6 mar 2016

Habla Rosa Isela Guzmán: mi padre los financió y ahora lo llaman criminal

 Revista Proceso # 2052, 5 de marzo de 2016...
Habla Rosa Isela Guzmán: mi padre los financió y ahora lo llaman criminal/
(Publicado originalmente en ingles en The Guardian).
Traducción: Lucía Luna.
Habla Rosa Isela Guzmán, ,¿Es hija de Guzmán o no?
El periódico The Guardian dice que confirmó la información.
La entrevista fue en julio de 2015 en el Estado de California, EU, “a condición de que no se revelara su ubicación exacta para proteger su privacidad y la de sus hijos.“
Agrega The Guardian que “ La verificación de ciertos detalles –y la cacería y recaptura de su padre, a quien consultó sobre la entrevista– retrasaron su publicación hasta ahora.“
Según una acta de nacimiento que se publica es hija de Joaquín Guzmán y de María Luisa Ortiz Vergara, y nació en Zapopan, Jalisco el 23 de noviembre de 1976. Es fácil identificar que es su hija con pruebas biométricas. Además, se presentauna carta que Guzmán Loera le envió desde el Altiplano.
El reportero de Proceso Jorge Carrasco (Revista Proceso # 2038, 21 de noviembre de 2015), documentó de acuerdo al expediente carcelario, el 3578, como padre de 18 hijos, y ahora resulta que son más.
JOSÉ LUIS MONTENEGRO /CIUDAD DE MÉXICO Y RORY CARROLL /LOS ÁNGELES
Sobreviviente, dice, del atentado en que murió el cardenal Posadas, casada primero con El Vicentillo, hijo del Mayo Zambada, y después con un hijo de Juan José Esparragoza, El Azul, Rosa Isela Guzmán –la hija mayor del Chapo Guzmán– a la luz de sus palabras pertenece a la cofradía del Cártel de Sinaloa y, en esa calidad, dio esta entrevista en la que revela datos de lo que es la vida entre narcos y su relación con la política y el gobierno, llena de complicidades y traiciones. Sus declaraciones son resultado de una larga entrevista con el periódico británico The Guardian, que la compartió en su versión íntegra con Proceso.

 Era una tarde agradable en el sur de California. Turistas y vecinos se mezclaban en el Starbucks y, a primera vista, poco distinguía a esa mujer estadunidense de 39 años de otros clientes habituales.
 Con un casual vestido blanco y negro, mallones negros y botas, daba pequeños sorbos a su café y hablaba del trabajo, de los niños y de la importancia de mantenerse en contacto con la familia. Su pequeña cadena de autolavados, salones de belleza y cafés marchaba bien, dijo.
 Muy bien, a juzgar por el Rólex en su muñeca, la bolsa Louis Vuitton que descansaba a sus pies y el Mercedes Benz estacionado afuera.
Pero había otro indicio de una vida nada ordinaria. Sus rasgos guardaban un marcado parecido con el hombre cuyo rostro aparecía desde hacía tiempo en los periódicos y la televisión; un hombre odiado, temido y admirado por haber creado la organización criminal más grande y rica del mundo.

 Se trataba de Rosa Isela Guzmán Ortiz, la hija mayor de Joaquín El Chapo Guzmán, jefe del cártel mexicano de Sinaloa; y ahí estaba, sentada con The Guardian en Estados Unidos, su patria adoptiva, concediendo a un medio la primera entrevista de su vida.

Es la primera vez que ella habla con un medio y sus explosivas declaraciones, que no pudieron ser verificadas de manera independiente, probablemente serán rechazadas por las autoridades mexicanas.
 “¿Sabía que le llaman Archivaldo y no Joaquín?”, preguntó. “Mi papá no es un millonario como dice Forbes. Esa revista dice que se pueden contar todos los millones que mi viejo supuestamente tiene. No es verdad, eso lo inventó el gobierno mexicano”.
 El ascenso del Chapo desde un pobre vendedor de naranjas a la lista de multimillonarios de Forbes, mediante el trasiego de enormes cantidades de mariguana, cocaína y otras drogas, ha sido desde hace tiempo objeto de una intensa especulación.
 La explicación de Guzmán Ortiz es que compró protección oficial al más alto nivel, enviando a sus representantes a encontrarse con encumbrados políticos o sus personeros.
 Durante la entrevista de tres horas y subsecuentes llamadas telefónicas, Guzmán Ortiz dio a conocer su hasta entonces desconocida vida en Estados Unidos e hizo sorprendentes revelaciones sobre su padre, incluyendo la afirmación de que la visitó en California; lo que, de ser confirmado, levantaría serios cuestionamientos sobre los servicios de inteligencia y la seguridad fronteriza estadunidenses.
