6 jul 2015

El ícono del periodismo sumiso/JENARO VILLAMIL


El ícono del periodismo sumiso/JENARO VILLAMIL
Revista Proceso # 2018, 4 de julio de 2015
No llegó a la fama por ser periodista, sino por ser vocero. No fue el prócer que los comentaristas de Televisa hoy intentan beatificar, sino un conductor que se plegó completamente a los deseos del PRI y del presidente. No fue alguien que pugnó por revelar la realidad, sino un comunicador que trató de ocultarla. Tampoco fue un luchador por la libertad de expresión, sino un hombre que en repetidas ocasiones llamó a la represión. Y no se trató de un reportero sojuzgado por el avasallante sistema, sino de alguien que decidió seguir la senda del servilismo con forma de periodismo. Evocamos a Zabludovsky con una consigna: la muerte no redime la vileza.
En 1983, a un año del inicio del gobierno de Miguel de la Madrid, Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, invitó a comer al secretario de la Contraloría, Francisco Rojas, y a dos subsecretarios, Ignacio Pichardo y Raúl Robles, a un restaurante de la calle de Hamburgo, en la Zona Rosa del Distrito Federal. También acudieron Jacobo Zabludovsky y Guillermo Ochoa, los dos principales periodistas de la empresa.

Rojas le agradeció a Zabludovsky unas notas que se transmitieron en 24 Horas. Frente al gesto, Azcárraga Milmo le dijo al responsable de la campaña de “Renovación moral de la sociedad” de Miguel de la Madrid:
–No, Paco, no te equivoques, al único que tienes que agradecérselo es a mí. Éstos –dijo señalando a Zabludovsky y a Ochoa– son mis gatos.
La anécdota, relatada por Andrew Paxman y Claudia Fernández en su libro El Tigre, Emilio Azcárraga y su imperio Televisa, no sólo retrata los desplantes típicos del entonces propietario de la televisora, sino la docilidad de Zabludovsky ante su jefe.
Y el 15 de enero de 1988 Azcárrraga Milmo decretó: “Nosotros somos del PRI, siempre hemos sido del PRI; no creemos en ninguna otra fórmula, y como miembros de nuestro partido haremos todo lo posible por que nuestro candidato triunfe”. Zabludovsky siguió la “línea” hasta la ignominia.
Dos años antes, Televisa fue el centro de las críticas de los “bárbaros del norte” del PAN por silenciar las protestas del fraude electoral perpetrado en Chihuahua en 1986. “Lo que está pasando en Chihuahua puede o no ser del agrado de Televisa, pero el pueblo de México tiene el derecho a ser informado sobre ello”, demandó el movimiento democrático electoral de la entidad.
Como éste, miles de ejemplos de docilidad al dueño de Televisa, al presidente de la República, al PRI y a los funcionarios del sistema –en ese orden–, marcaron el derrotero y la “escuela” de Zabludovsky en la televisión mexicana.
No fue una obligación, sino una opción profesional desde el principio. En 1955, Zabludovsky ya tenía dos patrones: el presidente de la República y el dueño de Telesistema Mexicano, Emilio Azcárraga Vidaurreta.
En su libro Prensa vendida, Rafael Rodríguez Castañeda recordó que en ese año Zabludovsky era también coordinador de radio y televisión de los servicios informativos de la Presidencia de la República, bajo las órdenes del entonces poderoso secretario particular del presidente Adolfo López Mateos, Humberto Romero.

Sus servicios a favor del régimen y de la Presidencia fueron claros en 1976, cuando el mandatario Luis Echeverría fraguó el golpe a Excélsior, en contra del equipo encabezado por Julio Scherer García –de la misma generación que Zabludovsky, pero en las antípodas del periodismo dócil.

A principios de julio de 1976, en su noticiario 24 Horas, Zabludovsky envió a los jóvenes reporteros Ricardo Rocha y Pepe Cárdenas a entrevistar a los ejidatarios que invadieron unos predios de Taxqueña propiedad de la cooperativa de Excélsior. Buscaban difundir “la justa reclamación” de los invasores… apoyados por el gobierno echeverrista.

