2 nov 2014

Complicidad entre jueces civiles y militares

 Revista Proceso No. 1986, 1 de noviembre de 2014.
Complicidad entre jueces civiles y militares//LUCIANO CAMPOS GARZA
En Nuevo León, según los registros de la asociación civil Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, se acumulan los casos de ejecuciones, desapariciones forzadas y tortura que implican a las Fuerzas Armadas. Pero en los últimos años no se ha sancionado a ninguno de los implicados, sostienen el abogado de esa organización y los familiares de los agraviados. Les preocupa que se proteja a las autoridades castrenses. Los excesos, dicen, pretenden cubrirse con complicidades de jueces y estrategias dilatorias en los juzgados.
 MONTERREY, NL.- Las ejecuciones, desapariciones forzadas y las torturas contra civiles abundan en esta entidad. Y aun cuando en los últimos años se han documentado casos en los cuales han estado implicados efectivos de las Fuerzas Armadas, los jueces “pelotean” los procesos del fuero civil al militar.
 Personas afectadas por esta situación denuncian que eso “parece ser una estrategia de la autoridad para proteger a los soldados y marinos”, como en el caso del joven Jorge Otilio Cantú Cantú, acribillado por militares en esta ciudad el 18 de abril de 2011.


La demora de casi tres años y medio para sentenciar a los asesinos de Jorge obedece a una consigna del gobierno federal para darle impunidad a los cinco homicidas, “aun cuando ya fueron identificados y juzgados como culpables”, sostiene el doctor Otilio Cantú González, padre de Jorge.

Entre 2010 y 2011 hubo por lo menos ocho casos de violaciones a los derechos humanos de civiles por las Fuerzas Armadas en la entidad.

Alejandro Sánchez Gómez, miembro del equipo jurídico de la asociación civil Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (CADHAC), lleva siete casos en los cuales están involucrados marinos y militares, incluidos el asesinato de dos estudiantes en el campus del Tecnológico de Monterrey y de una pareja durante el fuego cruzado en las inmediaciones de una empresa en el municipio de Anáhuac.

Ambos incidentes ocurrieron en 2010 con días de diferencia y en ellos estuvieron implicados soldados. Hay una tendencia a la impunidad, pues no es normal que a cuatro años todavía no haya sentencia, comenta el abogado.

Por su experiencia de los últimos años, Sánchez Gómez se muestra escéptico ante el anuncio del arresto de soldados implicados en la ejecución de 21 personas el 30 de junio último en Tlatlaya, Estado de México. Comenta que en ese caso habrá impunidad, ya que a las autoridades castrenses les incomoda que se enjuicie a sus tropas.

Procesos sin sentencia

El homicidio de Cantú Cantú, de 29 años, ocurrió la madrugada del 18 de abril de 2011, cuando circulaba en su camioneta por las calles Lázaro Cárdenas y San Blas, en la colonia Valle de las Brisas, en el sur de la ciudad.

Hacía poco que había regresado de su luna de miel y reiniciaba sus actividades profesionales. Ese día, una partida de 20 soldados del Grupo Caimán –habilitados por las autoridades estatales como policías preventivos y adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública– persiguió el vehículo y lo acribillaron. Jorge Otilio recibió cinco tiros en la cabeza a menos de 70 centímetros.

El juez sexto de lo penal, Rafael Rodríguez Cruz, halló culpables a los soldados Roberto Guadalupe Rodríguez Aldama y José Manuel Dolores Luna del delito de homicidio calificado por ventaja (expediente 179/2013, fechado el 15 de agosto de 2013), comenta Cantú González a Proceso.

En el documento, Rodríguez Aldama y otro militar, Roberto de Jesús Mellado, aparecen como responsables por delitos contra la administración de la justicia cometido por servidores públicos, en la modalidad de alterar indicios o vestigios delictuosos.

Además, según información del padre de Jorge Otilio, en la toca penal 187/2013, fechada el 30 de septiembre de ese mismo año, fueron responsabilizados de homicidio calificado por ventaja Rubén García Díaz, Lorenzo Heraclio Moreno y Francisco Pérez Pérez, a quienes se les ratificó el auto de formal prisión.

En otro expediente –el 178/2013, del 2 de octubre 2013–, Carlos Fidel Flores Ábrego se sumó a la lista de inculpados por delitos contra la administración de la justicia por alterar evidencias. No obstante, está libre bajo caución, sostiene el doctor Cantú.

