- Revista Proceso No. 1980, 11 de octubre de 2014
“Juicio
justo”, piden parientes de los militares consignados/JORGE
CARRASCO ARAIZAGA
A
pesar de la indignación en el entorno del Ejército por la aparente protección a
los mandos a raíz de la ejecución de civiles en Tlatlaya, la Secretaría de la
Defensa Nacional (Sedena) se había abstenido hasta el viernes 10 de encausar
también al comandante del 102 Batallón de Infantería y a otras autoridades que
omitieron investigar la muerte de los supuestos delincuentes que se habían
rendido.
La
Procuraduría General de la República (PGR) tiene consignados a tres soldados
como responsables de haber disparado contra ocho civiles sometidos luego de un
enfrentamiento, y al teniente Ezequiel Rodríguez Martínez por encubrimiento.
Otros dos soldados están procesados ante la justicia militar por indisciplina y
desobediencia.
El
titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, informó el viernes 10 que los acusados
de homicidio dispararon contra ocho civiles con las propias armas de los
supuestos delincuentes, aunque el número de víctimas es de 22. Según el
procurador, la mayoría murió en un primer tiroteo con los soldados del 102
Batallón.
Precisó
que en el caso de los ocho civiles, “descubrimos que fueron muertos por las
armas de los propios muertos… y eso hacía que las armas tampoco aparecieran en
el lugar de la trayectoria. Estos son los elementos que nos dan la posibilidad
de poderlos consignar como homicidio”, declaró en entrevista con Carmen
Aristegui en el noticiario de MVS Radio.
“El
primer reporte que tiene el Ejército y nosotros es que había habido un
enfrentamiento y ya, posteriormente, ya puedo decirlo, sí hubo un
enfrentamiento. Se habla de dos momentos, lo dice también la propia testigo”,
añadió en alusión a la mujer que declaró a la agencia AP y a la revista Esquire
que se trató de una ejecución de 21 personas. Murillo Karam descalificó esa
versión pues, aseguró, la testigo ha dado tres versiones distintas.
Fuera
del teniente, todos los detenidos son del más bajo rango dentro del Ejército y
hasta ahora no ha sido señalado ningún mando. Esa determinación de la Sedena
reavivó los rencores en el sector castrense mexicano porque en situaciones
como éstas la regla ha sido la de proteger a los mandos, exculpándolos de toda
responsabilidad. Los generales y otros jefes que han sido procesados lo han
sido por consigna, como han señalado sus abogados en casos como el del pelotón
de la muerte (Proceso 1889 y 1914).
La
marcha
La
indignación dio lugar a la convocatoria de una marcha en la Ciudad de México y
otras partes del país para el sábado 11, para pedirle al presidente Enrique
Peña Nieto –comandante en jefe de las Fuerzas Armadas– una reforma al Código de
Justicia Militar que garantice el debido proceso a los efectivos perseguidos
por un delito federal y que no sean procesados por consigna.
Prevista
para salir del Zócalo capitalino hacia la residencia oficial de Los Pinos, la
marcha fue organizada por Ana Lucía Zavala Rodríguez, presidenta de
Organización Humanista por el Progreso Social.
Creada
el año pasado en Tamaulipas, esa agrupación promovió la marcha en redes
sociales con la etiqueta #YoSoy26, en alusión a las versiones de que en
realidad son 25 los soldados detenidos en la prisión del Campo Militar Número
1-A por los hechos de Tlatlaya.
Murillo
Karam aseguró que sólo son ocho los detenidos, aunque las investigaciones
pudieran implicar a más. Hasta ahora la Sedena se ha centrado en esos ocho
soldados, por lo cual los simpatizantes de la marcha piden que se establezcan
las responsabilidades superiores, empezando por el 102 Batallón de Infantería
comandado por el coronel Raúl Castro Aparicio (Proceso 1979).
En
la marcha no se espera la participación de militares, pues están impedidos
legalmente. Tampoco será fácil para sus familiares. Según miembros del Ejército
consultados por este semanario, los mandos han presionado a sus subalternos:
“Si vemos a tus familiares, te vamos a arrestar, cabrón”, refieren.