 “Vino dos veces”, afirmó. Interrogada sobre cómo uno de los fugitivos más buscados del mundo pudo cruzar una frontera tan fuertemente resguardada, sonrió y dijo: “Créame, yo le pregunté lo mismo”.
 Guzmán Loera tiene otros lazos familiares en Estados Unidos: su tercera esposa, la exreina de belleza Emma Coronel, es ahora ciudadana estadunidense y en 2011 dio a luz a sus gemelas en el sur de California.
 En ese momento Guzmán había estado prófugo más de una década y el entonces presidente Felipe Calderón especuló que el escurridizo capo podía estarse escondiendo al norte de la frontera.
 “No está en territorio mexicano y yo supongo que El Chapo está en el lado estadunidense”, declaró a The New York Times.
 Guzmán Ortiz concedió la entrevista en julio de 2015, a condición de que no se revelara su ubicación exacta en California, para proteger su privacidad y la de sus hijos. La verificación de ciertos detalles –y la cacería y recaptura de su padre, a quien consultó sobre la entrevista– retrasaron su publicación hasta ahora.
 La recaptura
 Fuerzas de la Marina y policías atraparon al Chapo el 8 de enero en Los Mochis, una ciudad sobre la costa mexicana del Pacífico, luego de una frenética balacera y persecución a través de alcantarillas y calles. Ahora él se encuentra en El Altiplano, una cárcel de máxima seguridad al norte de la Ciudad de México, desde donde pelea su extradición a Estados Unidos.
 Asumiendo que no logre otra fuga espectacular, el capo, que se piensa tiene 62 años, podría muy bien terminar sus días en la celda de una prisión estadunidense, escribiendo así el capítulo final de una vida extraordinaria que vio a un pobre vendedor de naranjas ascender por las filas del narcotráfico hasta la infamia y la fortuna.
 El Chapo, que significa chaparro, supuestamente trasegó toneladas de mariguana, cocaína y otras drogas a Estados Unidos, desde las boscosas sierras de Sinaloa, un reducto protegido por funcionarios corruptos, un ejército de pistoleros y habitantes locales que lo consideran una especie de Robin Hood del narco.
 A lo largo de la entrevista Guzmán Ortiz abordó temas como la reestructuración y las traiciones dentro del cártel, los supuestos sobornos a políticos de primer nivel y los planes del Chapo para retirarse. También habló de su amistad con una generación más joven de “narco júniors”, la segunda generación de las familias de cárteles que creció gozando de extraordinarias riquezas y privilegios.
 Guzmán Ortiz mostró fotografías familiares privadas de su padre, más cartas que le envió desde la cárcel. The Guardian corroboró de manera independiente algunos detalles, pero no pudo verificar sus acusaciones contra encumbrados políticos mexicanos o su versión sobre el manejo de los negocios de su padre.
 El cuadro que emergió de todo ello fue el de una familia que vive en un extraño submundo de notoriedad y anonimato, orgullosa y desafiante, pero también esquiva y –desde la captura del Chapo– llena de resentimiento. Su imperio ilícito encasilló a sus miembros como marginados sociales y, al mismo tiempo, los separó del patriarca cuando se encontraba escondido o en la cárcel.
 Guzmán Ortiz describió al Chapo como un hombre de familia que logró construir un negocio exitoso con aprobación del gobierno mexicano, sólo para ser traicionado por miembros de cárteles rivales y políticos, incluyendo al presidente Enrique Peña Nieto. “Mi papá no es un criminal. El gobierno es el culpable”.
 No confirmó ni negó que su padre traficara drogas (él sí lo admitió ante Sean Penn, en la entrevista del mes pasado de la revista Rolling Stone), pero dijo que vivía modestamente y que se había retirado del “negocio” familiar en 2014, antes de ser capturado. “Mi papá le pasó la estafeta a mi hermano Iván Archivaldo y planeaba retirarse y descansar”, aseguró.
 Su relato arroja una nueva luz sobre una historia oscurecida por el rumor y el mito.
 Relaciones familiares
 El bajo y fornido joven llamado Joaquín Archivaldo Guzmán Loera empezó a hacerse de un nombre como correo y agente del entonces dominante Cártel de Guadalajara, donde a mediados de los setenta entabló una relación con María Luisa Ortiz, de la cual nació su hija Rosa Isela Guzmán Ortiz. The Guardian pudo verificar su acta de nacimiento.
