9 nov 2008

Creer o no creer

Justifican la incredulidad del mexicano
Nota de Lilian Hernández
Publicado en Excélsior, 9 de noviembre de 2008;
Creer o no creer, ¡he ahí la constante de los mexicanos cuando se trata de propuestas, promesas y discursos gubernamentales o políticos! porque la mayoría de los habitantes del país duda de lo que ve y lo que le dicen los funcionarios, las instituciones y los partidos políticos.
La credibilidad ha sido rebasada por la desconfianza y el escepticismo, ocasionando que la población opine y haga conclusiones sin fundamentos, en vez de analizar la información y saber discernir entre lo razonable y lo irreflexivo.
Pero el que la población sospeche de la veracidad de todo no es en vano, los mismos acontecimientos históricos de México, desde la Conquista hasta nuestros días, han sido factores que influyen en su naturaleza sospechosista. El sociólogo Héctor Castillo Berthier y el antropólogo Vicente de Haro Romo coinciden en que “el mexicano se ha vuelto escéptico porque ha recibido promesas de libertad, derecho, paz, legalidad y justicia”, pero estos ideales no son tangibles para todos.
“No funciona la policía, el sistema jurídico tampoco y lo que hacen los partidos políticos deja mucho qué desear; entonces, no hay credibilidad en ellos, porque apuestes por quien apuestes no da los resultados esperados”, señaló Castillo Berthier, investigador de la UNAM.
En su opinión, los mexicanos viven un proceso de anomia social, que se refiere a la incapacidad de la sociedad para que los individuos tengan las herramientas que los lleven a la satisfacción social.
“La población quiere un buen trabajo, un sistema de seguridad social moderno, un lugar limpio, seguro y habitable, pero no lo encuentra en su entorno y por ende se perdió el México lindo y querido”, aseveró el catedrático del Instituto de Investigaciones Sociales de la Máxima Casa de Estudios.
Lo más trágico, alertó, es que esto se agudiza cada vez más, porque vivimos un descenso, “estamos en picada como el avión en el que iban los funcionarios que fallecieron el pasado martes y parece que todo va al caos y a la colisión”.
No obstante, para Vicente de Haro Romo, profesor de hermenéutica y filosofía de la Universidad Panamericana (UP), el escepticismo de los mexicanos no es generalizado, sino selectivo, porque hay cosas en las que sí creen, como en su religión, en los medios de comunicación y hasta en figuras como el maestro.
En cambio, apuntó, son escépticos de los políticos y de las instancias de gobierno porque hay un alto grado de desconfianza en ellos.
Pero en su opinión esta incredulidad no es sana, porque la desconfianza de los mexicanos los ha acostumbrado a acusar sin tener pruebas, además de que siempre parten de la culpabilidad en vez de pensar en la inocencia.
Con “el avionazo” pasa lo mismo. “La gente asegura que fue un atentado, porque las autoridades dicen que fue un accidente, entonces piensan lo contrario sin tener pruebas”, comentó el antropólogo.
En ese sentido, consideró que si la gente no tiene la información completa debe suspender el juicio, toda vez que una opinión genera consecuencias y es necesario que los mexicanos hagan un esfuerzo para no hacer conclusiones apresuradas.
“El escepticismo en nuestro país surge de haber sido engañado y por eso empieza la desconfianza, es natural. Pero tampoco es lo mejor porque ser desconfiado no lleva a nada, hay que aprender a superar esa especie de trauma social para creer en lo que valga la pena”, puntualizó el académico de la UP.
De acuerdo al investigador Castillo Berthier, los mexicanos dudan por naturaleza, porque haber sido conquistados por los españoles ha enraizado una visión derrotista del país, lo cual ha ocasionado que sean desconfiados y recelosos.
Con el paso del tiempo, el mexicano no construyó un proceso de recuperación de la confianza y en el marco actual la sociedad es recelosa y “no apta para sumarse a propuestas que podrían ayudarlo a crecer”.
Aunque parece difícil, De Haro y Castillo coincidieron en que la población nacional podría cambiar ese escepticismo si en vez de opinar por opinar, se basa en el método científico y en su educación cívica.
“La gente debe aprender a tener un criterio, porque es mejor ser crítico que escéptico, pues el primero distingue entre lo que vale la pena creer y lo que no”, aseveró De Haro Romo.
Aunado a ser crítico, concluyó el antropólogo, se requiere paciencia, porque el filósofo Descartes decía: “la mayor parte de los errores se dan por precipitar las conclusiones”.

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