Zabludovsky también difundió las acusaciones sin sustento de Juventino Olvera contra Scherer y Hero Rodríguez Toro, director y gerente de Excélsior, por presunto fraude y mala administración. El golpe se consumó el 8 de julio de 1976, y 24 Horas nunca se solidarizó sino que arreció los ataques contra el equipo periodístico que encabezaba Scherer.

Los llamados represivos

“Ministro sin cartera”, le llamaban los partidos de oposición por su influencia durante 28 años en un espectro televisivo monopolizado por Azcárraga Milmo. Zabludovsky también tomó algunas iniciativas que fueron más allá de la línea gubernamental y en franco llamado represivo.

El 6 de octubre de 1982, en pleno crescendo de las movilizaciones de la disidencia magisterial de entonces, Zabludovsky convocó a una campaña de bocinazos en contra de las protestas magisteriales.

Paradójicamente, la crítica a esa campaña antimagisterial llegó desde el noticiario Siete Días, del también medio oficialista Canal 13, dirigido entonces por Joaquín López Dóriga, exsubordinado de Zabludovsky. A cuadro, López Dóriga leyó un comunicado en el que acusaba a Televisa de recomendar “actitudes a todas luces subversivas, intentando quebrantar el disfrute que para nuestras libertades consagra la reforma política” (Proceso 310).

En los primeros días de enero de 1994, en pleno alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Zabludovsky y Televisa fueron más allá que todos los demás medios de comunicación e hicieron un llamado a reprimir a los indígenas.

Desde el primer día del estallido, el sistema ECO de noticias de Televisa, a cargo de Zabludovsky, identificó falsamente al padre dominico Pablo Romo, jefe de la Oficina de Derechos Humanos de la Diócesis de San Cristóbal, como el Subcomandante Marcos.

“Televisa no necesita buscar las noticias, las inventa”, afirmó entonces el Subcomandante Marcos para justificar el veto a los reporteros y camarógrafos dirigidos por Zabludovsky.

Un estudio de la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH) reveló en ese año que 24 Horas le había dedicado 48 minutos a los voceros gubernamentales, mientras que a los zapatistas les había otorgado sólo tres. Y fue para transmitir “varias imágenes de zapatistas muertos”, recordó Miguel Acosta en el libro El Tigre.

Incluso el expresidente Carlos Salinas de Gortari, en sus memorias México, un paso difícil a la modernidad, acusó a Televisa y a Zabludovsky de presionarlo para tomar medidas represivas:

“Desde la televisión privada también se lanzaban propuestas ominosas. Respecto a uno de los principales comentaristas de la televisión privada, Jacobo Zabludovsky, se escribió: ‘Hacía votos por la guerra y se declaraba sin ambages (…) partidario del exterminio aunque sin decirlo con esa crudeza’”, redactó Salinas aludiendo a un comentario de Florence Toussaint publicado en la Revista Mexicana de la Comunicación, de abril-mayo de 1994.

La “justificación”
frente al 2 de octubre

Uno de los episodios más criticados y recordados en redes sociales el jueves 2 de julio, ante la noticia del fallecimiento de Zabludovsky, fue la censura en su telenoticiario Diario Nescafé respecto de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968.

La frase “Hoy fue un día soleado”, pronunciada por Zabludovsky al día siguiente de la masacre, se convirtió en trending topic en Twitter.

En 1978, 10 años después de la matanza, Genaro María González recordó en las páginas de Proceso el papel de Zabludovsky en la represión del movimiento estudiantil:

“El colofón de la burla realizada por dos conocidos locutores especialistas en noticiarios de Telesistema, ahora Televisa, quienes esa misma noche unieron sus voces para decir que no había habido muertos, que todo era una campaña contra el régimen, (fue), en el colmo de la befa, ofrecer cámaras y micrófonos para que los padres de las presuntas víctimas formulasen sus querellas. Claro que en aquel clima de represión nadie presentó ninguna denuncia, pero en el ánimo del auditorio quedó patente la manipulación burda que se pretendió realizar.”