 La identidad de Guzmán Ortiz fue confirmada por Francisco Villa Gurrola, ministro evangélico de Badiraguato, el pueblo natal del Chapo, donde lo conoció en 2012 y quien mantiene una amistad cercana con su madre, de 87 años, Consuelo Loera.
 “La conozco y le puedo asegurar que es una buena persona; ella es la primera hija que Joaquín tuvo con una mujer de Jalisco”, le dijo a The Guardian.
 Después de terminar la relación de sus padres, Guzmán Ortiz fue criada por su madre y un padrastro. Él la maltrataba y a los 10 años ella lo apuñaló y fue a dar a un centro de readaptación juvenil en Tijuana.
 Luego de ser liberada volvió a establecer contacto con su padre. En 1992, a los 15 años, él la envió a Scripps Mercy, un hospital católico y privado de San Diego, para que la trataran de tumores potencialmente cancerosos en la espalda.
 Como una señal del cerrado –y podría decirse que feudal– mundo del narco, El Chapo le dijo a su hija que quería que se casara con Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, el hijo de 16 años de otro capo de la droga, Ismael El Mayo Zambada. Ambos padres, sin embargo, se enojaron mucho cuando ella se embarazó antes de la boda. Guzmán Ortiz tuvo un segundo hijo con El Vicentillo después de su casamiento.
 En mayo de 1993 la ocupación de su padre casi les cuesta a ambos la vida. Se encontraban en el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara, contó, cuando un grupo de pistoleros enviado por el cártel rival de Tijuana apuntó a un automóvil equivocado, matando al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y a otras seis personas.
 “El día del asesinato yo me encontraba en un auto con mi padre, cuando de pronto empezaron a disparar de todas direcciones. No supimos a quién habían matado, pero después nos enteramos de que había sido al cardenal. Mi padre nada tuvo que ver con ello”, aseguró.
 En medio de la indignación nacional por la masacre, El Chapo envió a su hija a vivir a California, con una tía a la que visitaba desde temprana edad. Él fue apresado unas cuantas semanas después y pasó los siguientes ocho años dirigiendo su creciente imperio desde atrás de las rejas.
 Cuando en 2001 se avecinaba la extradición a Estados Unidos, se fugó de la prisión de Puente Grande, cercana a Guadalajara, supuestamente en un carro de lavandería; y pasó los siguientes 13 años escondiéndose, principalmente en su feudo de Sinaloa. Desde ahí supervisaba un complejo negocio que inundaba Chicago, Dallas y otras ciudades estadunidenses con narcóticos.
 En contraste con los dramas de su padre, Guzmán Ortiz aseguró que ella vivió dos décadas tranquilas del otro lado de la frontera, convirtiéndose en ciudadana estadunidense y aprendiendo inglés, el cual habla de manera fluida, aunque con acento.
 Dijo que estudió computación en la Universidad de Phoenix, peluquería y cosmetología en las academias de belleza Marinello, de Riverside, y que utilizó el dinero de su padre para abrir varios negocios.
Esto atrajo la atención del FBI por presunto lavado de dinero, lo que redundó en 15 días de detención y una fianza de 50 mil dólares, contó. Ella insistió en que tanto los fondos como los negocios eran legales. “Todos mis negocios están en orden, el FBI no pudo probar nada. Los salones de belleza, las fuentes de sodas, los autolavados ya no están a mi nombre”, sostuvo.
 Interrogado para confirmar que Guzmán Ortiz había sido aprehendida y mantenida bajo custodia en San Diego en 2011, el agente especial Amy Roderick, vocero del FBI, informó que “la agencia encargada del arresto en este caso fue la de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP)”.
 Ralph DeSio, portavoz de la CBP, dijo que su agencia no podía tratar temas específicos debido a las leyes de privacidad.
Guzmán Ortiz aseguró que su padre visitó Estados Unidos en 2015, después de fugarse del Altiplano. El motivo, dijo, fue familiar: además de a ella y sus hijos, quienes viven al sur de Los Ángeles, él deseaba ver a sus propias gemelas y a su esposa.
El Chapo también quería ver el regalo que le hizo a Guzmán Ortiz: una casa con cinco recámaras, tres baños, un salón de juegos, un amplio jardín y una cochera con espacio para cuatro automóviles. “Mi papá depositó el dinero en una cuenta de banco a través de un abogado y, un tiempo después, vino a ver la casa, su casa”. Ella se negó a dar más detalles, diciendo que no tenía autorización del Chapo.
No hay amistad, sólo negocio
Guzmán Ortiz aseguró que el deseo de su padre de pasar las riendas a su medio hermano, Iván Archivaldo, consternó al Mayo, su socio en el cártel. Supuestamente El Chapo debía reunirse con él en un hotel en Mazatlán, en febrero de 2014, cuando las autoridades llevaron a cabo una redada y lo atraparon.
