En
la mente de El Chapo
Guzmán
Loera es un ser acomplejado que mata sin culpa, pero teme perder la libertad
IDEAS de El País, 18 de julio de 2015/JAN
MARTÍNEZ AHRENS
JORGE
RESTREPO
Joaquín
Guzmán Loera mata, pero nunca en caliente. Sólo aprieta el gatillo cuando más
daño puede causar. Es un animal de sangre fría y mente compleja que adora, por
encima de todo, el poder. Así lo revela un antiguo informe psicológico
elaborado por la Procuraduría General de la República y que, tras la
espectacular fuga de la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano, se ha
convertido en una radiografía única de este legendario narcotraficante. El
documento muestra que la energía de El Chapo surge de una profunda frustración.
Nacido en las montañas de Badiraguato (Sinaloa) en 1957, en un entorno mísero y
agrícola, maltratado por su padre, acomplejado por su baja estatura (de ahí el
apelativo chapo, corto), el líder del cártel de Sinaloa es un volcán de resentimientos
que a diferencia de la mayoría de sus pares, ha encauzado su brutal agresividad
con una “alta capacidad de reacción racional”. “Es tenaz y su sentimiento de
inferioridad se refleja en una expresión de superioridad intelectual y de
ambición desmedida por el poder. Tiene necesidad de liderazgo, controla el
entorno y es obsesivo, pero mesurado en sus actos vindicativos”, señala el
informe.
Para
El Chapo, matar es parte del negocio. No siente remordimiento. Por el
contrario, se ve a sí mismo, según los psicólogos de la fiscalía, como un
“líder con buenos sentimientos”. Un padrino solidario y protector de los
desvalidos. Características que él ha cultivado ampliamente en Sinaloa, y que
le han conferido en su tierra, donde es reverenciado como un señor feudal, la
imagen de buen bandido. Pero ese falso espejo se rompe cuando percibe que está
en riesgo. “Es seductor, espléndido, genera sentimiento de lealtad y
dependencia hacia su persona. Pero no es indulgente con sus detractores, y no
vacila en romper alianzas. Cumple compromisos, pero también sus venganzas,
empleando cualquier método violento si se siente amenazado”.
Su
vida, una cartografía del México oscuro, la configura una sucesión de acciones
sanguinarias dominadas por el cálculo. El horror desatado en Ciudad Juárez para
hacerse con el control de los pasos fronterizos fue un ejemplo. Pero también,
la cumbre organizada en Cuernavaca en 2003 con los 25 capos más importantes del
país y que acabó con el estallido de violencia que aún convulsiona México.
Su
segundo flanco débil es la familia. Por ella pierde los estribos. Hombre
pasional, con diez hijos y cuatro esposas, posee un concepto tumultuoso de la
parentela y del amor. En la cárcel de Puente Grande, donde permaneció de 1993
hasta su fuga en un carro de ropa sucia en 2001, vivió un apasionado idilio con
la rubia y espigada Zulema Hernández. La presa, con un murciélago en la espalda
y un unicornio en la pierna derecha, arrancó a El Chapo encendidas cartas de
amor. “Zulema te adoro, y pensar que dos personas que no se conocían podían encontrarse
en un lugar como este”, llegó a escribir.
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