31 may 2015

ISIS: Los nuevos mongoles/Isabel Turrent

ISIS: Los nuevos mongoles/Isabel Turrent
REforma, 31 May. 2015

Los últimos avances de los soldados del llamado Califato Islámico (ISIS o ISIL) han sepultado los rescoldos que quedaban de la presencia británica en el Medio Oriente. Han sido el último clavo en el sepulcro del acuerdo franco-británico de 1916, el Sykes-Picot, que trazó fronteras (bastante arbitrarias) en amplios territorios del imperio otomano después de su derrota en la Primera Guerra Mundial.

Para todos los fines prácticos, Siria ha desaparecido e Iraq está en vías de extinción. La estrategia militar de ISIS ha tenido éxito en desvanecer la frontera entre los dos países y crear un Estado embrionario en el territorio sunita que se extiende del noreste de Siria al noroeste de Iraq.

Ese era evidentemente el objetivo de la ocupación casi simultánea de la ciudad iraquí de Ramadi (y las vías de comunicación que confluyen en ella), y de Palmyra, en el corazón de Siria. La toma de Ramadi impedirá al Ejército iraquí ayudar a las tribus sunitas de la provincia de Anbar -donde se localiza la ciudad-. La conquista de Palmyra une los dominios sirios de ISIS, al conectar a Palmyra con Raqqa en el norte, y con las carreteras entre Deir al-Zur y la ciudad de Homs en el occidente de Siria.

Palmyra tiene la ventaja adicional de albergar las ruinas de una espectacu- lar ciudad romana, que ISIS puede usar para saquear y vender sus tesoros y para subrayar la impotencia de Occidente si decide dinamitar Palmyra bajo sus narices.

ISIS se ha beneficiado de la estrategia europea y norteamericana que divide el frente iraquí y el sirio y limita sus ataques aéreos a territorio iraquí, regalando a ISIS completa libertad de acción en Siria, y de tácticas tan viejas como la historia del Medio Oriente: el terror, el asesinato masivo y la destrucción de antiquísimas ciudades y obras de arte.

Son los mongoles del siglo XXI. Herederos directos de aquellos del siglo XIII que destruyeron todo a su paso desde Asia Central hasta la ciudad de Kiev. Como ISIS, los triunfos militares de los mongoles fueron resultado del control absoluto del Ejército mongol, sometido a una disciplina estricta y eficiente. El terror era también una de sus estrategias favoritas: generalmente paralizaba a sus oponentes.

Es difícil saber a cuántos masacraron los mongoles en Merv, una ciudad que se negó a rendirse ante su avance. Pero se cree que pasaron a cuchillo -como le gusta matar a ISIS- a cientos de miles. Después de Merv, pocas ciudades se atrevieron a resistir.

El mismo tipo de terror explica también por qué los defensores de Ramadi huyeron frente al avance de ISIS. Camiones llenos de explosivos manejados por suicidas destruyeron las defensas de la ciudad, y en Palmyra, ISIS ejecutó a 400 en menos de dos días.

Hay un último paralelismo que corre a través de los siglos y explica el avance mongol en el XIII y los triunfos de ISIS en el XXI: ambos enfrentaban enemigos débiles y divididos. No había un solo reino que pudiera detener el avance de los mongoles hasta la actual Ucrania.

Hoy, el acosado gobierno sirio no tiene, después de cuatro años de guerra civil, la capacidad para enfrentar a ISIS. Lo mismo sucede con el iraquí que ni siquiera representa a las tres etnias del país. Su única base de legitimidad son los shiitas iraquíes. Y en Estados Unidos, que sembró en 2003 la semilla del caos y la violencia que vive la región del Medio Oriente que sufre los embates de ISIS, no hay la voluntad política para intervenir de manera más activa y eficaz.

Frente a ISIS, nadie debería olvidar las dos lecciones fundamentales de la invasión mongola: ciudades antes prósperas y regiones enteras quedaron en ruinas y jamás recuperaron su grandeza (fue el fin de la edad dorada de Khorasan, cuyos restos sobrevivieron, paradójicamente, hasta 2014, cuando ISIS los dinamitó).

Y no son un fenómeno pasajero: la conquista se vuelve ocupación permanente. Frente a ISIS, Occidente tiene una sola alternativa. Enfrentarlos ahora, cuando su Califato Islámico es sólo un proyecto, o mañana, cuando sea una realidad bien enraizada en el Medio Oriente.


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