“Ya se había retirado, sólo era cuestión de afinar las cosas con El Mayo; pero al parecer al viejo no le gustó mucho la idea”, afirma. “Estamos completamente seguros de que El Mayo lo traicionó. Siempre acostumbraban reunirse en lugares privados y a mi papá le pareció extraño que sugiriera ese sitio”.
 El gobierno de Peña Nieto proclamó su captura como un triunfo y trasladó al Chapo a la prisión del Altiplano.
 Guzmán Ortiz dice que visitó a su padre en esta instalación de máxima seguridad y que él le expresó su confianza en que pronto saldría; juró que asistiría a una reunión familiar en noviembre de 2015, en casa de su madre, en Sinaloa.
 En julio de 2015 el capo se fugó a través de un elaborado túnel. De manera generalizada esto se interpretó como una humillación al gobierno mexicano, pero, de acuerdo con su hija, funcionarios de primer nivel avalaron el escape. “La fuga de mi padre fue un acuerdo”, aseguró. No hubo forma de confirmar su dicho.
 Por lo menos 34 personas han sido acusadas de ayudar al Chapo a escapar, incluyendo al que era el director de El Altiplano y a la cabeza del sistema de prisiones federales de México.
 Durante este nuevo periodo de fuga, El Chapo negoció con una actriz mexicana de telenovelas, Kate del Castillo, realizar una película biográfica sobre su vida. A solicitud de ella, aceptó reunirse con Sean Penn, quien lo entrevistó para Rolling Stone en un escondite de la sierra en octubre de 2015.
 El hecho de que unos meses antes Guzmán Ortiz haya contactado a The Guardian para concertar una reunión
–aparentemente con la bendición de su padre– sugiere una estrategia de medios de largo alcance, que ha continuado en días recientes con una serie de entrevistas televisivas a la tercera esposa del Chapo, Emma Coronel.
 Despreocupada y alegre, Guzmán Ortiz se presentó en el Starbucks como una hija leal y una empresaria exitosa. Cuando sonó su teléfono, interrumpió con una sonrisa. “Disculpe, son mis empleados. Me llaman todo el tiempo”.
 Separada del Vicentillo, Rosa Isela tiene ahora como pareja al sobrino de otro capo, Juan José Esparragoza Moreno, con quien ha procreado otros dos hijos, sumando un total de cuatro.
 Guzmán Ortiz sostuvo que su padre ha sido generoso. Le dijo que como regalo de Navidad le comprará una Ford Explorer a su pareja. Ella insistió en que todos los fondos que recibe son lícitos. Interrogada sobre la fortuna que su padre amasó con las drogas, ella sólo se rió. “No sé. No puedo responder a esa pregunta”.
Pero contactada via Skype en enero, cuando El Chapo ya había sido recapturado y reenviado a El Altiplano, su tono se escuchaba más sombrío.
Hacia finales del año pasado, la red desplegada para reatrapar al capo pareció empezarse a cerrar, después de que éste acordó un encuentro con el actor hollywoodense Sean Penn, quien estaba bajo vigilancia de agentes de inteligencia. En octubre, el Ejército lanzó una operación masiva en la región montañosa que separa a los estados de Sinaloa y Durango, pero la captura del capo se frustró.
 Al mes siguiente, otro intento por capturarlo –durante una planeada reunión familiar en la casa de su madre, en La Tuna, Sinaloa– también se vino abajo, luego de que una fuente de alto rango de la Secretaría de la Defensa alertara a la familia, asegura Guzmán Ortiz.
 “El gobierno rompió su promesa”, se quejó. “Si hay un pacto, ellos no lo respetaron. Ahora que lo atraparon, dicen que es un criminal, un asesino. Pero no dijeron lo mismo cuando pidieron dinero para sus campañas. ¡Son unos hipócritas!
 “Todo lo que sé es que mi papá le dijo a su abogado que le entregara unos cheques al equipo de campaña (de un político) y exigió a cambio que lo respetaran”. Según dijo ella, la familia estaba considerando presentar públicamente copias de estos cheques, junto con los nombres de funcionarios y políticos que los aceptaron.
 Las autoridades han remodelado la prisión para impedir que se repita una fuga, incrementando las posibilidades de que el vendedor de naranjas que construyó un imperio subterráneo sea extraditado a –y muera en– Estados Unidos.
 Su hija lo considera un giro cruel. “En este negocio no hay amistades, sólo socios”, remata. (Traducción: Lucía Luna) lT

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