El
abogado César Gutiérrez Priego
–hijo
del general Jesús Gutiérrez Rebollo, fallecido en prisión en diciembre pasado y
acusado de proteger al Cártel de Juárez– respondió a la convocatoria para
exponer que casos como el de su padre y el del general Ricardo Martínez Perea,
también condenado a prisión por supuesta protección al narcotráfico en
Tamaulipas, han sido por consigna de los mandos militares o políticos.
A
partir del caso de su padre creó la Fundación Jesús Gutiérrez Rebollo AC para
defender a soldados y marinos acusados por la justicia militar. En la
actualidad litiga 61 casos en tribunales castrenses. La asociación busca que
ningún militar en este país sea procesado por acusaciones de las que no se
pueda defender.
“Nos
sumamos a la marcha a petición de familiares de militares que están detenidos,
con la intención de hacer conocimiento de la necesidad de modificar el fuero de
guerra para que los militares mexicanos que sean procesados sean juzgados
conforme a las leyes internacionales y a las recientes reformas de derechos
humanos”, explica en entrevista telefónica el viernes 10, en horas previas a la
manifestación.
Asegura
que la militar es una justicia de mando: Los ministerios públicos no consignan
de forma correcta y los jueces, en vez de ver las omisiones del Ministerio
Público, perfeccionan la averiguación previa y siempre dictan el auto de formal
prisión, porque si los mandos dicen que deben enjuiciar a alguien, lo hacen,
asegura.
“En
la justicia militar el que manda, manda, y si se equivoca, vuelve a mandar”, es
una de las consignas en los tribunales castrenses, dice.
Señala
que, como está ahora, el fuero de guerra lo que hace es dilatar los
procedimientos y se da el caso de que, con penas de seis meses, los procesados
tardan hasta dos años en salir, siempre que los soldados le pidan perdón a la
Sedena. “Están en una indefensión constante, por eso la moral está tan baja en
el Ejército”.
Asegura
que en el caso de Gutiérrez Rebollo, encargado del Instituto Nacional Contra
las Drogas cuando fue detenido en 1997, así como en el de Martínez Perea,
detenido en 2001 luego de que el entonces presidente Vicente Fox lo llamara
narcogeneral, fueron condenados con pruebas falsas o anónimos, sin
posibilidades de defensa y bajo un enjuiciamiento mediático promovido por la
Sedena.
En
Tlatlaya no se tiene la certeza de lo que pasó, pero en la población ya hay un
linchamiento contra el personal militar, dice Gutiérrez Priego. “Si la Sedena
quiere ser tan puritana al castigar a soldados por omisiones del personal de
tropa y el teniente, entonces que también investigue las responsabilidades de
los mandos. La Procuraduría de Justicia Militar debió deslindar esas
responsabilidades desde el momento en que ocurrieron los hechos. Era su
obligación”.
Han
pasado más de tres meses de los hechos y la Sedena sólo ha procedido contras
los siete soldados y el teniente.
Gutiérrez
Priego hace eco de las respuestas que ha generado en redes sociales la
convocatoria a la marcha: El personal de tropa y los oficiales se encuentran
muy molestos pues los mandos los están dejando solos y los están sacrificando.
“No
es lo mismo que acusen a los militares por ejecución que por exceso de fuerza,
por homicidios dolosos que culposos. La diferencia son penas de por vida. Lo
que queremos es que tengan una debida defensa, y si se les procesa, que sea por
medios legales y no por consigna”, insiste.
Sobre
los probables mandos responsables, advierte: “La Sedena no debe agachar la
cabeza como avestruz si está haciendo bien las cosas. Si hubo responsabilidad
del oficial y del personal de tropa, forzosamente debe haber responsabilidad de
los mandos. Uno no puede cometer un delito sin que el superior esté enterado”.
El
comandante de la compañía tuvo que saber lo que pasó e informarle al comandante
del batallón. Y éste al de zona, luego al de Región y al final a la Sedena. Hay
una cadena de mando. Si la Procuraduría General de Justicia Militar no revisó
los hechos y avaló lo que ahora se presenta como una mentira del teniente, hay
una omisión que la Sedena no puede pasar, dice.
Si
la Defensa Nacional es tan puritana en la violación a los deberes y la
disciplina militares de la tropa, entonces que también lo sea respecto a las
omisiones de los jefes de esas personas. No se trata de que los generales
salgan a defender homicidas, pero tampoco que los soldados sean condenados a
priori y sin oportunidad de defenderse, afirma.
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