Desde antes de su salida definitiva de Televisa, en el año 2000, Zabludovsky comenzó una batalla para limpiar su imagen ante ese episodio.

En vísperas de los 30 años de la masacre, en septiembre y octubre de 1998, Zabludovsky concedió varias entrevistas para medios impresos.

A La Jornada le declaró que en 1968 no se podía “informar de todo” porque “eran momentos de una estricta vigilancia por parte de las autoridades, que estaban empeñadas en que ninguno de los medios diera una información que ellos consideraban excesiva. Nos reducían a la mínima expresión”.

También se justificó con el periódico Reforma: “Nuestro margen de maniobra era limitado. Era un problema relacionado con la situación del país, con un presidencialismo concentrado, con absoluta hegemonía del PRI. Además, había una identificación entre las intenciones de las empresas y las políticas del gobierno, lo cual se reflejaba dentro de las televisoras y la radio. También había empresarios, como nuestro director Emilio Azcárraga, que se declaró priista y soldado del presidente, y esto se reflejaba dentro”.

En sus últimos años, Zabludovsky preparaba la publicación de sus memorias. Algunas personas que conocieron el manuscrito afirman a Proceso que el exconductor estelar de Televisa se concentró en rememorar su infancia en el barrio de La Merced, sus estudios en escuelas públicas, sus conocimientos del viejo Centro Histórico de la Ciudad de México, pero no abordaba temas polémicos, como su relación con los presidentes o por qué optó por ser vocero del sistema y acallar el 2 de octubre de 1968.

Carlos Marín, en una extensa semblanza de Zabludovsky publicada a los 30 años de la matanza estudiantil, apuntó en Proceso:

“Próximo al sexenio diazordacista, ya era común verlos juntos o separados en todo tipo de actividades oficiales y oficiosas, así como en amenas conversaciones con los principales funcionarios y especialmente con los presidentes.

“Con Gustavo Díaz Ordaz no fue distinto, ni antes ni después de Tlatelolco” (Proceso 1144).

También con Luis Echeverría, el expresidente que lo sobrevive, Zabludovsky mantuvo una relación cordial. En 1971, tras la matanza del Jueves de Corpus del 10 de junio, le preguntó en su noticiario:

–¿Se castigará a los culpables?

–Definitivamente sí –respondió Luis Echeverría.

Terminó el sexenio echeverrista, los culpables del “Halconazo” nunca fueron atrapados, se consumó el golpe a Excélsior, y Zabludovsky nunca volvió a pedirle cuentas a Echeverría.

Los sismos del 85

Otro de los episodios más recordados de Zabludovsky es su narración de la destrucción de la Ciudad de México en los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985. Con un teléfono móvil –una rareza en esa época–, Zabludovsky relató la devastación que se veía en Paseo de la Reforma e Insurgentes, en el Centro Histórico y en los alrededores de Chapultepec 18, la sede de Televisa, que fue uno de los edificios más dañados.

Su cobertura se quedó en la tragedia: Calló acerca de la furia social ante la inac­ción del gobierno; no reportó sobre la sociedad que se organizaba y protestaba; omitió mencionar la corrupción que permitió edificar multifamiliares defectuosos, y decidió no hablar de movimientos sindicales como el de las costureras.

Después de la conmoción, Televisa y Zabludovsky retornaron a su papel habitual: ser los voceros del poder presidencial y del sistema.

