6 jul 2015

Puerto Rico, peor que Grecia/Felipe Fernández-Armesto

Puerto Rico, peor que Grecia/Felipe Fernández-Armesto es historiador y titular de la cátedra William P. Reynolds de Artes y Letras de la Universidad de Notre Dame.
El Mundo.. 6 de julio de 2015
Escribir es echar hojas al aire y a veces me da la sensación de que yo soy el único lector de mis artículos, sin contar a los amables redactores de EL MUNDO y de las demás editoriales que me los corrijan o mejoren. De vez en cuando, empero, llega un correo o carta de parte de un lector, participando datos interesantes o reflexiones relacionadas con alguna observación mía. Por casualidad, en este sentido, acaban de llegar un par de mensajes sugerentes, aparentemente sobre temas divergentes.

El primero procede de un estudiante de doctorado en la New York University, que me cuenta que algunos profesores suyos menosprecian su intento de escribir estudios comparados de la Historia de los imperios. «Que no cambies de rumbo», le aconsejo: «Las comparaciones sirven a aumentar el entendimiento. Si no entiendo un tema X, me explicas que se parece a Y. Y si sigo sin comprender, lo comparas con P o Q. Por eso -si se me permite una comparación- nos predicaba nuestro Señor con parábolas, y por el mismo motivo empleamos metáforas para multiplicar la potencia de nuestros intentos de expresarnos. La única prueba de una comparación valiosa no es que sirva a develar paralelismos exactos en todos los aspectos sino que logre echar algo de luz». Por ejemplo, casi me permito añadir, se puede comprender mejor lo que está sucediendo en Grecia y en Puerto Rico mediante una comparación.
Luego, en seguida, me llega otro correo de parte del señor don Bulmaro Valdés Pérez Gasga, desde Madrid, relatando la historia de una correspondencia que acaba de intercambiar con la defensora del lector de ‘El País’, doña Lola Galán. El señor Valdés empezó reaccionando al reportaje de que Felipe VI va a acompañar al presidente Obama en la conmemoración de la fundación de San Agustín, en el estado norteamericano de Florida: «La primera ciudad», según reza el texto de ‘El Paí’s, repetida en términos semejantes en varios medios informáticos, «fundada en territorio estadounidense». El sitio web oficial de la ciudad de San Agustín puntualiza: «La ciudad más antigua de la nación (…) es el primer asentamiento continuamente habitado de origen europeo de los EEUU».
Estupendo, por supuesto, que los Reyes van a celebrar una visita oficial a Norteamérica. Y laudable el hecho de que a los estadounidenses se les va a recordar que existían asentamientos españoles en lo que hoy son los EEUU, y de que el español se hablaba allí mucho antes de la llegada de ninguna colonia angloparlante. Efectivamente, San Agustín se pobló de forma definitiva en 1565, medio siglo antes de que se estableciera ninguna colonia inglesa permanente en el hemisferio americano.
El señor Valdés, empero, se dio cuenta de que la conmemoración sirve para ocultar otra historia menos grata. Remitiendo a mi libro reciente, ‘Nuestra América’, escribió al director de ‘El País’ para dejarle saber que la ciudad más antigua de fundación española en el territorio de los EEUU no es San Agustín, sino San Juan de Puerto Rico.
De parte de ‘El País’, la señora Galán, en su amable respuesta, insistió en que la ciudad puertorriqueña «está excluida» de la conmemoración por no considerarse «oficialmente Estados Unidos».
Bajo mi fe de historiador, debo decir que el señor Valdés tiene razón y que ‘El País’ está equivocado.
No cabe duda alguna de que, según las leyes estadounidenses y la Constitución puertorriqueña, Puerto Rico forma parte del territorio de los EEUU. La isla se define de dos formas: como «territorio integral [integrated territory] de los EEUU» en una serie de actos legislativos del Congreso norteamericano desde 1917, y como «commonwealth [comunidad política o, en la traducción oficial, libre estado asociado] dentro de nuestra unión con los Estados Unidos de América».
Parte de las anotaciones oficiales a la Constitución, citando varias declaraciones judiciales, reza textualmente: «Mientras Puerto Rico mantenga su estatus de ‘estado libre asociado’, tendrá libertad para manejar sus propios asuntos locales, pero no existencia independiente y separada, formando parte de los Estados Unidos de América y, por tanto, de su sistema político en una forma compatible con su estructura federal».
