TE QUIERO A LAS DIEZ DE LA MAÑANA /Jaime Sabines, Jaime Sabines 1926-1999/
Te quiero a las diez de la mañana
y a las once y a las doce del día.
/Te quiero con toda mi almay con todo mi cuerpo a veces en las tardes de lluvia.
/
Pero a las dos de la tarde
o a las tres...
cuando me pongo a pensar en nosotros dos,
y tu piensas en la comida o en el trabajo diario,
o en las diversiones que no tienes,
me pongo a odiarte sordamente
con la mitad del odio que guardo para mi.
/
Luego vuelvo a quererte,
cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mi,
que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre,
que mis manos me convencen de ello,
y que no hay otro lugar en donde yo me venga,
a dónde yo vaya mejor que tu cuerpo.
/
Tu vienes toda entera a mi encuentro,
y los dos desaparecemos un instante,
nos metemos en la boca de dios,
hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
/
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente,
y hay días también hay horas en que no te conozco,
en que me eres ajena como la mujer de otro.
/
Me preocupan los hombres,
me preocupo yo, me distraen mis penas,
es propable que no piense en ti durante mucho tiempo.
/
Ya ves , ¿quién podría quererte menos que yo?
Amor mío.
Te quiero a las diez de la mañana
y a las once y a las doce del día.
/Te quiero con toda mi almay con todo mi cuerpo a veces en las tardes de lluvia.
/
Pero a las dos de la tarde
o a las tres...
cuando me pongo a pensar en nosotros dos,
y tu piensas en la comida o en el trabajo diario,
o en las diversiones que no tienes,
me pongo a odiarte sordamente
con la mitad del odio que guardo para mi.
/
Luego vuelvo a quererte,
cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mi,
que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre,
que mis manos me convencen de ello,
y que no hay otro lugar en donde yo me venga,
a dónde yo vaya mejor que tu cuerpo.
/
Tu vienes toda entera a mi encuentro,
y los dos desaparecemos un instante,
nos metemos en la boca de dios,
hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
/
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente,
y hay días también hay horas en que no te conozco,
en que me eres ajena como la mujer de otro.
/
Me preocupan los hombres,
me preocupo yo, me distraen mis penas,
es propable que no piense en ti durante mucho tiempo.
/
Ya ves , ¿quién podría quererte menos que yo?
Amor mío.
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