comunicación
pública, además de ser integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas de
la UNAM, y para Hilda Nucci, doctora en derecho e investigadora en el proyecto
Conacyt /Sociedad Civil y Calidad de la Democracia, llama la atención que los
montos de la pensión y los apoyos de los que gozan hasta ahora los
expresidentes han sido asignados sin que medie ningún estudio, motivación o
argumentación.
Luego
de revisar las legislaciones que de una forma u otra tienen que ver con los
beneficios otorgados a los exmandatarios mexicanos, los académicos sentencian:
“Sin
base normativa válida se ha otorgado a los expresidentes una pensión
equivalente al ingreso del máximo tabulador de un secretario de Estado.”
Y
añaden: “No se cuenta, hasta donde hemos analizado, con elementos orientativos
que justifiquen esta decisión. Más todavía, la experiencia comparada ofrece un
panorama atendible para adoptar una solución al caso mexicano. En principio es
de llamar la atención que ningún país de América Latina tiene una pensión
similar al caso de México”.
Exponen:
“Los expresidentes de Costa Rica tienen asignada una pensión de un poco más de
99 mil pesos, y en Colombia de 147 mil 600 pesos, sólo por citar los más bajos
de la región y siendo el más alto Chile, con un total aproximado de 560 mil
pesos, pero que incluye la pensión global.
“Incluso
países del primer mundo tienen pensiones menores a las que se otorgan en
México. En Italia la pensión asciende a 380 mil 136 pesos, y en Francia a 164
mil 266 pesos mexicanos, sin sumar los apoyos de seguridad y gastos.”
Dividido
en cuatro capítulos –“Expresidentes de México: vivir del erario, vivir del
pueblo”, “Privilegios de exgobernantes en países de los cinco continentes”,
“Cuadros y gráficas comparativos (ingresos mensuales de los exmandatarios) y
“Conclusiones”–, el libro de Villanueva y Nucci indica:
“En
Estados Unidos los expresidentes tienen una pensión equivalente al salario que
reciben los exmandatarios mexicanos; esa cantidad, empero, es equivalente a 7.8
salarios mínimos mensuales, aproximadamente. En España el exjefe de gobierno
tiene una pensión equivalente a 205 mil 203 pesos mexicanos, que representa 19
salarios mínimos mensuales de ese país.
“En
México, por el contrario, el monto equivalente al salario de un secretario de
Estado es de más de 97 salarios mínimos mensuales en la zona económica más alta
del país. De este modo, se puede concluir que la pensión que se otorga a los
expresidentes en México es ajena a los estándares internacionales y no honra
los principios de equidad, austeridad y racionalidad del gasto público que
constituyen la columna transversal del diseño normativo del país.”
No
hay ley que valga
Ante
el panorama de simulación, arbitrariedad, discrecionalidad y dispendio
detectados por el trabajo de Villanueva y Nucci en relación con los beneficios
de los que gozan los expresidentes mexicanos, no hay ley que los contenga. Peor
todavía, las iniciativas propuestas en el Congreso de la Unión para regular de
manera veraz y racional esos privilegios, y desde luego transparentarlos, han
sido mandadas directamente a la basura, según se desprende del libro de ambos
académicos.
Es
el caso de al menos una decena de propuestas de ley planteadas de 2002 a 2011,
la mayor parte de ellas por legisladores del PRD y en muy menor medida por el
PRD y el PT.
Es
implacable al respecto la conclusión de los autores de Los parásitos del poder:
“Al margen de una ley y, peor todavía, de la ley, se han otorgado pensiones a
los expresidentes de la República, lo que por sí es inaceptable en un estado de
derecho mínimo”.
Un
dato más: El Fondo Monetario Internacional, en su informe Perspectivas
económicas mundiales 2012, ubicaba a México en el sitio 14 y a Estados Unidos
en el número 1. “¿Cómo justificar una pensión idéntica entre los exprimeros
mandatarios de Estados Unidos y México si éste tiene una economía 14 veces
menor?”
Así,
prosiguen los investigadores, “la media de las pensiones que perciben los exmandatarios
de las 15 economías más grandes del mundo ronda los 250 mil pesos mexicanos
mensuales. Esa cifra desciende a 200 mil pesos mensuales si se consideran sólo
los países de Iberoamérica, salvo Chile. En ningún caso, empero, la
equivalencia entre número de salarios mínimos mensuales y la pensión del
expresidente o equivalente es razonablemente similar al caso de México, donde
la diferencia entre quienes ganan un salario mínimo mensual y la pensión
expresidencial es la más alta del mundo”.
En
lo que atañe a la seguridad de quienes han ocupado la titularidad del Ejecutivo
Federal, arguyen Villanueva y Nucci, “en los acuerdos y disposiciones que se
han expedido tampoco se observa la lógica que explique el número de elementos
que debe tener un pensionado de esta naturaleza”.
La
conclusión de los autores es inequívoca, con base en sus estudios comparativos:
“En efecto, no existe en el mundo ningún país que otorgue una escolta para
seguridad tan amplia como la que se le brinda a un expresidente mexicano”.
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