Por citar Nuestra América, «los primeros europeos que se asentaron en lo que es hoy el territorio de los Estados Unidos de América fueron tres cerdos y unas cuantas cabras. Corría el año 1505. El lugar era Puerto Rico». Los asentadores humanos les siguieron. Así que San Juan de Puerto Rico es la ciudad más antigua de fundación española dentro del territorio de lo que hoy es EEUU. San Agustín se puede definir como la más antigua dentro de los estados de EEUU o dentro del territorio continental de EEUU.
Con tenacidad admirable, el señor Valdés volvió al ataque, develando la agenda auténtica de localizar la conmemoración en Florida. «El estatus especial de Puerto Rico», puntualizó, «como ‘estado libre asociado’, es una definición rebuscada para (…) no llamar las cosas por su nombre: se trata de una colonia. (…) La conmemoración de San Agustín es cómoda y a modo para los EEUU, de tal forma que no les recuerde que tienen una colonia en pleno siglo XXI (…). Al igual que es cómoda y a modo para los gobiernos de los dos países para olvidar, o al menos poner en un lugar secundario, el conflicto armado que tuvieron a finales del siglo XIX».
Me temo que el señor Valdés acierta. Pero existe otro motivo para marginar a Puerto Rico en las conmemoraciones oficiales. Se ha convertido en la Grecia de los EEUU. La isla, por excesos pródigos y falta de disciplina fiscal, muy parecidos al caso griego, ha ido acumulando una deuda externa que ya suma a más de 73 billones de dólares, y que según el gobernador del territorio resulta sencillamente «impagable» y que sin remediarse condena a los habitantes a una «espiral de muerte». El pronóstico es exagerado pero sí vamos a presenciar un largo ciclo de moratorias, crisis, tratos desesperados de última hora y soluciones parciales como las que acabamos de sufrir con los griegos.
Existen, mientras tanto, dos grandes diferencias. La primera es que la situación puertorriqueña es aún peor que la griega. El paro es mayoritario. Los ingresos están en colapso. El suministro de agua en San Juan queda suspendido dos días a la semana para ahorrar dinero. La población está huyendo del país.
La segunda diferencia es que un ‘Grexit’ puertorriqueño de su relación con EEUU es imposible, por mucho que la quisieran algunos habitantes de la isla y bastantes hispanófobos en el territorio continental del país. Los independentistas se dan cuenta de que no pueden reclamar su soberanía colmados de deudas y que un futuro a base del repudio de deudas existentes sería inconcebible. Los demás norteamericanos son conscientes de que la gran mayoría de los acreedores de la isla son ciudadanos o instituciones estadounidenses.
No se le permitiría al gobierno federal abandonar la isla en tales circunstancias, al cabo de más de un siglo de sumisión y explotación coloniales, sobre todo cuando se tiene en cuenta que gran parte de los problemas de la isla se deben a las leyes norteamericanas que limitan el acceso al comercio libre, y a la abolición por el Gobierno estadounidense de los privilegios fiscales de la isla en 1996. La única salida es la bancarrota acordada con y financiada por el gobierno federal
Como reza la canción de Stephen Sondheim, en el resto de EEUU: «De Puerto Rico / ni se entera / ni por un pico / se esmera».
La gran mayoría de los norteamericanos pasan por alto o deliberadamente excluyen Puerto Rico por prejuicio: el prejuicio de que EEUU es un país hecho por anglosajones blancos y protestantes, construido por colonos anglófonos, donde los conceptos de libertad y derecho se definen en función de tradiciones que se originaron en Inglaterra; donde la lengua inglesa es la base de la poca o mucha unidad cultural que pueda lograrse entre las etnias que componen la población; y donde llegas a ser «americano» -o, más exactamente, donde cumples los requisitos para ser ciudadano de los EEUU- cuando suscribes una versión canónica de la historia del país que comienza entre colonos ingleses de la costa este del continente.
Me da pena ver Puerto Rico de nuevo al margen e incapaz de recibir a los Reyes de España. Pero, por lo menos, hay que aprovechar la ocasión de la conmemoración sanagustiniana para que en EEUU se llegue a un aprecio más justo del papel de España en la creación del país. Si así fuera, Puerto Rico sacaría algo que, tarde o temprano, le será ventajoso.

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