En su alegato, los soldados implicados comentaron que confundieron a Jorge Otilio con un pistolero. Hoy, a tres años y seis meses de los hechos, aún no son sentenciados. El doctor Cantú teme que la prolongación del juicio, motivada por amparos interpuestos por los procesados, pueda terminar en impunidad para los responsables.

El expediente, dice, ha cambiado de manos y escritorios numerosas veces. El 14 de febrero último, por ejemplo, el Consejo de la Judicatura determinó que el caso de Jorge Otilio fuera enviado al Quinto Tribunal Unitario, con sede en Guanajuato, para que lo valorara el magistrado Rafael Rojas Licea.

Y cuando el doctor Cantú pensó que ahí se determinaría quién dictaría sentencia, se enteró de que el caso fue reenviado a Monterrey, donde un tribunal colegiado federal –el cual revisa otro amparo– lo está analizando.

“Lo único que están haciendo es dilatar y dilatar. No los quieren sentenciar. Esa es la verdad. (Los militares) son homicidas calificados, y si no los sentencian, de repente los sacan. Me voy a morir y a lo mejor nunca voy a ver la sentencia, pero yo voy a seguir luchando. A mí no me detienen por nada”, afirma.

Desapariciones e impunidad

Desde 2010 CADHAC da seguimiento a siete casos que implican a nueve efectivos de las Fuerzas Armadas: Tres desapariciones forzadas, perpetradas por marinos; tres ejecuciones extrajudiciales, dos de las cuales fueron perpetradas por militares y otra por marinos, y un caso de tortura atribuido a tropas del Ejército.

En todos los casos, los agentes investigadores son civiles del fuero federal y han empantanado las indagatorias, por lo cual hasta ahora no hay ninguna consignación.

El abogado Alejandro Sánchez hace el recuento: El 12 de noviembre de 2010 Jehú Abraham Sepúlveda Garza, de 24 años, fue detenido en el municipio de San Pedro por policías municipales. Lo entregaron a efectivos de la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI), quienes a su vez lo entregaron a un grupo de marinos.

Desde entonces el joven desapareció. Su caso quedó integrado en la averiguación previa penal AP/PGR/SDHAVCS/M9/59/2013, que lleva el Ministerio Público federal. En cuatro años las indagatorias aún no terminan, por lo que se desconoce cuántos efectivos de la Secretaría de Marina (Semar) están implicados.

Sólo fueron aprehendidos cuatro agentes de la AEI por la privación ilegal de la libertad de Jehú, pero obtuvieron un amparo y salieron libres.

La esposa y la madre de Jehú –Janneth de Jesús Olazarán Balderas y María Elva Garza Ríos, respectivamente– demandaron ante tribunales federales la inconstitucionalidad de la sentencia dictada por la Sexta Sala del Tribunal Superior de Justicia del Estado para confirmar el auto de libertad que había otorgado el juez tercero de lo penal a favor de quienes habrían perpetrado el delito de desaparición forzada de Jehú.

El 19 de diciembre de 2013, el juez sexto de distrito en materia penal de Nuevo León concedió protección a Olazarán Balderas y Garza Ríos para que fuera revisado el auto de libertad a los cuatro agentes de la AEI. Hasta ahora se desconoce el resultado de la revisión de la sentencia.

Otro caso en el que están implicados marinos es el de Jorge Humberto Márquez Compeán y Marcelo Adrián Lucio Barajas, presuntos narcomenudistas capturados por policías municipales de Santa Catarina el 21 de octubre de 2010 en esa localidad.

Cuando Márquez y Lucio eran trasladados al ayuntamiento, supuestos cómplices suyos intentaron rescatarlos. Se desató una balacera en la cual murieron dos oficiales santacatarinenses, mientras que Lucio; el director de Tránsito, Antonio Marroquín Martínez, y dos civiles resultaron heridos.

Poco después llegó al lugar un helicóptero de la Semar para trasladar a los heridos al Hospital Universitario, así como a los dos presuntos narcomenudistas.

Cuatro días después, el 25 de octubre, fue localizado el cadáver de Márquez Compeán en un terreno baldío de San Nicolás, con huellas de tortura. Lucio apareció días después, acompañado de personal de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, pues, dijo, temía por su integridad.

La Semar se deslindó de los hechos. Declaró que su función en ese caso fue respaldar a los policías municipales y trasladar en helicóptero a los heridos y a un detenido el 21 de octubre de 2010.