Carlos Monsiváis, en su libro Entrada libre, crónicas de la sociedad que se organiza, escribió el siguiente apunte sobre “los poderes de Televisa” en los sismos:

“El día de la tragedia se reiteraron los usos ilimitados de la televisión y –lo que es lo mismo– la eficacia de Televisa. (…) Sin espacio propio, funcionarios y líderes sindicales le rindieron cuentas a los locutores Guillermo Ochoa y Jacobo Zabludovsky, usaron a Televisa como tribuna y confesionario e hicieron esfuerzos casi siempre patéticos para disimular su nerviosismo (acostumbrados a la docilidad del manejo de prensa, y no a la inmediatez de la televisión en instantes críticos). Mientras, los espectadores hablaban para ofrecer ayuda, aportaban datos, veían a la solidaridad convertirse en un espectáculo paralelo al de las implacables imágenes mortuorias.”

La reinvención de Zabludovsky

Su última transmisión en el Canal 2, como conductor de 24 Horas, fue en enero de 1998. Sus últimas palabras fueron: “¡Gracias, señor presidente, buenas noches”, tras recibir una llamada de despedida de Ernesto Zedillo.

En aquella ocasión –y de modo muy parecido a lo que ocurrió el pasado jueves 2, día de su deceso– una lisonjera pasarela de políticos, expresidentes y poderosos amigos de Zabludovsky desfiló en las pantallas de Televisa rindiéndole tributo al comunicador. Los exmandatarios Luis Echeverría y Miguel de la Madrid, así como el poderoso exgobernador mexiquense y exregente capitalino Carlos Hank, amigo personal de Zabludovsky, lo llenaron de alabanzas.

“La grandeza de Jacobo obedece a su talento y preparación”, sentenció Hank, a quien el conductor de 24 Horas siempre elogió.

Su salida definitiva de Grupo Televisa ocurrió en marzo del año 2000. En solidaridad por la renuncia de su hijo Abraham Zabludovsky, quien fue marginado de conducir el noticiario estelar de Canal 2, que dejaba Guillermo Ortega, Jacobo Zabludovsky también se retiró.

Sutilmente, Zabludovsky comenzó a cuestionar y a darle voz a quienes criticaban la concentración mediática de Televisa, pero nunca al sistema político ni al presidencialismo que la permitieron.

Desde su espacio informativo en Grupo Radio Centro, Zabludovsky fue crítico del asalto al Cerro del Chiquihuite, protagonizado por gente armada enviada por TV Azteca contra Canal 40, el 27 de diciembre de 2002. Fue crítico del desafuero contra Andrés Manuel López Obrador en 2005 y dio espacio a los opositores de la “Ley Televisa”, en marzo de 2006.

Con el retorno del PRI a la Presidencia de la República, el gobierno de Enrique Peña Nieto pretendió restablecer la figura de Jacobo Zabludovsky. Hubo un intenso cabildeo de Los Pinos para que el exconductor de Televisa recibiera el Premio Príncipe de Asturias de España en 2014. Pero lo ganó Joaquín Salvador Lavado Tejón, Quino, creador del personaje de Mafalda.

Peña Nieto ordenó imprimir un billete de la Lotería Nacional con la efigie del conductor, y develó una placa para conmemorar sus 70 años de trayectoria el 4 de diciembre de 2013.

Fiel a sus reflejos a favor del poder presidencial, Jacobo Zabludovsky correspondió así: “No creo que ningún mexicano, por lo menos de los que yo he leído o conocido, haya recibido el honor que ahora la generosidad del presidente de la República y el jefe de Gobierno (Miguel Ángel Mancera) me dispensan. Un honor tan grande como el de mi agradecimiento por ello”.

A pesar de esta “reinvención”, Zabludovsky no pudo recibir este año un doctorado honoris causa que proyectaba entregarle la Universidad Veracruzana. Cuando se supo que la Junta Académica de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación había propuesto a Zabludovsky para ese honor, los estudiantes y profesores se movilizaron y juntaron más de 3 mil firmas en la plataforma change.org exigiendo que no se le entregara tal distinción, en mayo de 2015.

Uno de los argumentos centrales fue que el exconductor de 24 Horas “representaba uno de los vicios mayores del periodismo: la libertad de expresión dictada desde el poder”.



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