Meses después, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos  emitió la recomendación 34/2011 en la cual señala que si bien no se sabe quién torturó y privó de la vida a Márquez, la Semar era responsable de su seguridad, pues lo transportó en la aeronave.

El expediente sobre la ejecución de Márquez (AP/PGR/NL/DCSP/-1/633-B/2013), radicado en la delegación de la Procuraduría General de la República de Nuevo León, está empantanado.

Un caso más de desaparición forzada documentado por CADHAC el 28 de junio de 2011 es el de René Asael Jasso Maldonado, detenido por personal de la Semar en el municipio de Sabinas. Según las investigaciones, los marinos catearon su casa y se lo llevaron. Su expediente es el AP/PGR/NL/ESC/ AMPFDF/063/D/2014. Hasta ahora nadie ha sido consignado.

Los casos más sonados

Las ejecuciones extrajudiciales más connotadas de los últimos años son las de los estudiantes Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo, perpetradas por soldados dentro del campus del Tecnológico de Monterrey la noche del 19 de marzo de 2010.

Hasta donde se sabe, sólo un militar ha sido sometido a juicio por ese delito. Los padres de Jorge Antonio fueron notificados en febrero de 2013 de que un soldado enfrentaba los cargos de alteración de la escena; sin embargo, en abril de ese año fue absuelto, según el expediente AP/PGR/DGCAP/DF/027/2010.

Otro caso sucedió en la colonia Jardines de San Andrés, municipio de Apodaca. A la una de la madrugada del 1 de septiembre de 2011 tocaron a la puerta de la casa de Gustavo Acosta Luján. Cuando éste abrió, un marino lo empujó y le disparó en la cabeza. Su padre observó la ejecución, explica el abogado de CADHAC.

Daniel, hermano de Gustavo, declaró que varios marinos ingresaron a la casa y lo encapucharon. Luego le colocaron un fusil en las manos, para simular que había utilizado uno. Las pruebas periciales demostraron que no accionó ningún arma de fuego, según consta en la averiguación previa AP/PGR/SDHPDF/M4/642011.

La lista de agravios sigue. El 3 de marzo de 2010 Rocío Lomelí Elías Garza y su esposo Juan Carlos Peña Chavarría, ambos de 29 años, salieron de las oficinas de la empresa Delphi, donde trabajaban, para comer. Iban en su auto cuando se desató un tiroteo entre soldados y un grupo de delincuentes. La pareja quedó en medio del fuego. Testimonios indican que al descender del vehículo para protegerse, recibieron varios impactos.

El abogado de CADHAC explica que en ese caso, ocurrido en el municipio de Anáhuac y consignado con el número 92/2012 en el Juzgado Primero de Distrito de Nuevo León, hay tres soldados procesados por simulación de inexistencia de pruebas e infracción a deberes comunes a todos los que son obligados a servir en el Ejército.

A uno de ellos se le acusó también de homicidio, por lo que fue enviado a una prisión militar de la Ciudad de México; sus dos compañeros están en libertad bajo caución.

El caso de tortura, aún impune, es el de José Antonio Carreón Garza. De acuerdo con el registro de CADHAC, el 25 de septiembre de 2011 Carreón intentaba comprar droga cuando soldados le dispararon en el estómago y lo arrestaron.

Carreón sobrevivió y hoy está procesado por delitos contra la salud. Sin embargo, presentó una denuncia por abuso de autoridad y tortura contras los soldados. Su caso quedó registrado en la carpeta AC/PGR/NL/ECFP/462014AP/487/2014. La investigación sigue abierta.

Para el abogado de CADHAC todos esos casos evidencian una inactividad procesal por indeterminación de las competencias entre el fuero militar y el civil. Es bajo este último, dice, donde se llevan los procesos.

“Una constante es que tenemos hechos de tres o cuatro años. Los avances han sido poco significativos, lo que nos revela impunidad; observamos protección a las Fuerzas Armadas por parte de la autoridad, pues no hay castigo para los inculpados. Hasta hoy no se ha sentenciado a ninguna persona”, comenta.

En el contexto de la impunidad sistemática el abogado Sánchez Gómez observa que la autoridad federal ha actuado con celeridad en el caso de la matanza de Tlatlaya, que implica a tropas del Ejército, aunque ello no garantiza que la justicia sea debidamente impartida.


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